La fórmula Shen Yun: danza, espiritualidad y política
No es una novedad en la cartelera local la presencia de la compañía de danza china de Nueva York Shen Yun: lleva varias temporadas desde aquel primer desembarco más modesto, entonces sin orquesta, en el Auditorio de Belgrano, hasta instalarse en la calle Corrientes. Sin embargo, no deja de sorprender su poder de convocatoria. Con las últimas funciones de este fin de semana habrán hecho una decena de presentaciones de un espectáculo que, si bien se va aggiornando cada vez, se apoya con fuerza en los mismos pilares: la danza clásica, la espiritualidad de la disciplina Falun Dafa de la escuela budista y la denuncia explícita contra el Partido Comunista (que en este contexto se entiende como "modernidad", en oposición a la "tradición" y lo "divino").
Durante dos horas y media, diecinueve cuadros breves se ponen en escena, introducidos por una pareja de presentadores que plantean contextos históricos, anticipan el desarrollo de un cuento típico o reseñan las alegorías que representa esta compañía, que ya cuenta con cinco elencos girando por el mundo. El espectáculo Shen Yun tiene el imán de lo milenario, aun así exótico, y es en las propuestas de pura danza donde más se disfruta su arte. Están las extensas mangas vaporosas de la dinastía Han, la elegancia de los abanicos circulares, los pañuelos voladores que giran como flores o los zapatos con el taco en el centro de la suela sobre los que bailan estas mujeres. Mientras que los hombres se reservan a las batallas, las rutinas de tambores y palitos, y las manifestaciones de fuerza física. "Tiro con arco a otra dimensión", por ejemplo, refiere literalmente a la enorme pantalla que cubre por completo el fondo del escenario con proyecciones de palacios, jardines y cielos divinos, animadas con una tecnología que permite que los artistas pasen del escenario al fondo digital y viceversa, con un salto de videogame. De alguna forma, la herramienta habilita aquello de que el pasado (y sus valores) cobre vida en el escenario.
El grupo de bailarines tiene la perfección de un mecanismo de relojería. Es exacto y virtuoso en saltos y giros. Los cuadros son grupales -prácticamente no se puede hablar de individualidades del elenco-, por lo que la sincronía, junto con la armonía y el color, es su valuarte. Una soprano canta "Anhelo" ("para alejarte del desastre, busca la verdad, ser salvado y volver al cielo, es precisamente tu anhelo") y un dúo instrumental de piano y erhu (suerte de violín de dos cuerdas) interpreta una antigua melodía. Si un puñado de cuadros pone la cuota de humor, otros pasajes se oponen a esa gracia inocente con denuncias políticas en escenas violentas. El espectáculo puede generar reparos por su ideología, no obstante la danza se deja apreciar también en disidencia.
- Hoy, a las 15.30 y a las 21; mañana, despedida, a las 17.
- Teatro Ópera. Corrientes 860. Entradas, desde $ 800.
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