
Los reyes de la noche en las milongas porteñas
Representan los años dorados del baile social
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El milonguero se transformó en una rara avis y en una figura mítica en los últimos años. Nombres como Lampazo, Petróleo, Finito, Gerardo Portalea, Milonguita, Pepito Avellaneda y Carlos Gavito, entre muchísimos otros, pueden decir poco para el común de la gente, pero para el ambiente de la milonga tienen la relevancia de un Leonel Messi para el mundo del fútbol o un Bob Dylan para la cultura rock.
Así de significativa fue la presencia de esos milongueros en el renacimiento de los 80 y en el baile actual. No hay bailarín profesional, desde los más novatos a las estrellas actuales de la danza del tango, que no hayan recurrido a su arte, a sus pasos, a sus pausas y a sus códigos para caminar la pista. Muchos fallecieron, pero todavía quedan algunos que, como auténticos tesoros, circulan por las milongas maravillando con uno de los artes más sutiles de la cultura popular: Parejita, Chino Perico, Flaco Dany, yOsvaldo y Coca, entre muchísimos otros, fueron rescatados por el proyecto Aceta (Academia de Estilos del Tango Argentino) y son auténticas celebridades en el ámbito milonguero.
Ninguno se disputa ningún puesto, pero cada uno en lo que hace es el mejor. Muchos todavía están en actividad, en algunos casos rozan la leyenda o se mantienen semiretirados; en otros casos, el perfil bajo es inversamente proporcional a su talento. Videos que circulan por YouTube y miles de blogs de todo el mundo hablan de ellos, y los extranjeros vienen de los más inhóspitos lugares del planeta simplemente para conocerlos, sacarse una foto o tomar una clase de tango por un día.
El dandy de las pistas
"Esta es la época de los últimos mohicanos, porque quedamos pocos de los años cuarenta y cincuenta cuando no había academias ni maestros. Aprendíamos entre nosotros, improvisábamos pasos, pero no nos copiábamos. La sutileza salía de nosotros. Inventábamos cosas todo el tiempo. Ahora, hay más caciques que indios", se ríe el Flaco Dany, con picardía, ojos vivaces y un bronceado, que contrasta con su vida noctámbula.
Con cincuenta años circulando por las pistas del Club Atlanta, no hay quién pueda con su milonga de traspié, una especialidad que lo catapultó de su trabajo de chofer de larga distancia a un dandy de las milongas locales y del exterior. "Yo trabajé muchos años de chofer hasta que me encontré con Gavito, que me hizo viajar porque le encantaba mi estilo. Otro fue Osvaldo Zotto, que me dio una mano enorme. Ellos me profesionalizaron, pero yo era bailarín de milonga de lunes a lunes. Cuando trabajaba en Vialidad, que arrancaba a las 6 de la mañana y terminaba bien tarde, me pegaba una duchita, me "empilchaba" y me iba para el baile, aunque tenía que madrugar. Así fue mi vida, pero nunca pensé en vivir de esto. El otro día vino un grupo de cincuenta dinamarqueses y se terminaron quedando casi un mes para bailar conmigo. Eso es muy lindo."
-¿Qué busca transmitir?
-La elegancia. Cuando abrazamos, tratamos de acariciar al otro. La sutileza del bailarín es captar a su pareja. Es una cosa muy suave. Es como en mi vida, que soy un eterno enamorado de las cosas bonitas y trato de estar a la par de eso cuando bailo.
La leyenda continúa
Eduardo Parejita tiene 77 años. Es de Villa Pueyrredón y se crió en el ambiente del Club Juvena con míticos milongueros, como Tequendama y Ortega, donde se hacía un culto al tango y a la amistad. "Soy una persona de perfil bajo y aunque me digan que soy un fenómeno yo no sé qué pensar. Pero tengo 60 años de baile y porque lo viví, lo puedo contar. Aprendí en Juvena (actualmente Gabriela Mistral), adonde venían los mejores bailarines de la época. Me acuerdo que practicábamos entre hombres y después salíamos a recorrer los clubes. La mayoría hacíamos de mujer porque era la mejor manera de aprender", cuenta sin ruborizarse el legendario bailarín. Parejita era transportista de pianos y dedicó buena parte de su vida a ese oficio. Ahora, dice que se quiere retirar del baile, pero no lo dejan, y en el fondo tampoco quiere.
-¿Cuál es su estilo?
-Lo mío es el estilo orillero, pero para mí el baile es uno solo. Ninguno es Dios bailando. Por ahí con mi mujer vamos a ver un baile y nos quedamos enamorados de esos viejitos que tienen una cadencia increíble. Por eso no me doy alarde de ser milonguero. Esa es mi vida.
-¿Y cómo bailaba de pibe?
-A los 17 años me inicié y no era un fenómeno ni mucho menos. Me acuerdo que me dejaban en el medio de la pista plantado. No podías bailar con cualquiera. Así que un día arreglé con la novia de mi hermano para hacerle un cabeceo y que saliera a bailar conmigo así me veían las otras chicas. Recién ahí empecé a bailar en serio.
Compás y elegancia
En su trabajo en el Ministerio de Economía lo conocen como Ricardo Ponce, pero en las milongas el nombre de Chino Perico circula con devoción casi religiosa en el Sin Rumbo o en el Sunderland, templos de los bailarines. "Yo empecé a bailar de muy chico, a los 13 años, y veía a la gente de Urquiza, donde lo importante era el compás y la elegancia. En los demás bailes había mucho repollo, se hacían un montón de pasos y eso dejaba mal parado al hombre. En Urquiza se cuidaba mucho la elegancia del bailarín. Por eso, sobresalía."
Cuando conoció a su maestro, Luis Lemos Milonguita, el Chino quedó fascinado. "Para mí era el mejor y no ha sido superado. Tenía una forma de vestir y una elegancia en el baile que todos aprendimos de él. El bailarín tiene que saberse parar bien, caminar bien y sentir la música. El milonguero baila los tangos que le gusta escuchar y siente, entonces eso lo transmite al cuerpo y las piernas hablan.
-¿Qué le pasa cuando escucha lo que dicen de usted como bailarín?
-Cada bailarín tiene su ángel y es único, por eso yo nunca dije que bailo bien. Es más, yo no sé si bailo bien o mal, pero bailo el tango porque me gusta. Hace poco me querían pagar un montón para ir a Inglaterra, pero yo tenía miedo. ¿A ver si me pasaba algo allá, lejos de Buenos Aires?
Pies con guantes de seda
Osvaldo y Coca saltaron a la fama en 2004, cuando ganaron el Campeonato Mundial de Tango Salón. Pero eso no hizo más que evidenciar la riqueza de estilo guardado en la zona sur de Buenos Aires que causó fascinación. "Gavito me puso pies de miel porque decía que no toco el piso cuando bailo, y otros me dicen que tengo guantes en los pies o pisada de gato. A mí me da risa -confiesa Osvaldo-. El tango son dos clases no más: el tango salón y el tango fantasía, y ahí se acaba. Mi tango es el de los cincuenta. Un tango que lo bailó tu viejo y que es muy sentido, muy dulce y muy lindo." En el patio de su casa, practicaba el mítico Pepito Avellaneda y de él aprendió el orgullo por la zona sur y el sentimiento del baile. "Lo más importante es que el milonguero baile para uno y no para que lo miren. Yo bailé siempre igual, ya sea en el patio de mi casa o en el exterior."
-¿Cuál es el secreto?
-Nosotros en la zona sur bailamos con paso cortito y natural, como uno camina por la calle. Es como en la vida, cuando abrazas a una mujer y no existe nadie en el mundo.
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