Un artista multifacético

"¡Aniceto, Aniceto, una foto con Aniceto!", le gritaban a Hernán Piquín a la salida de los teatros durante la gira por el interior que lo paseó por las provincias en los últimos meses. Y él pensaba: "¡¿Yo me rompo las patas ahí arriba para que después me digan Aniceto?!". Sucede que, al sucesor de Bocca en el Ballet Argentino, el cine (más bien, Leonardo Favio) le ha dado este año grandes posibilidades para revelarse como actor, para acceder a nuevos públicos, para dejar documentado que su cuerpo -de la mirada a los pies- es de una excepcional fibra expresiva.

El bailarín, el actor, el heredero; el hombre que se considera afortunado en el mundo de hoy; quien sólo una vez se puso una meta -a los 4 años, cuando resolvió qué quería ser viendo las galas del Colón por ATC-; él, el artista dúctil, volverá esta noche al escenario del Maipo entre dos mujeres, para bailar canciones de Sinatra ataviado en un Oscar de la Renta, pero también reo y porteño, como el tango mismo. "Yo soy un tipo sencillo, más guarro que fino, aunque puedo serlo. La verdad es que a mí me gusta más cocinar en patas que con el Valentino puesto", se sincera con sonrisa ancha.

El bailarín

Todavía con el color del verano europeo en la piel, Piquín relata en detalle la experiencia de haber bailado con parte del elenco del Béjart Ballet en Suiza, hace sólo días. "Saint Prex es un lugar divino, muy antiguo y para estas galas armaron un escenario en la entrada del pueblo, junto a una torre con un reloj del año 1200. Otra función la hicimos en el interior de una iglesia protestante, que no tienen imágenes religiosas, entonces en una de las coreografías hice un salto y quedé así, como un Cristo crucificado, con un vitreaux fantástico de fondo. Al día siguiente, esa foto estaba en todos los diarios", cuenta entusiasmado.

Piquín fue a Suiza invitado por la argentina Cecilia Mones Ruiz, bailarina y coreógrafa, que hace años trabaja en la compañía del genio marsellés. Pero ésta no fue la primera (ni probablemente la última) incursión de Piquín en el universo Béjart. "Hace unos cinco años, estábamos de gira con Julio en Lyon y me tomé un tren porque Cecilia le había hablado a Maurice de mí y quería verme. Audicioné y me tomó para su compañía, pero a los tres días me llamó y me dijo que Gilles Roman, su primer bailarín [actual director del Béjart Ballet Lausanne] le había dicho que no precisaban más primeras figuras, que para eso estaba él y que no quería tener en contra a esta persona.

-Desde entonces sentís que te perdiste la oportunidad de tu vida...

-No sé si la oportunidad de mi vida, pero me hubiera gustado muchísimo trabajar con un tipo que se animaba a todo, sin miedo a nada, que armaba un escenario sobre una fuente o te hacía salir a escena con televisores en los pies. Igualmente, soy feliz en el lugar donde estoy, con Cecilia [Figaredo] y Eleonora [Cassano], en el Maipo, que es como estar en casa.

El actor

" Aniceto me cambió desde el primer momento, desde que sonó el teléfono en mi casa y era Leonardo Favio. La noche de la avant première fue genial: la sala estaba llena de actores que yo veía cuando era chico y que venían a felicitarme a mí, cuando en verdad era yo el que tendría que agradecerles por todo lo que me gusta el cine argentino, por lo que sufrí con las películas de Palito Ortega... Mi mamá miraba el film así -recuerda, abriendo bien los ojos- y tenía sentada al lado a Virginia Inocenti, que me decía: «Querido: es impresionante todo lo que me contaste con tu cuerpo».

-¿Cómo te viste como actor?

-¡Me sorprendí! Siempre pensé cómo harían los actores para llorar, y acá los entendí. Es que te metés tanto en la historia, en el personaje y en el ambiente... Leonardo me había pedido que en una escena estuviera compungido, que se me pusieran los ojos vidriosos, pero que no cayera la lágrima. Y me había dicho que si no podía, no importaba, porque en cine todo se arregla y me ponían unas gotitas y listo. Pero yo preferí transitar esa experiencia. Cuando me vi no podía creer que era yo.

Piquín no se toma ni siquiera un segundo para dudar si volvería al cine, en televisión. "Me encantaría, pero es difícil", dice, y por difícil debe entenderse que por más reveladora que fue su actuación en el film de Favio, al día siguiente su teléfono no sonó. "Es verdad, no me llamaron, pero Leonardo ya me anunció que seré el actor de su próxima película, El mantel de hule , con Graciela Borges. Y me dijo también: «Que tiemble Echarri y los chiquitos estos que están hoy en la tele». Se ríe, soberbio y vivaz, el dueño de un gallo que sacará a pasear por el Festival de San Sebastián hacia fin de mes.

El heredero

El año 2008 comenzó con Julio Bocca cumpliendo la promesa de retirarse de los escenarios y, en consecuencia, con su compañía, el Ballet Argentino, reacomodándose a esa decisión. Entonces, Hernán Piquín -que recorrió el mundo con este elenco- dio un paso al frente con este cuerpo artístico de gran prestigio.

-¿Cómo te va entre Cassano y Figaredo?

-Bailar con Ele es un placer, nos conocemos hace mucho tiempo y ahora que se retiró el jefe me quedé un poco a cargo. Las dos son muy buenas bailarinas, pero mi relación con Cecilia es como la que tenían Julio con Eleonora: crecimos juntos.

Piquín repite por vaya a saber qué número de vez que es un tipo de suerte. Que bailó en todos lados, todo lo que quiso. Que gracias a Julio, en parte, no le queda nada en el tintero. "Este año cumplo 35, así que tampoco está tan lejos mi retirada. Por eso, en este momento, no dudaría en dedicarme por meses a una película, por ejemplo. Creo que si ahora dejara de bailar no me arrepentiría. Ya hice todo lo que quise en esta carrera. Y más."

Para agendar

Ballet Argentino. Con Eleonora Cassano, Hernán Piquín y Cecilia Figaredo. Programa: Nine Sinatra Songs, de Twyla Tharp; Tango, de Oscar Araiz; Bésame, de Oscar Araiz.

Teatro Maipo, Esmeralda 443. Desde hoy y hasta el 21 de este mes. Entradas: entre 50 y 280 pesos.