Ultima página. De punta en blanco
Un concurso de arqueros medievales... pero en 2005 y en la Ciudad Universitaria
En un bosque de Sherwood muy particular –mezcla de la Tierra Media de Tolkien con detalles del siglo XXI–, un guerrero anglosajón, un vikingo de casi dos metros de alto y un conquistador español se preparan para la batalla. En el campo de tiro, un moderno Robin Hood acomoda su capa, su sombrero con pluma y ajusta sus zapatillas Nike. La escena transcurrió el sábado último, durante el tercer Torneo de Arquería Medieval organizado por el Club Universitario de Arquería (CUDA), que reunió a 72 arqueros y más de 250 espectadores.
Pasadas las 9.30 y con algunas demoras por la lluvia que insistía de a ratos, los arqueros fueron recibidos por Ricardo Fermè, uno de los organizadores del torneo. De no ser por su teléfono celular que no paraba de sonar, el hombre parecía transportado por la máquina del tiempo. El vikingo respondía todos las llamadas con la misma frase: "Hola. No. No se suspende".
Para participar, los arqueros debían representar a un personaje medieval. Pero familiares y amigos no se quedaron atrás: campesinas, escuderos y pequeños guerreros se reunieron en el predio del CUDA, en la Ciudad Universitaria.
Edad Media
"Ves, allá arriba de la torre hay un samurái", señaló Héctor Cirigliano en su traje de turco del año 1300, "del Imperio Otomano". "Todo es muy amplio porque nuestra idea era no sólo circunscribir los disfraces a la Edad Media en Europa. Porque Edad Media hubo también en Oriente, y por eso quisimos abrirnos a todas las culturas", explica Cirigliano, kinesiólogo que en sus ratos libres se desempeña como instructor de tiro con arco.
A las 12.30, despejados los nubarrones y con un sol tímido de fondo, comenzó el primer juego, El asedio al castillo. Auspiciados por bodegas Escorihuela, los arqueros se dividieron en cuatro equipos con colores que representaban cuatro cepas de vino: Tempranillo (rojo), Chardonnay (amarillo), Syrah (verde) y Malbec (violeta). Desde 50 metros de distancia, los contendientes arrojaron flechas para defender el castillo sitiado, representado por una gran maqueta. El objetivo: hacer blanco en los caballetes que simulaban la guardia enemiga.
"Las categorías dependen del tipo de arco. Acá sólo hay dos tipos: uno es el longbow, el arco medieval por excelencia, largo como una varilla con una cuerda, el más antiguo y el más difícil de tirar. ¡Como el de Robin Hood! El otro es el arco recurvado, tipo oriental, que tiene las dos curvas, como el de Cupido. También existen arcos muy sofisticados que no entraron aquí", explica Cirigliano.
En un circuito paralelo, los más chicos se divirtieron haciendo lo mismo, pero en menor escala. Con arcos diminutos y en la piel de dos escuderos normandos, los hermanos Francisco y Mateo Carbini, de 8 y 6 años, no son ningunos novatos: "Practicamos desde los 3 años en el jardín de casa", explicaba Francisco, con absoluta seriedad, mientras posaba para una foto.
Mientras, sonaba música a cargo de Tomás Relota (uno de los pocos sin disfraz). Su padre, Iván, vestido como un árabe, y Leandra Sosa, como una princesa marroquí, ofrecían música celta y bandas de sonido de películas como El señor de los anillos, Corazón valiente y Cruzada.
Pasadas las 19, fue la gran final de escuderos. Ganó el equipo Syrah, que se retiró con el tesoro: cajas de vino de la bodega auspiciante. Después llegó el gran duelo individual, y la victoria estuvo cantada: fue para Andrés Verde, varias veces campeón argentino de arquería, que tocó el silbato, cargó la flecha, disparó, tiró y ganó. Cuestión de puntería.
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