El primer Chéjov de Rubén Szuchmacher, en el mejor lugar
A cargo de la régie de Tres hermanas, de Eötvös,el director se entusiasma con el desafío; "la ópera reúne las dos cosas que amo: la música y el teatro"
La casualidad quiso que el estreno americano en el Colón de Tres hermanas, la ópera de Péter Eötvös basada en la obra homónima de Antón Chéjov, se diese exactamente el mismo día, pero veinte años después que su estreno mundial en la Ópera de Lyon. Y hay otra casualidad más: para el director escénico Rubén Szuchmacher es su vuelta al Colón después de Liederkreis, la ópera sobre Schumann de Gerardo Gandini, y lo hace precisamente con un director musical del mismo apellido, el alemán Christian Schumann.
Por su experiencia en teatro desde chico y su formación musical, además de haberse recibido en el Instituto Superior del Colón, todos pensaban que el lugar idóneo para Szuchmacher era la dirección de ópera. Pero varias circunstancias, entre ellas la dictadura, lo alejaron del Colón, aunque siempre mantuvo la conexión con la ópera como lo demuestran la cantidad de títulos en los que ha participado.
Dirigir ópera es para el director la fusión de las dos cosas que más lo apasionan: la música y el teatro. "El tiempo me pasa rápidamente, estoy en éxtasis permanente".
A pesar de haberla trabajado hasta el cansancio en sus clases, esta será la primera vez que de manera oficial monta una obra de Chéjov. "Mi definición conceptual fue no perder esta conexión, aunque el autor de la ópera sea Eötvös, claramente estamos frente a Chéjov".
Numerosas anotaciones en ruso, escritas con su letra, llenan la partitura con la cual trabaja Szuchmacher. Decidió estudiarlo para así captar la musicalidad del idioma sumada a la propia del trabajo orquestal de Eötvös. "Estoy muy ligado a lo teatral y textual, y cuando trabajo ópera soy un seguidor de la música para que sea ella quien me indique cómo puedo construir una escena. La música de este compositor es inteligente y sensible, tiene mucha elaboración además de un gran trabajo tímbrico, y eso resulta muy estimulante para quienes dirigimos la escena y la orquesta. Tiene también la complejidad de tener dos orquestas: una en el foso que lleva el trabajo principal y otra en escena, que estará a la vista para que se vea la materialidad del toque y que funciona como una especie de colchón sonoro".
En su versión original, el papel de las tres hermanas está pensado para que lo hagan contratenores, pero aquí decidieron que fuesen voces femeninas, algo que ya se ha hecho en otras producciones. "Los contratenores que tenemos disponibles en la Argentina son más bien barrocos, así que pensamos que era contraproducente para esta obra. Hay una sola escenografía, con una estructura muy simple que sirve para las tres secuencias. Para ópera no me gusta hacer puestas en las que el espectador se sienta tan invadido que no escuche. Cuando hay mucha imagen el sonido se repliega. Hay signos que te remiten a la casa de los Prózorovs, pero no estamos en 1901; a través del vestuario la sacamos de esa época y le dimos agilidad", afirma Szuchmacher.
Cuando se estrenó en Lyon, la gente la aplaudió de pie. Szuchmacher no puede anticipar la reacción del público, pero hace una sugerencia para poder disfrutarla: "Es una obra que habla sobre la despedida, el vacío, el deseo y el sufrimiento de una manera que no puede dejar fuera a nadie. El que logre conectarse con eso se va a encontrar con una experiencia teatral musical muy interesante. Hay que relajarse y no asustarse por el tipo de lenguaje musical".
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