Grabaciones: Badly Drawn Boy llega a los 50 maduro y relajado
La aparición de Damon Gough en la escena musical inglesa fue una grata sorpresa. Cuando la llama del britpop empezaba a perder intensidad, The Hour of Bewilderbeast -su primer álbum, de 2000- se perfiló como una excelente alternativa para los amantes de las canciones que apuntan al corazón y provocan instantáneamente una empatía traducida indistintamente en fervor o melancolía, en la línea de predecesores ilustres como John Lennon o más cercanos al culto como Harry Nilsson. Badly Drawn Boy, tal su identidad artística, pisó fuerte de entrada: fue señalado como un heredero de Beck (una apreciación aventurada que el desarrollo de su carrera no confirmó), ganó un Mercury Prize, brilló en el festival de Glastonbury y muy pronto fue convocado para componer la banda sonora de About a Boy (2002), encantadora comedia protagonizada por un Hugh Grant en estado de gracia.
Lo que vino después (siete discos -entre ellos, uno que desde el título revelaba su admiración sincera por la música de Bruce Springsteen, Born in the U.K., y un par de bandas sonoras más) no estuvo mal, pero nunca alcanzó el nivel de aquel debut tan promisorio. Y luego hubo un largo silencio de ocho años marcado a fuego por el alcoholismo y una ruptura amorosa que lo hundió en la depresión. "La sensación que tuve en todos estos años es la de haberme calzado un par de zapatos con piel de banana en las suelas que hicieron que resbalara todo el tiempo", declaró hace unos días para explicar el singular título de su flamante álbum, que merece ser observado como la señal acabada de un renacimiento.
En los 50 minutos de Banana Skin Shoes hay variedad y buen gusto: un poco de sonido Motown, algunos collages propios del hip hop made in Gorillaz y, como era de esperar, la impronta beatle de siempre. Abundan las reflexiones sobre ese pasado que pedía a gritos ser exorcizado y relucen los homenajes explícitos a Springsteen (una vez más), el soft rock de Chicago e incluso Tony Wilson, fundador del sello Factory Records, un orgullo cultural de Manchester, la base de operaciones de Gough. Es un disco de alguien que volvió a enamorarse de la música luego de un período demasiado prolongado de desgano y decepciones. Una puesta a punto necesaria de un artista que creció a los golpes y ahora busca su propia redención.
El regreso de Badly Drawn Boy es empujado con brío por un hombre de 50 años que parece relajado después de haber encontrado un nuevo amor, que está encantado con un hijo de tres años al que adora -lo dice públicamente en cada oportunidad que tiene-, que nos cuenta que está más vivo que nunca con el poderío de catorce canciones preciosas y que ingresa a la madurez con una elegancia que contradice de plano un apelativo artístico que ya no le hace justicia.
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