El tango se revitaliza en todo el mundo
Mirada argentina desde el extranjero
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MIAMI.- En un reciente artículo, LA NACION se ocupó en detalle de los espectáculos orientados a los turistas que se han montado en los últimos tiempos en Buenos Aires, entre ellos los dedicados al tango. Este redescubrimiento del género debería servir para abrir los ojos de muchos argentinos acerca del fenómeno de revitalización del tango que se ha producido en todo el mundo.
Para quienes vivimos en el exterior, siempre resulta un poco sorprendente que nuestros compatriotas sean, un poco como los maridos o las mujeres engañados, los últimos en enterarse. Y ello pese al hecho bien comprobado de que, como mencionaba la nota de este diario, el tango mueve miles de millones de dólares por año en todo el mundo.
Sin embargo, gran parte de ese movimiento de divisas se genera fuera de la Argentina y Uruguay, países que en muchos aspectos han estado, paradójicamente, a la retaguardia del fenómeno. Y si bien es cierto que en los últimos años la situación ha mejorado, aún falta mucho por hacer para que el tango ocupe el lugar que merece como una industria no tangible que genera divisas.
Según cifras no oficiales (en esto siempre parece haber un déficit crónico de precisiones estadísticas en la Argentina), no menos de 35.000 turistas llegan a la Argentina cada año, animados por el interés en conocer la cuna del tango, practicar la danza y aprender sus secretos in situ y hasta apoderarse de cuanto "souvenir" pueden para dar rienda suelta a su pasión tanguera.
Las empresas de aviación comercial, las agencias de turismo, la hotelería, los restaurantes y todo tipo de servicios turísticos y conexos se benefician con el ingreso de divisas derivado del tango. Existen numerosas microempresas en el exterior, particularmente en Estados Unidos y Europa, que organizan excursiones guiadas a la Argentina -a veces incluyendo porciones de ecoturismo al interior del país- para los apasionados fanáticos del tango.
Multiplique el lector por su cuenta una estimación del gasto por turista ingresado en el país y tendrá una idea aproximada del impacto económico que tiene ese tipo de turismo especializado, en un país que atraviesa una de las más graves crisis socioeconómicas de su historia.
En la Argentina misma se ha generado, además del sector de espectáculos, toda una industria subterránea de turismo receptivo, que permanece en gran medida marginada del interés de las autoridades. La devaluación del peso ha convertido al país en un destino secreto de inversiones inmobiliarias. Existen en Buenos Aires no menos de 10 a 15 alojamientos dedicados solamente a atender tangueros que, en muchos casos, son producto de la iniciativa de extranjeros atraídos por la diferencia favorable de cambio.
Para no hablar de los muchos europeos y norteamericanos que, en contraste con la ola emigratoria de los últimos tiempos, se han radicado allí, comprando casas antiguas que refaccionan y convierten en pequeños hoteles privados para atender a la afición tanguera del exterior. Nadie ha cuantificado debidamente todo ese fenómeno de inversiones secretas, casi subterráneas, que tiene su efecto multiplicador en sectores como la construcción y los servicios. Y si bien es cierto que últimamente el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Secretaría de Cultura y otros organismos han prestado creciente atención al fenómeno tanguero, patrocinando toda clase de festivales, congresos y actividades del rubro, no lo es menos que todavía falta mucho por hacer.
Las orquestas, los conjuntos de tango y los elencos de bailarines, por ejemplo, brillan por su ausencia en las comitivas del gobierno nacional. Hasta hubo un presidente de poco feliz desempeño en el cargo que viajó a Gran Bretaña con un grupo de "rock nacional", en lugar de llevar un espectáculo de tango, probablemente con la equivocada idea de sorprender a los británicos. Con el debido respeto a los intérpretes de ese género musical, lo que los ingleses hubieran esperado no era un remedo sudamericano de un género del que fueron cocreadores, sino una expresión de la música con la que más se identifica a la Argentina fuera de sus fronteras.
Hasta hace un par de años, la Secretaría de Turismo no tenía un solo folleto en inglés u otros idiomas sobre las actividades tangueras en Buenos Aires (y ni qué hablar del resto del país), como si el género no fuera una atracción turística mayúscula para los foráneos.
Tampoco existe, que se sepa, una partida presupuestaria en Cultura que apoye los considerables esfuerzos privados que se hacen para organizar las giras de las orquestas y los elencos de tango más destacados del país. Ni hay fondos específicos en la Cancillería para que los consulados y las embajadas respalden económicamente a los muchos argentinos que, a veces con grandes penurias financieras, salen por su cuenta a difundir el tango y el folklore argentinos al exterior.
La realidad es que a los argentinos se los conoce mejor por sus aportes a la cultura que por ciertas figuras idolátricas del fútbol o el tenis, a las que se les dedican inmerecidos ríos de tinta y tiempos de radio o televisión en el país. El tango, como Borges, Sabato o Cortázar, es un aspecto emblemático de la Argentina que sólo los argentinos -en especial sus autoridades nacionales- parecen paradójicamente empeñados en ignorar.
Aunque más no sea por el considerable efecto económico que tiene para el país, el tango, como el folklore y otras manifestaciones culturales, merecería un fomento más activo y decidido, como si fuera una industria más de exportación. De hecho, en el caso específico del tango, porque es un inesperado y valioso aliado de la necesidad de divisas que tiene la economía argentina para recuperarse. El día que los argentinos destaquen sus bienes culturales en lugar de venerar ídolos deportivos con pies de barro comenzarán a percibir los beneficios de un fenómeno que, hasta ahora, sólo parecen valorar debidamente quienes no son nacidos en su suelo.
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