Gregory Porter. "Soy un crooner del siglo XXI con un mensaje espiritual"
Con la experiencia social y religiosa de su madre como guía, y referentes del jazz como Frank Sinatra y Johnny Hartman, a los 38 años es una de las voces internacionales más reconocidas; este domingo se presenta en el Teatro Coliseo
El arte de Gregory Porter no es el swing de las big band, sino los grupos más pequeños, los temas propios y una cabeza puesta en el nuevo siglo, sin quitarse el saco ni la corbata que le dan un aire de cantante clásico, de crooner del siglo XXI.
"Bueno, mi amigo, mis cantantes favoritos son crooners: Nat King Cole, Frank Sinatra o Johnny Hartman. Pero yo veo otras influencias en mi carrera, que vienen del gospel, del blues y del soul -dice en una pausa de su gira, antes de llegar a la Argentina (se presentará el domingo 8 de octubre en el Teatro Coliseo), y sin quitarse la simpática gorra que usa para llamar la atención (como si ese vozarrón no fuera suficiente)-. Quizá sí sea un crooner de este tiempo. La gente que viene a los conciertos muestra un amplio rango de edades. Lo más interesante de mi carrera es que la música es multigeneracional. Muchas veces viene gente de 60 o 70 años. También tengo algunos fans de 9 o 10 y adolescentes. El mercado de los 19 a los 25 es el más difícil de complacer. Pero he cantado en festivales de jazz y de pop y es cool ver cómo mi expresión musical tiene lugar en espacios tan distintos."
Más allá de que su próximo disco, que saldrá el 27 de este mes, está dedicado a Nat King Cole, Gregory Porter tiene repertorio propio y eso les da un plus a sus discos y a sus actuaciones. Habla de lo que le pasó desde que se hizo conocido (no alcanzó la fama en su juventud sino a los 38 años), de lo que le sucede por estos días, o larga un concepto general sobre un tema, y siempre es de una manera positiva.
"Porque creo que mi música tiene un mensaje positivo. Mucha gente le presta atención a los artistas que son exitosos. Quizá piensan en que ellos podrían hacer las mismas cosas. Pero no debe ser por el camino de la negatividad. Pueden elegir un mensaje positivo. De todos modos, lo que busco es solamente ser yo mismo. Creo que mi éxito es ser orgánico."
La mamá de Gregory era una mujer cristiana y muy devota, y de algún modo a él se lo puede ver como una especie de predicador. Pero no desde un dogma religioso, sino a través de una espiritualidad sin rótulos. Parece un hombre tranquilo que habla de paz y amor. Responde de manera pausada, canta saboreando las palabras y las notas, sin ornamentaciones ni tecnicismos. "Exacto. No es un mensaje religioso, pero sí espiritual. Está en canciones como «When Love Was King» [de su penúltimo disco, Liquid Spirit] e incluso en temas como «Holding On». Paz, amor y respeto mutuo. Justicia social. Claro que pienso en esas cosas. Tengo la posibilidad de llegar a cientos o miles de personas con un mensaje positivo en mi música."
Para su último disco, Porter construyó un lugar imaginario a partir de uno real. Grabó una canción llamada "Take me to the Alley" (literalmente significa "llévame al callejón") y para reforzar la idea ese fue el título que eligió para su disco. Creció en un barrio de blancos en California y sufrió el racismo. Emigró a la costa este de los Estados Unidos, pero después volvió al pago.
-¿Cómo es ese lugar, ese callejón, el real y el simbólico?
-Es un lugar en Bakerfield, California, donde mi mamá iba a ayudar a la gente de la calle. Prostitutas, adictos al alcohol y las drogas. A eso se refiere la canción, pero además es para todo aquel que está cayendo por el motivo que sea y necesita ayuda. Ése es el mensaje de lo que mi madre ha hecho durante toda su vida.
-Para su último disco escribió un tema llamado "Day Dream" (soñar despierto), pero lo invito a cambiar el orden de las palabras: dream day. ¿Cuénteme cómo es su día soñado?
-[Se ríe durante unos segundos.] No tengo quejas sobre la vida que tengo y todo lo que viajo alrededor del mundo, pero realmente el día soñado es estar en mi casa. Levantarme y preparar el capuchino a mi manera, disfrutar de la familia. En general me gusta preparar el desayuno, el almuerzo y la cena. Me gustan los buenos vinos. La comida tiene muchas cosas en común con la música, ¿sabe? Con las dos uno puede pasarla bien y sentirse mejor.
-¿Sería chef en otra vida?
-En ésta. Trabajé en cocinas por un largo tiempo, incluso cuando comencé haciendo mi música. Y luego algunos que me conocieron en ese rol se sorprendieron al verme cantando en la televisión. Me encanta cocinar.
-¿Habría preferido ser descubierto por la industria discográfica mucho antes, a los 20 años?
-Alguna parte de mi dice que sí. Pero luego me doy cuenta de que mi camino probablemente ha sido el correcto. Tenía que crecer, aprender de las lecciones que te da la vida. Subir y bajar emocionalmente y darle forma a mi música. Todo tiene su lugar. La música tiene momento y lugar. Y creo que las cosas que me pasaron le dieron forma también a lo que hago. En ese sentido, que me hayan descubierto a los 38 ha sido algo positivo.
-Desde entonces grabó cuatro discos, vivió en Nueva York y regresó a la ciudad donde se crió.
-Sí, tuve motivos para volver a Bakersfield. No necesité quedarme allí, pero la vida, durante 13 años, y los conciertos en Brooklyn, Harlem y Manhattan ayudaron a crear mi propio estilo. Creo que Nueva York fue importante en esencia, pero cuando tu nombre está establecido alrededor del mundo no importa demasiado dónde vivas. Viajo mucho. Ahora tengo que estar más tiempo en Europa que en mi propia casa. Paso como 200 días al año en gira.
-¿Hacia dónde va su carrera?
-Apunto a la individualidad, a poner la propia influencia en la música. Piense en grandes artistas: Thelonious Monk, Cannonball Adderley, Sara [Vaughan], Shirley Horn, Louis Armstrong... Todos ellos tuvieron un ADN único dentro del jazz.