Homenaje a Guillermo Graetzer
Con dos conciertos, uno en el Auditorio de la Asociación Cultural Pestalozzi, Freire 1882 y otro de la Filarmónica de Buenos Aires se rindió justo homenaje a Guillermo Graetzer, al cumplirse diez años de su fallecimiento.
Fotografías y partituras
Otro tipo de testimonio de recordación, no sonoro sino visual, es el que está teniendo lugar, hasta hoy, en el foyer del Teatro Colón, donde se exhiben fotografías, partituras, material musical y la célebre carta manuscrita de su renuncia como titular del Collegium Musicum, institución que fue fundada, por su iniciativa personal, en 1946. Quien ha provisto el material para esta exposición es su hijo Carlos GrŠtzer, tan compositor como su padre aunque con una grafía diferente en su apellido, residente en Francia y de visita, precisamente para esta ocasión, en nuestro país y, por supuesto, el mejor informante posible para conocer, con más detalles, los pormenores de quien fue un compositor de prestigio, uno de los pedagogos más trascendentes de la Argentina y, fundamentalmente, un ser humano sumamente entrañable.
-¿Por qué cree usted que su padre es mucho más conocido como maestro, en el más pedagógico de los sentidos, que como compositor?
-El hecho, como usted lo manifiesta, es una realidad incontrastable y para ello puede haber más de una respuesta. En primer término, en efecto, mi padre desarrolló una intensa actividad como pedagogo, fundando y dirigiendo en sus comienzos el Collegium y también trabajando en diferentes instituciones y en el ámbito privado. Pero, además, su labor compositiva no fue continuada. Hubo un largo período de silencio creativo, entre 1960 y 1976, aproximadamente, que lo alejó sensiblemente de los escenarios. Por otra parte, ése fue el tiempo en el cual se asentó definitivamente como un educador musical de gran renombre, escribiendo ensayos, editando libros y cancioneros, componiendo obras con fines educativos y traduciendo y adaptando métodos de educación musical para la realidad argentina y latinoamericana.
-¿A qué se debió esa pausa?
-Esencialmente, respondió a una necesidad personal de revisar su estética. Hasta ese momento había escrito un corpus importante de música, todo estrenado y con buena aceptación, con perfiles neoclásicos y con influencias claras de Hindemith y algunas también de Bartok, y que él comenzó a considerar que era necesario analizar y redefinir. En todo caso, la búsqueda de nuevas perspectivas estéticas y de una nueva formulación del discurso musical fue una de las causas. La otra fue el desasosiego que le ocasionaban los conflictos dentro del Collegium, donde se sentía muy a disgusto con tendencias que ya no compartía y que, al final de largas y agobiantes discusiones, concluyó con su alejamiento. Es muy sintomático que la obra suya que se interpretó el jueves último en el Colón, "Liberación", debe su título, precisamente a que, por fin, se había desprendido de la carga emocional que le significaban los conflictos dentro de la institución. A partir de esa obra y de ese momento, comenzó su segundo período creativo.
-¿Cuáles son las características principales de esa nueva etapa?
-Por un lado la incorporación de una temática latinoamericanista y también precolombina, por supuesto que en un plano de abstracción musical, y la utilización de técnicas seriales que, es necesario afirmarlo, nunca fueron aplicadas de manera dogmática. Pero, además, cuando encontró un nuevo sendero para transitar, se abocó a la composición con una energía increíble. Al mismo tiempo, comenzó a no querer que se interpretaran obras de aquel primer período. Tenía una necesidad y un deseo personales de retomar aquel buen nombre de compositor que lo había acompañado anteriormente pero, ahora, a través de sus nuevas propuestas.