Insondables caminos de la música
¿Se han encontrado, en alguna vuelta de los caminos, Andrés Calamaro y Paco de Lucía? No que se sepa, pero es una pregunta que surge como razonable con la aparición, casi simultánea, de sus dos nuevos álbumes. Es que tanto "El cantante", del músico argentino, como "Cositas buenas", del talentoso guitarrista español, comparten buena parte del elenco. Ambos están producidos (coproducido en el caso de Lucía) por Javier Limón, y en él reside posiblemente parte de la clave. Porque también ha sido el gestor de otros recientes lanzamientos, como "Lágrimas negras", el disco de Bebo Valdés y Diego el Cigala que ya fue comentado en estas páginas, y quien produjo el track más interesante del también recién aparecido "Tatuaje 2", un álbum de coplas españolas interpretadas por distintos artistas y en el que, entre algunas molestas sobreproducciones, sobresale "Suspiros de España", cantado por Diego el Cigala.
Los otros músicos que navegan los mismos tracks no hacen más que resaltar que hay una escena nueva, vital, que anda a su aire por España. Ambos discos cuentan con el bajo de Alain Perez, la percusión de Piraña (que también participa de "Lágrimas negras") y la trompeta de Jerry González, un puertorriqueño establecido en Nueva York, cultor del latin jazz y que, por medio de Fernando Trueba y su documental sobre jazz latino, "Calle 54", llegó a España, fue amor a primera vista y desde entonces parece estar ayudando a profundizar el encuentro del flamenco con el jazz. Su álbum de 2002, "Jerry González y los Piratas del Flamenco" (producido, claro, por Javier Limón), mucho ha colaborado en esta revitalización.
Esperar no es desesperar
Pero no todas son similitudes. Sobre todo cuando se habla de un nombre como el de Paco de Lucía que se ha tomado cinco años para componer las ocho canciones de este álbum despojado, de resuelta vuelta a las raíces.
Cinco años que valieron la pena porque se trata de uno de sus mejores trabajos, en el que su prodigiosa guitarra sólo es acompañada apenas por percusiones, palmas y variados cantaores que incluyen a Montse Cortés, Diego el Cigala y a Camarón de la Isla, cuya voz fue recuperada para la bulería "Que venga el alba", en la que también se suma la guitarra de Tomatito.
Hay aún otro invitado, inesperado para algunos: en la rumba "Casa Bernardo" Alejandro Sanz toca el tres junto a la trompeta del mencionado González. Paco de Lucía juega entre lo primitivo y lo sofisticado, entre lo elaborado y lo instintivo; su guitarra agrega síncopas y texturas sin perder su apego a la tradición y, así, el músico gana todas las partidas.
El cantante
Los caminos de Andrés Calamaro son ya, para algunos, casi insondables. Si el ex integrante de Los Rodríguez siempre cultivó -mediante sus "Grabaciones encontradas"- la edición paralela de registros espontáneos, en los últimos años ésta se había vuelto su senda principal. A los 37 temas de "Honestidad brutal" (1999) siguieron los 103 del quíntuple "El salmón" (2000). De apariciones en vivo, ni hablar. El vivo era su hogar, su búnker, su casa estudio por él bautizada "Deep Camboya", en la que se dedicó durante años, en días de más de 24 horas, a componer cerca de mil canciones que, para segura desesperación de su sello discográfico, ponía al alcance de todos a través de Internet.
Es él, justamente, quien ahora decidió ser "el cantante" y poner su voz a canciones ajenas. El álbum, compuesto de doce temas, tiene sólo tres de su autoría. Quizás, entonces, haya que pensar que, en las noches madrileñas, Calamaro se cruzó con esta nueva movida de la que dan cuenta los músicos que lo acompañan y decidió ponerse a su servicio para no perder la oportunidad de seguir siendo un aprendiz, un buscador. Porque quienes hayan charlado con él saben que no suelen faltarle las palabras, sobre todo si se trata de reconocer a sus maestros, a sus guías, a los músicos que admira.
Acompañado por la guitarra flamenca del Niño Josele (sí, claro, aparece también en "Lágrimas negras"), Alain Pérez, Jerry González, Piraña, el acordeonista Bernardo Parrilla y el acordeonista Javier Colina, Calamaro canta como en una noche de juerga y entrega. Se atreve con desparpajo con tangos como "Malena", "Volver" y "Sus ojos se cerraron" cuya escucha, para muchos, no será fácil y dirán, por lo bajo o lo alto, que les ha faltado el respeto a clásicos que han tenido versiones inmejorables. El, simplemente, los ha hecho suyos; allí, junto a ese grupo de músicos españoles, llevó su bagaje, su herencia, su raíz, y no se propuso entregar la versión definitiva ni fijar nada. Sólo seguir en el cauce de la música, en las estaciones de un camino que no tiene dirección fija. Lo mismo con "Alfonsina y el mar", "El arriero", "La distancia" (de Roberto y Erasmo Carlos) y "Algo contigo", entre otros, más sus tres composiciones: "Estadio Azteca", "La libertad" y "Las oportunidades".
Casi sobre el final, y antes del tema de Blades que da nombre a la placa y pareciera justificar su mismo lugar, llega "Voy a perder la cabeza por tu amor", el más salvaje y desgarradamente cantado, que hace pensar (y poco importa que haya sido grabado en ese orden) que el encuentro fue creciendo, como corresponde a un grupo de flamenqueros en busca del duende, con el paso de las horas.
Más allá de las diferencias, hay aún otras similitudes. Porque ambos parecen jugar con el tiempo, hacer como si no existiera, como si la meta, la búsqueda, no fuera un ideal de progresión, de evolución, sino un espacio esencial, más profundo y atemporal. Y porque pareciera percibirse que no existieron las prisas de las grabaciones de las producciones exigentes y exigidas que se mueven al pulso de la implacable lógica de mercado.
Los dos, también, les dan la espalda a los juegos de efectos que permite la tecnología, con la salvedad de la aparición, en "Cositas buenas", de la voz de Camarón, hecha justamente para vencer al tiempo y a la muerte.
Hay aún, una advertencia. Ambos discos necesitan de escuchas. De varias, en "Cositas buenas", para terminar de aprehender su clima íntimo e intenso. En el del argentino, para encontrar sus escuchas, su público, que no será, posiblemente, aquel que vaya a buscar al de la famosa "Mi enfermedad", sino el que valore este "menos es más" por el que transita hoy. El que busque al cantante y no a Andrés Calamaro.
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