Joaquín Sabina dio su último concierto en la Argentina: “Buenos Aires está hecha a la medida de mi corazón”
El juglar de Úbeda cerró anoche el ciclo de diez funciones en el Movistar Arena
4 minutos de lectura'


Si como se reseñó hace casi un mes en LA NACION, el primero de los diez conciertos de Joaquín Sabina en Buenos Aires fue una especie de UPD (último primer día) de colegio secundario, el que ofreció anoche puede ser considerado como ese abrazo de despedida que se dan compañeros y compañeras de secundaria cuando bajan del micro que los trajo de regreso del viaje de egresados. Se seguirán viendo, pero no será lo mismo.

En este caso, pasa algo similar. Se impone la sensación, en los últimos compases del último bis, de que existe un gran abrazo entre el juglar de Úbeda y aquellos que lo acompañaron durante las últimas cuatro décadas. Se seguirán encontrando -porque la música de Sabina seguirá sonando en discos o en plataformas digitales- pero no será lo mismo. El poeta ya no estará en escenarios porteños, esos que comenzó a pisar como puerta de acceso a América Latina: de los shows intimistas en un mítico pub de Palermo hasta la cancha de Boca.
Serrat, uno de sus más queridos colegas -ese con el que Sabina ha grabado discos y ha emprendido varias giras- tiene una canción que dice: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”, como una de varias maneras de evocar a Machado.
Sabina ha escogido como verdad el momento de decir “Hola y adiós”, de emprender su gira de despedida, y lo está haciendo, ya desde hace algunos meses.

La originalidad que siempre han tenido sus versos fue la clave de su éxito, por encima de las posibilidades canoras de su voz. Y en ese sentido, el repertorio de esta gira -el último concierto porteño no fue excepción- es a prueba de fallos: una playlist de grandes éxitos que el público no deja de corear.
“Lágrimas de mármol”, “Lo niego todo”, “Mentiras piadosas”, “Calle Melancolía”, “19 días y 500 noches”, ”Donde habita el olvido", “Peces de ciudad”, “Una canción para la Magdalena”, “Por el bulevar de los sueños rotos”, “Y sin embargo”, “Noches de boda”, “Y nos dieron las diez”, “Con la frente marchita” y Princesa", entre otros de una lista interminable, que se pasó volando, porque en esas dos horas diez de show no hubo demoras ni parlamentos extensos. En esta última función habló lo necesario para poner a sus canciones en contexto de creación o para dedicatorias y agradecimientos, como el que le hizo a Juan Carlos Baglietto. Todo fue sin demagogias. Solo deslizó un: “Sois el mejor público del mundo” cuando se vio tapado por una ola de ovaciones.
“Todas las cosas llegan y llegó la última noche de la gira americana. Diez noches en Buenos Aires, lo elegimos así”. Esas fueron sus primeras palabras. “Porque Buenos Aires no es cualquier lugar para mí. Es una ciudad y una gente que está hecha a la medida de mi corazón. Es el lugar donde hace cuarenta años empecé en América. Me abrió las puertas y las ha dejado cada vez más abiertas durante todos estos años. Así que, los diez conciertos que acaban hoy han querido ser una gran celebración de un milagro. Del milagro de que unas canciones escritas en otro continente supieran abrirse camino hasta el corazón de esta ciudad y de sus habitantes".
Las pantallas eran un largo friso que envolvía a la banda y a Sabina, sentado en el centro, durante casi todo el concierto. “La calle Melancolía” fue coreada desde las primeras filas de la platea hasta las tribunas más altas. “Cantar en Buenos Aires es cantar con vosotros en Buenos Aires”, dijo a modo de agradecimiento por el ida y vuelta con su audiencia.
Su voz ajada (más que en cualquier otro momento de su carrera) entra en cada nota guiada por las propias palabras de su inspirada poesía. En definitiva, la precisión de esas palabras es lo que lo hizo un gran predicador de canciones.
En distintos momentos del show, las voces de Mara Barros, Jaime Asúa y del director de su banda, Antonio García de Diego, adquirieron el protagonismo para que Sabina saliera de escena, renovara el aire y su vestuario. Por su puesto que no faltó su sombrero bombín, esta vez con una cinta que llevaba los colores de la bandera argentina.
Así pasaron, en acto final, esas canciones entrañables que el público no quería que terminaran. Y así paso aquel tango fatal (“Con la frente marchita”), como antesala del último bis: “Y ya nadie me escribe diciendo ‘no consigo olvidarte’. Ojalá que estuvieras conmigo en el Río de la Plata”. Luego, sí, el acto último; ese himno despechado (“Princesa”) que el público no cantó; lo gritó.
Otras noticias de Joaquín Sabina
- 1
Tom Cruise presentó Misión imposible: la sentencia final en Londres y Natalie Portman, a pura sonrisa en Cannes
- 2
Mariano Martínez: el grave padecimiento físico que atravesó y los prejuicios antes de enamorarse de Valeria Lynch
- 3
Cannes, en fotos: de la hipnótica llegada de Angelina Jolie a la simpatía de Emma Stone y el orgullo de Pedro Pascal
- 4
Quién se va de Gran Hermano este lunes 19 de mayo, según las encuestas