En la ruta con Los Auténticos Decadentes: soldados de plomo de tu alegría
Dos días junto a la banda más alegre del rock vernáculo sirven para descubrir que su trascendencia es el equilibrio entre diversión y profesionalismo
VIÑA DEL MAR.- Moska extiende el brazo para saludar y chequear el estado de ánimo del equipo de periodista y fotógrafo: "¿Están preparados? Miren que esto no es así nomás. Pero se van a divertir", aclara y sonríe el percusionista de Los Auténticos Decadentes . Lo que sigue es una mezcla casi perfecta de fiesta de egresados y profesionalismo: el equilibrio que les permite festejar, desde septiembre del año pasado, treinta años de carrera.
La cosa no es así nomás. Es cierto. Fotógrafo y cronista cruzamos la Cordillera para un concierto de Los Decadentes en el Festival de Viña del Mar -una noche muy argentina, donde también estaban Los Fabulosos Cadillacs-. Después de dos horas de avión y una y media de combi llegamos a un hotel en Valparaíso, a diez kilómetros del escenario mayor de Viña y del hotel cinco estrellas donde alojan al resto de los artistas que estarán en el festival. "Ves, es como en las películas de los Súperagentes -me dice el cantante Cucho Parisi, en la puerta del ascensor del cuarto piso-. A nosotros siempre nos toca ser Mojarrita. Pero, bueno, también es cierto que somos una multitud y hay que conseguir lugar para todos."
Los Decadentes viven una semana intensa con tres shows, a no menos de 1500 kilómetros uno del otro. "Creo que somos bendecidos por poder hacer lo que queremos. Obviamente que uno con los años puede exigir un poco más, pero estas cosas son parte de nuestra película que a veces es bizarra. El tema es ponerle onda. Cada uno tiene su vida y sus problemas, pero esto es un colectivo que te permite darte gustos y compartir soledades."
Cucho entra a su habitación y apoya en el piso una valija enorme. Parece un niño que abre regalos la mañana de Reyes. "Ojo que es también el karma de la clase media. Es decir, todo nos cuesta mucho pero hoy tengo acceso a estas cosas, que es como el sueño del pibe. Como comprarme discos en vinilo." Ese equipaje no trae vinilos, sino un nuevo vestuario recién llegado de Miami. Miramos los trajes, las gorras, las camisas y los pantalones que sólo él se anima a usar. Hay combinaciones que son una mezcla entre look rapero ochentoso y Bruno Mars. "Eso, la entendiste", me dice Cucho.
En la banda hay tantas personalidades como músicos. Cucho y Gastón "El Francés" Bernardou son, sin duda, los más histriónicos; Pablo Rodriguez (saxo) y Pablo Armesto (bajo), los de perfil más bajo. Mariano Franceschelli (batería) y Martín "Moska" Lorenzo viven con los radares prendidos. A Jorge Serrano (voz y guitarra) y a Daniel Zimbello (trombón) les gusta hablar de política y de filosofía. Guille Eijo (trompeta) tiene una sonrisa de oreja a oreja porque su hija va a cantar un tema con el grupo, nada menos que en el festival mayor de Chile y frente a ese temible público que se conoce como El Monstruo.
En los viajes en combi (que son muchos en estos días, para ir y venir a pruebas de sonido, conferencias de prensa y el show) me pongo al día con los números. ¿Alguien sabe cuántos show hicieron los Decadentes el año que más veces tocaron? Omar Kayan -Road/Production Manager casi desde el comienzo del grupo- me cuenta que fueron unos trescientos, a principios de los noventa.
Épocas muy intensas. "En general, nos cuidamos. Antes salíamos a conocer los lugares a los que íbamos, ahora nos guardamos un poco más. Tenemos mucho respeto por el laburo", dice Moska.
El "antes" es la década del noventa y parte de la siguiente, cuando los Decadentes tallaron un estilo que hacía incursiones sin ningún tipo de prejuicios en la música tropical, especialmente en la cumbia vernácula. El "antes" es el gesto iconoclasta y posmodernista de esos años. "El modernismo fue un movimiento esperanzado, hacia adelante -me dice Jorge Serrano, en una larga charla de ruta-. El posmodernismo es crítico, desesperanzado, nihilista de alguna manera. Siempre estoy pensando hacia adónde vamos actualmente. Ya no es más algo posmoderno que un grupo toque una cumbia. Terminamos siendo una especie de mainstream en sí mismo. Por eso pienso ideológicamente hacia adónde vamos. Antes éramos más críticos, ahora somos como parte de un folklore, y quizás no podamos escapar de eso. Creo que las carreras tienen picos que, quizás, no se pueden volver a alcanzar. Pero lo que uno tiene que ver es hacia adónde va. El vacío que yo siento es por no ver hoy cuál sería nuestro aporte contracultural. En un momento logramos ser populares desde un posmodernismo crítico no irónico. Porque fuimos sinceramente populares. Llegamos a la bailanta emocionados. Ahora no sé. Ni siquiera sé si la gente puede sentir empatía con lo que tengo para expresar hoy. Al mismo tiempo, no es algo que me moleste mientras que el grupo siga vivo y a la gente le guste".
Hablamos de creación y de recreación. Moska dice que la repetición se vuelve estilo y la charla se pone cada vez más interesante. Porque en los Auténticos Decadentes la profundidad emerge de debajo de la diversión. "Y la gente se da cuenta de eso", retoma Serrano.
Los Decadentes son una gran familia: esposas, primos y hermanos también participan en la producción. Ni siquiera tienen un representante. El guitarrista Nito Montecchia me cuenta que hace más de 25 años lleva adelante la oficina que vende los shows del grupo. Los productores de espectáculos los contratan por la seriedad con la que trabaja esta S.R.L. y el público los sigue viendo porque parecen un colectivo a Bariloche en plan de viaje de egresados. Los miro y me hacen recordar el tema "Somos", ese con el que se definen: "Soldado de plomo de tu alegría, somos la fruta prohibida. El desborde criollo que cura las heridas (...) Somos como somos, Decadentes, así somos". Mi recuerdo dispara otro recuerdo de Moska. Al bajar de un avión en un aeropuerto de México vieron a un chico que, con apenas 10 años, levantaba un cartel que decía: "Somos como somos, Decadentes, así somos. Bienvenidos."
Hielo al sol
Dejamos atrás el día del arribo. La prueba de sonido es la rutina que toda banda con mucha trayectoria quiere evitar. Pero no siempre se puede. La peor parte la llevan los asistentes, que salieron a las 5.30 de la mañana del hotel para llegar a la Quinta Vergara a armar el backline. La banda prueba sonido. Para las 11 se escuchan los últimos acordes en una mañana que va levantando temperatura. Nunca mejor esa frase decadente: "Como un hielo al sol". Febo no perdona. Por suerte todo se resuelve en un tiempo razonable. Queda esperar que todo funcione como quedó seteado en la prueba, porque los Decadentes necesitan 43 canales para sonar (y usan 16 mezclas de monitoreo) y las consolas no tienen mucho resto si algo falla. Tampoco es fácil mover a la crew decadente, que en este viaje suma más de veinte personas entre doce músicos, asistentes, iluminador, sonidistas, diseñadores de visuales, músicos invitados y los dos colados de LA NACION.
Ovejas descarriadas
Hasta las 15 hay tiempo para regresar a Valparaíso, almorzar y volver a recorrer los 10 kilómetros para la conferencia de prensa en el hotel cinco estrellas donde Los Decadentes no están alojados (sorry gordos). El encuentro con la prensa va de respuestas políticamente correctas a esos desbordes que se pueden esperar del quinteto de músicos que asiste en representación de todo el grupo. Cucho dice que lo que más le gusta de Chile es Beto Cuevas ("pero nunca me dio bola"). Nadie le cree, pero todos le festejan el chiste.
Termina la conferencia y salimos por bambalinas. Sigo al quinteto que enfila hacia un ascensor. La productora del festival encargada de coordinar los movimientos decadentes da indicaciones. Cuando se cierra la puerta del ascensor el percusionista Eduardo Trípodi (un personaje entrañable) me dice con su voz símil megáfono: "Es muy buena, lo que pasa es que no le damos pelota. ¿Qué querés? Si esto es como Pedro [sí, el de Heidi] tratando de manejar a doce ovejas taradas." La frase es premonitoria. ¿Bajamos en el piso equivocado? Aparecemos en la inmensa cocina del gigantesco hotel y nos perdemos. Un cocinero tiene que acompañarnos para poder llegar al lobby. A medida que pasan las horas la estada con los Decadentes es cada vez más entretenida.
Escenas de camarín
Al show de Los Fabulosos Cadillacs lo vimos por televisión, en el hotel. Recién a la medianoche dos combis nos trajeron, por enésima vez a Viña del Mar. El horario del show se va postergando. Cerca de la 1 era el primer rumor que corrió, pero finalmente fue casi dos horas después. "Últimamente siempre nos mandan al final. Lo bueno es que te da cierta importancia, lo malo es que no tenés mucha transmisión televisiva. En la Argentina muchas veces nos dicen que después de los Decadentes no quiere tocar nadie", analiza Moska.
Entre picadas, vino y cerveza, algunos de los músicos de los Cadillacs entran en el camarín para saludar. Hay reencuentros y anécdotas. Flavio Cianciarulo dice que tiene que gestionar un par de lugares para él y sus hijos porque se quedan a ver el show. Y no miente. Un rato después se lo podrá ver en segunda fila.
A las 2.50 de la mañana suben los doce emisarios de la diversión a cantarle al monstruo chileno. Son una topadora. Hacen el show perfecto, caminan el escenario con la firmeza de sus treinta años de historia y canciones que ya son clásicos. Todo parece una fiesta de egresados, sin embargo, no tiene que ver con el descontrol porque, aunque nada está guionado, cada uno sabe los movimientos que dará el otro.
Los cuatro primeros temas suenan casi sin pausa. Como si no les importara el aplauso del público; como si lo único importante fuera que la gente se divierta. Luego aparecen las canciones inconfundibles de Serrano, como "Corazón". Más tarde el cambió de timón que propone la voz del guitarrista Diego Demarco, que trae sus temas y le da un matiz distinto. Y finalmente otra catarata de canciones-éxito que no dejan a nadie sentado en su asiento, desde el palco que está frente al escenario hasta el fondo de la tribuna.
Todo eso es el mejor regalo para los soldados de la alegría que pisan por cuarta vez este escenario y tienen, a estas alturas, un criadero de gaviotas de plata y oro (premio que entregan las autoridades del festival por expreso pedido del público a sus artistas más queridos).
Festejos de aniversario
El 13 de septiembre del año pasado, Los Auténticos Decadentes celebraron los 30 años del primer show que dieron. Los festejos comenzaron en agosto, en el Luna Park, y culminarán en noviembre próximo, en el Foro Sol, de México. Los músicos aprovecharon para hacer este anuncio durante su estadía en Chile, donde participaron en la apertura de una nueva edición de Festival de Viña del Mar.
El "año aniversario" tiene novedades. Por un lado, el lanzamiento en vinilo de uno de sus CD más emblemáticos, Mi vida loca, y una biografía de la banda escrita por el periodista Fernando Sánchez, que se lanzará en abril. Por otro, un disco de versiones reggae y ska. Una idea de Sebastián Paradisi, baterista de Los Cafres, con una banda que no son los Decadentes, aunque varios de ellos participarán, junto a artistas como Vicentico y Melingo. Los Auténticos Reggaementes se llamará el álbum.
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