Manu Chao: La vaca que le salvó la vida, su primer disco en 17 años y el hotel de cinco estrellas que le pareció un exceso
Este 20 de septiembre sale el nuevo álbum del excantante de Mano Negra, Viva tu; su pensamiento, sus contradicciones y sus viajes constantes, en boca de quienes tocan con él
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Manu Chao sí tiene teléfono móvil. Quizá esta información que confirma a este periódico el músico francés Jean Michel Dercourt, alias Gambeat (“claro que tiene: yo me comunico con él por WhatsApp”), resulte intrascendente para el que no haya tenido que encarar a este personaje escurridizo, insondable, complejo y contradictorio, del que muchas veces se ha dicho que “no posee ni teléfono” para subrayar lo aislado que se encuentra del mundo. Estos días, Manu Chao (París, 63 años) pisa de nuevo ese sistema del que tanto huye. Y no solo porque nos hayamos enterado de que escribe mensajes por WhatsApp, sino porque publica un disco, de título Viva tu [así, sin tilde], el primero de larga duración en 17 años. ¿Por qué este cambio en una hoja de ruta que se basa en dar la espalda a las reglas impuestas por la industria musical? A partir de ahora, hablan los que lo conocen bien...
Porque una cosa es que se pliegue a empaquetar un álbum y otra que asuma el pack completo: lo nuevo de Manu Chao sonará en todas las plataformas a partir del 20 de septiembre, pero el músico no concederá entrevistas, no montará ruedas de prensa, no realizará una gira convencional. No, no y no.
El escritor y músico inglés Peter Culshaw conoce bien al artista francés. Viajaron juntos durante cinco años por África, Galicia, Colombia y Reino Unido. El resultado de esa experiencia se puede leer en Clandestino. En busca de Manu Chao, escrito por Culshaw. “Quizá su manager, de tanto insistir, lo convenció para editar el disco”, cuenta con ironía Culshaw por teléfono, para justificar este cambio de rumbo después de 17 años. “Aunque, en realidad, Manu es complicado de convencer: es un tipo muy testarudo, te lo aseguro. Tal vez necesite el dinero y por eso ha sacado el disco. Tiene una relación compleja y neurótica con el dinero. ‘El dinero es la raíz de todos los males’, dice, pero el dinero también compra la libertad, que es muy valiosa para él”.
Precisamente un ejemplo de este complicado equilibrio sobre lo que es Manu Chao y cómo debe actuar lo ejemplificó el propio Culshaw, cuando desveló, causando un encendido debate entre los seguidores del francés, que el autor de “Me gustas tú” compró un pasaje de avión en primera clase para grabar con la intérprete de Trinidad y Tobago Calypso Rose. Para algunos no liga esa autenticidad que inspira el personaje con elegir viajar bajo las comodidades que ofrece el capitalismo a los que poseen mucho dinero. “Yo no veía problema a que vuele en primera, pero muchos asumieron que esa decisión iba en contra de la narrativa de Manu”, expone Culshaw.
Para entender la narrativa que defiende el músico funciona la anécdota que cuenta el bajista francés Gambeat, con el que nuestro protagonista ha vivido mil batallas en 28 años tocando en conciertos, tanto con Mano Negra como en su etapa de solista. “Durante una gira por América del Sur, la organización de un festival nos alojó en un hotel cinco estrellas. Manu se enojó al ver tanto lujo: las habitaciones eran enormes, las camas de 2x2 metros y altísimas, televisores gigantescos, sauna en la habitación, una oficina. En fin, todo era excesivo. Enseguida pidió al manager de carretera que nos cambiara de hotel y nos llevara a los barrios populares y humildes. Era muy tarde y todos estábamos agotados del viaje y del concierto, pero preferíamos algo más básico para pasar la noche. Después del cambio de hotel, Manu improvisó un pequeño recital en plena calle. Eso refleja su cercanía con la gente, y su deseo por mantenerse conectado con la realidad, sin importar el éxito que haya alcanzado”, cuenta Gambeat. Tocar en los bares, relacionarse con músicos callejeros, mezclarse con la gente que se levanta temprano para trabajar, informarse de los problemas de la ciudadanía que sufre, ayudar económicamente y emocionalmente. Todos los consultados señalan estas acciones como parte del motor de la vida de Chao. Pero no siempre fue así...
Manu Chao sucumbió a las tinieblas de la depresión cuando Mano Negra, grupo que fundó en 1987, se separó en 1995. Una ruptura fea, con juicios y reproches antipáticos. Tanta era su decepción que valoró dejar la música para siempre y optar por el trabajo social en África. Finalmente, decidió viajar sin plan por Latinoamérica, donde absorbió los ritmos latinos, encontró pareja (en Brasil) y se rearmó psicológicamente. Culshaw cuenta un episodio cuanto menos intrigante: “En la fase más preocupante de su depresión, estaba en un bar de las favelas de Río de Janeiro y una vaca se le acercó. Me dijo Manu que mirándola a los ojos sintió que la vaca le salvó la vida. Desde entonces, cada vez que sufre una crisis, si se cruza en su camino una vaca (o ve una vaca en un cartel o donde sea) lo interpreta como una señal que le ayuda a pronunciarse favorablemente ante cualquier dilema que se le presente”.
Superada la depresión después de su terapéutico viaje latino, en 1998 publicó Clandestino, donde puso la base de su estilo: canciones de estructura sencilla, ritmos latinos, mestizaje, mensajes humanistas en contraposición al mercantilismo... El éxito del álbum tomó al propio autor por sorpresa: se codeó en la lista de ventas mundial con Britney Spears y Eminem. Y cantando en español y francés. Chao acudía a manifestaciones mostrando su desprecio hacia las políticas de los poderosos. Algunas agrupaciones de izquierda le proponían como líder antisistema. “No soy líder de nada. Esta lucha no debe tener líderes. Manda el pueblo”, insistía él. Y se esfumó. Dejó la multinacional que lo amparaba, despidió a su manager y dio un portazo. Alérgico a la rutina, no ha dejado de trabajar en los últimos 25 años, pero en los márgenes, sin agenda, por impulsos: edita canciones de forma desperdigada y sin anuncios previos, saca la guitarra en un bar y ofrece un recital de dos horas, o se presenta en concentraciones en defensa de diferentes colectivos, como los migrantes, las trabajadoras domésticas, los pueblos indígenas.
El catalán Joan Garriga ha participado tocando el acordeón y la armónica en varios temas de Viva tu, la continuación de La Radiolina, del lejano 2007. “Grabamos mi parte en mi estudio que tengo cerca de Barcelona. Manu me envía canciones, nos encontramos en el estudio y buscamos la chispa. Es muy prolífico. Graba casi cada día. Podría estar sacando discos cada dos meses”, señala por teléfono Garriga, que fundó Dusminguet y que ahora trabaja con La Troba Kung Fu. Viva tu no supone una transformación de su sonido. Es un Manu Chao reconocible: canciones bonitas, sin complicaciones, mucha repetición de ritmos, con pellizcos de reggae, rumba, bossa. En las letras expone reflexión social: habla de que el mundo actual no es progreso y que se encamina al “suicidio colectivo”. “Vuela libertad, vuela, y ábreme el camino, vuela por el mar y que la paz sea mi destino”, canta en “Vecinos en el mar”, que abre un trabajo de 13 temas, donde la mayoría no pasa de los tres minutos y donde canta en español, francés, inglés y portugués. También escribe sobre relaciones: “Vivir sin ti es clavarme espinas”, entona en “Tu te vas”.
Como nada resulta convencional en este hombre, este verano europeo se ha embarcado en una gira peculiar: meses antes de la edición del disco y en acústico, solo con tres músicos, sentados y tocando ante audiencias de 2.000 y 3.000 espectadores. El argentino Lucky Salvadori, de 36 años, es uno de los músicos que lo acompañan, tocando la guitarra. Salvadori cuenta a este periódico cómo conoció a Chao, un ejemplo de la forma casual con la que funciona el francés: “En 2018 estaba en Colombia, en la sierra nevada de Santa Marta. Allí llegó Manu a pasar unos días antes de empezar un tour en ese país (en formato acústico con su guitarra). Él conoce a Liliana Saumet, de Bomba Estéreo [popular grupo colombiano], que nos presentó. Ya la primera noche nos quedamos horas tocando en un jam con amigos. Todos los días que él estuvo allí estuvimos compartiendo guitarreadas, visitando los ríos de la zona, el mar y la sierra. Hasta que me invitó a acompañarlo a su primer concierto en Barranquilla. Nos quedamos horas tocando la guitarra. Y al día siguiente me invitó a acompañarlo en el resto de la gira”. Una de las paradas fue el 25 de julio pasado en Marenostrum (Fuengirola, Málaga), donde Chao se aseguró, “personalmente”, de que el precio de las bebidas no fuera caro y pidió que no aparecieran marcas comerciales en el recinto. La entrada costó 25 euros, una cantidad muy económica teniendo en cuenta el precio actual de los conciertos.
Manu Chao valora mucho que su vida permanezca fuera de los focos y se muestra profundamente receloso de todo lo que sea forastero. “No es fácil ser autosuficiente e independiente de la industria. Conseguir vivir de la música sin hacer promoción es complicado, pero a él no le va nada mal. Es digno de admiración que sin hacer promoción venda tantas entradas. Seguro que lo sufre porque todos somos contradictorios y a la gente conocida se le exige que sea pública, lo que me parece absurdo”, explica Garriga. Culshaw aporta su experiencia de cinco años al lado del creador de Clandestino para exponer: “Manu piensa que moviéndose puede evitar el dolor existencial y la depresión, pero ese camino finalmente se agota. Es un artista brillante y una persona compleja, muy privada e introvertida, pero, a la vez, ama a las multitudes. Ser enigmático también le ha funcionado como estrategia. Él tiene su propia visión política y tal vez no quiera que lo interroguen sobre eso”.
Cuando no se encuentra en movimiento (que es la mayor parte del año), Manu Chao pasa temporadas en Brasil, visitando a su hijo, o en su casa de Barcelona. Es frecuente verlo en Poblenou, uno de los barrios de moda entre los llamados expats (migrantes con profesiones cualificadas y con poder adquisitivo), en una casita pintada de blanco y de ventanas con rejas amarillas, cerca de la sala Razzmatazz. Allí, él y algunos amigos sacan unas sillas, se sientan a la fresca, y charlan durante horas. Es frecuente que aparezca una guitarra. Está claro que no es una estrella convencional.
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