Milanés, con sus queridos amigos
Con su disco anterior, "Días de gloria", el músico cubano echaba una mirada indirecta y nostálgica a su condición de artista de la revolución y del proceso social que le tocó vivir. Con esas nuevas canciones, Milanés había insinuado el cierre de una etapa más testimonial en su obra, para reafirmar su inocultable pasión por el bolero, el son y el filin .
En "Pablo querido", un numeroso elenco integrado por los artistas más diversos de América latina y España les rinde homenaje a las canciones más y menos conocidas de su último periódo como compositor.
En el 1985, el disco "Querido Pablo" -donde también cantaban sus amigos Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez y Serrat, entre otros- era un apoyo a su delicado estado de salud, con temas como "Yo pisaré las calles nuevamente" y "Canción para la unidad latinoamericana".
En cambio, en esta segunda parte (ya recuperada su salud) el cantautor cubano se revela en uno de sus mejores momentos interpretativos y ofrece una especie de autobiografía con un repertorio jugoso, que evita los caprichosos gustos de los sellos a la hora de armar antologías.
El álbum doble, en el que participan unos veinte invitados, permite escuchar nuevas versiones a dúo con un seleccionado tan llamativo como heterogéneo: Caetano Veloso, Maná, Milton Nascimento, Ricardo Arjona, Joaquín Sabina, Fito Páez, Armando Manzanero, Illapu y Charly García, entre muchos más.
La voz de García Márquez abre el álbum. "Este disco es una casa sin puertas ni ventanas que Pablito Milanés lleva consigo a cualquier lugar en que se encuentre, sólo para que sus amigos del mundo entero se reúnan a cantar. Es una casa ambulante abierta a los amigos de lenguas diversas, donde sólo se habla una lengua común: la música."
El arduo trabajo de selección y grabación con cada uno de los participantes le llevó un año y obligó al trovador cubano a viajar miles de kilómetros para compartir la grabación con cada uno de los participantes. El resultado de hacer posible lo imposible y unir tan disímiles voces queda plasmado en un repertorio que saciará la sed de sus seguidores y que, a la vez, sirve como un panorama de las voces que integran la música popular iberoamericana.
Pablo Milanés canta con sus compatriotas Juan Formell y los Van Van, a puro ritmo de timba, en "Proposiciones", y con Pancho Céspedes, cubano residente en México, el orquestal "La felicidad".
Los brasileños tienen un protagonismo importante. Gal Costa lo acompaña en la romántica "Amame como soy", Milton Nascimento pone su estilo crooner a la clásica "La soledad", Caetano Veloso ofrece una exquisito ensamble con el músico cubano en "Comienzo y final de una verde mañana", otro de sus temas más populares, y el cantante Ivan Lins deja su finísima impronta en la poco conocida "Sandra".
Componiendo en Madrid
También están presentes las voces del guatemalteco Ricardo Arjona, en "La novia que nunca tuve"; la peruana Tania Libertad, en "El primer amor"; la venezolana Soledad Bravo, en "Son para un festival"; los mexicanos Eugenia León, que aporta su inconfundible fraseo en "Ya se va aquella edad"; Marco Antonio Muñiz, en "El amor de mi vida"; Maná en "Si ella me faltara alguna vez"; y Armando Manzanero en "Para vivir", y la portorriqueña Lucecita Benítez, muy reconocida en su país, en "Llegaste a mi cuerpo abierto".
Durante su estada madrileña, Pablo Milanés vivió en el mismo departamento que Joaquín Sabina. En muchas de esas noches compartidas, el español y el cubano compusieron el tema "La Magdalena". Sabina la había incluido en su disco "19 días y 500 noches". El cubano retribuyó el gesto y lo invitó a cantar, en una versión más sonora, la canción a la que Sabina puso letra.
De los argentinos participaron Fito Páez, un reconocido simpatizante de la causa cubana, con el tema "Sábado corto", canción que parece hecha a medida para el rosarino, y Alberto Cortez, en la balada "Juegos de muerte". La sorpresa del álbum es la aparición de Charly García, el único que no parece participar del entorno del trovador. Sin embargo, García viajó a Cuba para grabar "Los años mozos", en el que impone su eterno sabor de rock and roll.
La producción artística, a cargo de Dagoberto González, tecladista y arreglador de la banda de Pablo, mantuvo el delicado clima musical en los dos discos, permitiendo unir presencias muy disímiles en temas orquestados, más soneros, donde se destaca la voz de Milanés, con otros de sonido más eléctrico. La otra clave es el repertorio elegido, que calza con la personalidad de los invitados, pero que no pierde ese sello de Pablo Milanés, que lo transformó en una de las voces más influyentes en América latina y en España.
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