Norma Winstone: "Abracé el jazz antes de saber qué era el jazz"
La cantante inglesa abrió anoche el Festival de Jazz de Buenos Aires, que continuará hasta el lunes próximo; "pude haber marcado una tendencia, pero no sé si fue buena o mala", dice
Hacia fines de los 60, Norma Winstone disfrutaba de su presente y su contexto. La escena de jazz londinense se construía a su propia imagen y semejanza como una bomba pequeñita, y ella de a poco se convertía en una de las cantantes más requeridas de ese circuito. Con 28 años de edad, en ese momento la suya era, tal como lo dice el nombre de su disco de 2009, "una historia por ser contada". "La improvisación libre era lo que estaba de moda", recuerda Winstone, que anoche se presentó como acto de apertura de la edición 2018 del Festival Buenos Aires Jazz, en la Usina del Arte.
"John Stevens lideraba el colectivo The Sopontaneous Music Ensemble y me invitó a sumarme. No tenía idea de lo que hacían, se trataba de escuchar al resto y ver qué podías agregar. Todo era muy loco y muy excitante para nosotros en ese momento, había mucha libertad y para principios de los 70 ya había muchos músicos que se animaban a componer", recuerda.
Entre tanta libertad, Winstone encontró su marca de estilo. El pianista Michael Garrick le dio la letra y la partitura de una canción propia para que se sumara al sexteto que lideraba y en pleno ensayo la invitó a quedarse un tema más. Pero ese tema no tenía letra, era enteramente instrumental, y entonces la cantante se sumó a improvisar sin cantar ninguna palabra: había descubierto la voz como sonido, como instrumento. "Cuando terminó el tema, me preguntó si quería unirme al grupo y me dio para que cantara las partes de los saxos. Me paré en la sección de vientos como si mi voz fuera uno más de ellos", cuenta.
Pero Winstone, de 77 años, no se adjudica ningún tipo de laurel por ello. "No creo que estuviera haciendo más que buscar expresarme yo misma. No pensaba 'voy a hacer esto porque esto es nuevo', sino más bien '¿por qué no hacerlo?'", dice. Sin embargo, la búsqueda de un sonido propio fue ardua. "Los críticos pensaban algo así como 'probablemente es bueno lo que hace pero no me gusta', y yo muchas veces pensaba lo mismo -se ríe-. Sucede que al principio todo era muy experimental y no me gustaba cómo sonaba, tuve que trabajar muy duro para conseguir el sonido que yo consideraba adecuado".
En busca de ese sonido propio, Winstone echó mano de todo lo que venía escuchando desde chica. Había crecido escuchando jazz en su casa, su padre era fanático de Fats Waller y su madre escuchaba a los cantantes de la época en la radio. Frank Sinatra se convirtió en su mayor influencia y luego quedó fascinada con "el espíritu y la libertad" de Ella Fitzgerald: "Copiaba sus scats porque me enamoré de la alegría que transmitían, no porque quisiera ser cantante en ese momento. Abracé el jazz antes de saber qué era el jazz". Camino al colegio, cantaba los pocos standards que se había aprendido de memoria y les inventaba melodías cuando no recordaba las originales. Cuando escuchó el cuarteto de Dave Bruebeck, su oído se posó directo en el saxo de Paul Desmond. "Siempre pensé que toda esa música estaba escrita; cuando supe que era improvisada, me dije: 'Qué bueno, porque esto es lo que hago todos los días cuando canto'". El círculo terminó de cerrarse para ella cuando escuchó Kind of Blue, de Miles Davis: "Es un disco pívot, realmente afectó lo que sentía sobre la música. Me hacía pensar lo increíble que sería que una voz pudiese hacer algo así".
Además de los discos y la radio, escuchar a sus ídolos en vivo le abrió a Winstone un mundo de posibilidades: "El primer concierto de jazz que recuerdo fue el de Ella Fitzgerald con Jazz At The Philarmonic. Ellos viajaban por todo el mundo y vinieron a Londres en los 60; Oscar Peterson estaba en esa formación". Y aunque también recuerda haber visto a John Coltrane en plena etapa free junto a Eric Dolphy, fue otra vez Miles Davis quien la marcó para siempre. "Lo vi con el quinteto en el que tocaban Herbie Hancock, Wayne Shorter, Ron Carter Tony Williams, fue impresionante ver en vivo la forma en la que tocaban. Esa noche fui con John Taylor [pianista], cuando salimos del concierto nos mirábamos sin poder creer que un grupo podía ser capaz de algo así".
-¿Cree que el hecho de no ser norteamericanos los llevó en ese momento a tener que sobreexigirse para ganarse el respeto del público y la crítica?
-No sé si fue así, no lo creo. No queríamos ser mejores que ellos, no era posible. Queríamos ser distintos, ellos nos influenciaron, por supuesto, y los amábamos. No lo tomábamos como una competición, pero sí nos esforzamos mucho y estábamos muy enfocados. Yo amaba a las cantantes de los Estados Unidos, pero mi música era más europea, estaba escrita por europeos, siempre lo vi como algo distinto y me gustaba que fuera así.
-La filosofía de la música ha estudiado mucho la relación entre música y palabras. De algún modo, usted, al cantar a veces con palabras y a veces sin ellas plantea un terreno borroso en esa relación.
-Bueno, está claro que nunca lo pensé de esa manera [risas]. Solo quiero expresarme de una forma poética, sea con o sin palabras. En la escuela escribía poesía y siempre la imaginaba con música, de hecho. Pero hay momentos en los que las palabras no son necesarias, porque destrozarían la música. Podés usar tu voz como sonido o como vehículo para una letra: yo elijo las dos. Es importante entender que tu voz afecta el resto de la música. Yo cantaba en grupos vocales y amaba construir acordes entre las voces y escuchar cómo una voz podía cambiar todo.
-Desde hace un tiempo, se estableció con este trío, que completan Glauco Venier en piano y Klaus Gesing en saxo. ¿Qué libertades encuentra al tocar sin batería?
-Muchas. Podés cambiar de dirección más rápido. Cuando hay menos músicos, todo está más claro. De todos modos, no elegí este trío pensando en eso deliberadamente, fue algo que me sugirió mi productor y funcionó. Ellos estaban tocando como dúo y tenían presupuesto extra para invitar a alguien, me invitaron a mí y funcionó desde el principio. Las cosas pasan, se van dando. Me tomó mucho tiempo encontrar un ensamble en el que me sintiera libre y feliz.
-Desde sus comienzos, el jazz se mostró inclusivo con las mujeres, ¿usted se sintió discriminada por su género alguna vez?
-No, nunca me pasó, tal vez por ser cantante. Pero si miramos hacia atrás, tenemos a Mary Lou Williams y Marian McPartland, que eran pianistas muy reconocidas, o a Melba Liston, que tocaba el trombón. De todos modos, entiendo que haya mujeres que puedan sentirse discriminadas y está bien que se sepa. Por suerte, últimamente se está repensando mucho en todos los ámbitos esto de ser mujer en un mundo que siempre ha sido de hombres.
-¿Piensa que puede ser tomada como ejemplo por las nuevas cantantes?
-No lo sé, tal vez sí pueda ser vista como modelo, pero no por ser una mujer blanca haciendo jazz, sino porque mi música siempre ha sido muy original y siempre hice lo que quise hacer. Puede ser que haya marcado una tendencia, pero no sé si una buena o una mala [risas].
Los imperdibles del festival
Sylvie Courvoisier
Nacida en Suiza, Courvoisier comenzó a tocar el piano a los 6 años de la mano de su padre. A lo largo de su carrera grabó con músicos de la talla de John Zorn y Mark Feldman. Entre el jazz y la música contemporánea, sus performances en vivo son reconocidas por la intensidad con la que ataca el piano y lo manipula en su totalidad.
Día y horario: viernes 16 de noviembre, a las 17
Lugar: Teatro Colón - Salón Dorado
Gary Smulyan & Mariano Loiácono Quinteto
Desde la década del 80, el saxofonista Gary Smulyan ha sido parte activa de la escena neoyorquina. Todos los lunes, por ejemplo, se lo puede escuchar como parte de la big band de The Village Vanguard, el club de jazz más reconocido a nivel mundial. En su visita a la Argentina, lo hará sumándose a un quinteto local de lujo: Mariano Loiácono (trompeta), Ernesto Jodos (piano), Sebastián Loiácono (saxo tenor), Jerónimo Carmona (contrabajo) y Eloy Michelini (batería) .
Día y horario: viernes 16 de noviembre, a las 21
Lugar: Usina del Arte - Auditorio
Sonny Troupé Quartet Add 2
Jazz, spul y world music. De la mano del baterista y cantante Sonny Troupé (originario de Guadalupe), el sexteto utiliza la música gwo ka como punto de partida para una música con mucho de celebración y baile.
Día y horario: sábado 17 de noviembre, a las 20.30
Lugar: Usina del Arte - Auditorio
Yoonseung Cho Trío
De Corea del Sur al mundo y del latin jazz a Bach. Yoonseung Cho estudió piano clásico en Buenos Aires y jazz en Berklee. Su trío, que completan Hogyu Hwang (contrabajo) y Zach Harmon (batería), se ganó la consideración de Herbie Hancock.
Día y horario: lunes 19 de noviembre, a las 16
Lugar: Usina del Arte - Sala de Cámara
Stefano Di Battista Quartet
Uno de los saxofonistas más relevantes del jazz europeo en la actualidad es el encargado de cerrar esta edición del Festival Buenos Aires Jazz. Nacido en Italia pero afianzado en al escena parisina, Stefano Di Battista fue parte de la agrupación de Elvin Jones (mítico baterista de John Coltrane) y ha colaborado con Quincy Jones y Wyinton Marsalis, entre otros.
Día y horario: lunes 19 de noviembre, a las 20.30
Lugar: Usina del Arte - Auditorio
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