Paul Lewis, el más intelectual y el más sensible de los pianistas
El inglés hará hoy su debut en la Argentina con un concierto en el CCK que incluye piezas de Haydn, Beethoven y Brahms; retrato de un hombre que pone en primer plano la música que toca
La originalidad del pianista Paul Lewis fue evidente muy tempranamente. Cualquiera que escuchara sus versiones de los últimos ciclos de lieder de Franz Schubert con el tenor Mark Padmore notó enseguida que tomaba decisiones radicales -una especie de infidelidad fiel a la partitura- sin salirse nunca de lo escrito. Posiblemente, un ejecutante mayúsculo consista en eso: en extraer conclusiones nuevas de un punto fijo, la partitura.
Lewis piensa tan bien como toca. Igual que a Herbert von Karajan, le gusta pilotear aviones, pero a diferencia de él es modesto, y tiene ideas tan claras como su repertorio. Su coto vedado es la música austro-germana de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Es insólito que pasara tanto tiempo hasta que viniera a Buenos Aires, pero ese momento llegó, y hoy, a las 20, hará su debut en la Argentina en el CCK, lo que implicará el cierre de la temporada del viejo correo. El programa no podría ser más concentrado (casi concéntrico): Haydn, Brahms, Beethoven. Todo está conectado para Lewis. "Sí, así es, tiene que haber vínculos, conexiones, referencias cruzadas -dice, con una simpatía inusual en un artista de ese calibre, en un sillón del Palacio Duhau-. En los programas de estos últimos tiempos, con Haydn, Brahms y Beethoven, la idea es que uno tiene en Haydn al gran compositor que sorprende, lleno de peculiaridades y cosas imprevistas; Brahms, por su lado, es siempre serio y honesto, y las Bagatellas de Beethoven incorporan todas esas dimensiones a la vez. Esto es algo que mantiene unido todo el programa. En este programa en particular están el opus 116 de Brahms, la Sonata en do menor, de Haydn, que es una pieza muy temprana, y en su carácter es un poco como Brahms; diría incluso que en este Haydn se siente como Brahms en algunos aspectos. Y las Bagatallas de Beethoven, que son tempranas y divertidas y están llenas de ímpetu, y en este punto Beethoven se parece un poco a Haydn. Eso permite las comparaciones".
Conocemos a Lewis por sus versiones de Beethoven (grabó para el sello Harmonia Mundi todas sus sonatas y sus conciertos para piano), de Schubert, de Haydn, y ahora incluso de Mussorgski. Pero Brahms era una especie de punto ciego. ¿Cómo entiende Lewis el desarrollo de la escritura brahmsiana? "Creo que en los primeros años, en las primeras piezas, él pensaba que el piano era una orquesta. La escala de la escritura para piano es colosal. Brahms buscaba una perfección de la artesanía en la escritura para piano, y esa escritura era abiertamente sinfónica. Pero luego hizo una especie de destilación de la escritura y se volvió más concentrada. Desde luego hay momentos virtuosísticos, pero la intimidad es muy distinta en su etapa tardía. Hay una destilación de la expresión, algo introspectivo".
Lewis tiene otras particularidades. Igual que Alfred Brendel -de quien fue discípulo en los años noventa- y de András Schiff, decidió romper una lanza a favor de la obra para piano de Haydn, y contrariar la superstición de que Haydn es anticuado. "Tal vez Haydn fue siempre anticuado, lamentablemente, y yo quisiera que estuviera más a la moda. Pasa algo raro: se aceptan los cuartetos para cuerdas, las sinfonías, pero no las sonatas, que se tocan muy poco. Hay muchas razones para esto. Por ejemplo, los cuartetos y las sinfonías tienen siempre un nombre. Eso da una especie de clave. Incluso la sonata de Mozart más famosa tiene un nombre, ?Alla Turca'". ¿Una especie de música programática avant la lettre? "Sí, puede ser. Pero las sonatas de Haydn son piezas muy serias. Me gustaría que las tocaran más".
Como sea, el problema del humor en la música es casi irresuelto, una cuestión de fe. ¿Cómo una pieza nos hace reír? "La única manera en la que un compositor puede provocar risa consiste en defraudar las expectativas -observa Lewis-. Uno espera algo y, en el último minuto, ocurre algo diferente. Cierto, también Beethoven suele hacer eso, pero lo hace de un modo más brutal". ¿Y las Variaciones Diabelli? "¡Claro que sí! -acuerda Lewis-. Están repletas de humor y de pasajes cómicos, pero también de mucho humor. Y en las Bagatellas pasa un poco lo mismo. Es como si Beethoven se riera de sí mismo. Para decirlo de otra manera: no toda la música que es humorística consigue que el público se ría. Pero con este Haydn este Beethoven de las bagatellas tempranas es inevitable no reírse".
El repertorio de Lewis está fuertemente unido a Viena; de hecho, sus compositores más queridos o nacieron en Viena o hicieron allí la parte más central de su carrera. La posición del pianista es curiosa. "No tengo una relación con la ciudad. No creo que la música esté tan vinculada a un tiempo y un lugar. Los aspectos más importantes de la música, los más humanos trascienden todo eso. Yo no tengo una conexión con ningún lugar". ¿Ni siquiera con Londres? "No, no me siento ni siquiera británico. No sé qué quiere decir ser británico. Soy completamente antinacionalista". Nada de Brexit, entonces. "Nada, pero es un tema complicado", clausura Lewis el tema.
Hay dos modelos de músico, el que expande indefinidamente su repertorio y el que cava en un mismo punto. "Creo que este es el corazón de mi repertorio -nos dice Lewis-, y quiero profundizar en él, pero no cierro ninguna puerta". El repertorio, incluso el más cercano, parece tener ninguna cerradura de la que él no tenga la llave.
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