
Pavarotti festeja cantando
El tenor cumplió ayer 70 años y no dejará los escenarios
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ROMA (DPA).- Los fans de la ópera aman el "finale furioso", pero lo que viven con Luciano Pavarotti es más bien un irse silenciando poco a poco. Los buenos tiempos ya pasaron; desde hace años el maestro no logra dar el Do de pecho, pero sigue adelante con un concierto tras otro. Sobre el escenario, Pavarotti parece prisionero de su peso de 150 kilos. ¿Por qué sigue haciéndolo? Su voz fue una vez extraordinaria, el mundo de la ópera se rendía a sus pies. Ayer cumplió 70 años y su "gira de despedida" no parece tener fin.
"La gente paga por oírme cantar. Sólo cuando dejen de venir pondré punto final", comentó "Big Luciano" hace un par de años, poco después del bochorno en la Metropolitan Opera de Nueva York. En esa ocasión canceló dos veces su presentación una hora antes del inicio de "Tosca". "El gordo no canta", tituló un periódico. Fue una frase muy dura para él, en vista de que fue en el Met donde vivió sus momentos de gloria, hace casi 40 años.
Pero lo extraordinario del "tenorísimo" no fueron sus presentaciones en las óperas, sino la ruptura de ciertos tabúes que los más conservadores aún no le perdonan. Los críticos llaman "Pavarotti SA" a su mezcla de ópera, pop y negocio. Con ello se refieren a sus presentaciones con las Spice Girls y Tom Jones o sus conciertos en estadios. "Conozco canciones pop que son mejores que casi cualquier ópera", responde.
En todo el mundo se hizo muy famosa la iniciativa de Los Tres Tenores, con Plácido Domingo y José Carreras, que alcanzó nuevas dimensiones, también financieras. En 1990, el trío aprovechó el mundial de fútbol para darse a conocer. Su presentación en vivo vendió diez millones de copias y se convirtió así en el "mayor éxito de ventas de música clásica en la historia de los discos".
El aria de Pavarotti de la obra "Turandot", de Puccini, se convirtió además en el himno del Mundial. Es lógico que los fundamentalistas rechacen este tipo de transformaciones musicales, pero a Pavarotti nunca le importaron las críticas. En la ópera es como en el fútbol, dijo, "al fin y al cabo, todos pueden mirar los partidos aunque no entiendan nada del juego".
Orígenes
Pavarotti comenzó siendo maestro. A mediados de los años 50 empezó con clases de canto y a partir de ahí todo fue muy rápido: en 1961 ya tenía sus primeros contratos de ópera como Rudolf en "La bohème". En 1962 se presentó con mucho éxito en Amsterdam; en 1964 saltó a la ópera del Covent Garden en Londres, donde suplantó a Giuseppe Di Stefano. En 1966 debutó en la Scala de Milán y dos años después dio el gran paso al Met de Nueva York. En sus mejores tiempos lograba nueve veces el Do de pecho en una línea de partitura.
En los últimos años su presencia en los titulares estuvo más vinculada con cuestiones privadas: enfrentamientos con el fisco, su divorcio, su romance con Nicoletta Mantovani, con quien tuvo mellizos, uno de los cuales falleció.
¿Y ahora? Las cosas no marchan nada bien. Pavarotti tuvo que ser operado dos veces de la vértebra cervical y estuvo casi paralizado durante un tiempo, aunque ya puede volver a dar conciertos. Mañana ofrecerá uno en Stuttgart y luego en Australia y Nueva Zelanda.
Su mayor deseo es poder volver a cantar en la Scala a modo de despedida. Pero hace un par de años, cuando cumplió 40 años sobre los escenarios, no pudo ocultar cuánto le cuesta alejarse del público: "Ahora me voy a casa a llorar", dijo, lo que no suena para nada como un "finale furioso".





