Un repaso y balance de los tres intensos días de la séptima edición del festival
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Lollapalooza Argentina volvió al Hipódromo de San Isidro. Entre el viernes y el domingo se realizó la séptima edición local del festival que a comienzos de los 90 ideó Perry Farrell y que también ya se convirtió en un clásico local. Después de tres intensos días, un repaso de los grandes momentos, las curiosidades, los que dejaron un sabor a poco y las sorpresas de Lolla.
Las novias famosas. Megan Fox y Mia Khalifa acompañaron a sus respectivos novios, Machine Gun Kelly y Jhay Cortez. Mantuvieron un bajo perfil y dejaron escaso registro de su paso por estas tierras. Megan fue captada por las cámaras en el fondo del escenario, en plena actuación del rapero, mientras que la exactriz porno subió una historia a su cuenta de Instagram de la noche previa al show de su novio, cuando The Strokes cerraba la segunda jornada para 100.000 personas.
Performance. Parecían jedis y sorprendieron en la noche de sábado, mientras Machine Gun Kelly hacía lo suyo. Se trató de una performance denominada R.X.2 Reflejos Radiográficos, realizada por el colectivo artístico Cía. Garbach, que integran Marta Finkelstein, Ella Libedinsky y Carolina Weisz.
Generación Playlist. El disfrute de esta generación en un festival como Lollapalooza es total. Lo que para otros sería falta de concentración ante un estímulo constante, para los jóvenes se traduce en un ir y venir de escenario en escenario sin demasiados complejos. Abandona el show de Nicki Nicole antes de “Wapo traketero” para conseguir buena ubicación con Khea; escucha a Taichu y luego el final de Él Mató A Un Policía Motorizado; va de Doja Cat a The Strokes y antes de salir disfruta del DJ Alan Walker como coda. El triunfo del algoritmo.
Hasta el año que viene. Fueron 300.000 personas a Lollapalooza pero es difícil de medir cuántas más desearon haber estado ahí. La convocatoria está asegurada y, como cada año, el público demuestra que prima la experiencia festivalera por encima de cualquier artista.
Beer Garden. Los números del patio cervecero dejaron muy conformes a los responsables de Budweiser, la marca auspiciante. En las dos primeras jornadas, 42.000 personas pasaron por el beer garden y 12.000 subieron a la vuelta al mundo, la nueva atracción del festival. La vuelta fue traída de Brasil y es la misma que acompaña el festival Rock in Rio. A su vez, 11.500 fans se sumaron a la hoja de ruta (Roadmap) para seleccionar qué iban a ver en el festival.
Música argentina... y urbana. La popularidad de la música urbana local no es novedad a esta altura. Y tampoco lo es en Lollapalooza, cuando en el primer día Duki, Wos y Bizarrap tuvieron sus lugares centrales en la grilla. El sábado también tuvo lo suyo. Nicki Nicole terminó su set con Duki y Bizarrap en el escenario Flow y acto seguido Khea tomó el Samsung. “Mi cubana” y “Tumbando el club” formaron parte de un show puro autotune y cercano al trap más duro: solo en escena, sin banda ni DJ. Invitados sí, porque siempre es un buen momento para recordar que “Argentina está en la casa”. El domingo “la casaca” la viste Tiago PZK.
Streaming. Esta edición tuvo una novedad importante: los que no fueron al Hipódromo de San Isidro pudieron ver el festival desde la plataforma de Flow. Según datos del servicio de streaming, más de un millón de personas siguió las alternativas del festival entre el viernes y el domingo, a través de los cuatro canales que cubrieron el evento.
Machine Gun Kelly arriba del escenario y Megan Fox también. Del emo rock al trap, Machine Gun Kelly fue de “ay!”, su reciente colaboración con Lil Wayne, a “Misery Business”, un cover de Paramore que alguna vez supo tocar con Travis Barker, su productor y exbaterista de Blink 182, tal vez la referencia más obvia en el sonido de MGK. El (¿rapero? rockero?¿las dos cosas juntas? ¿ninguna de las dos?) nacido en Houston tiene mucho de entretenimiento (hubo luces en el público como acción para promocionar el disco que sale el 25 de marzo) pero poco de profundidad más allá de la intensidad. Los fotógrafos no apuntaron sólo a él, divisaron en el fondo del escenario a la actriz Megan Fox, su novia, quien antes había sido captada por las cámaras en su llegada al país.
The Strokes: como Viejas Locas, pero de NYC. The Strokes es una banda de rock y eso ya es toda una política en sí mismo. Y ser una banda de rock que no le escapa a su propia cristalización lo es más aún. Claro que el agotamiento interno entre tantas idas y vueltas hace a la inconsistencia de un show que empezó con muchas ganas y terminó con pocas, casi en paralelo con la calidad de su discografía. La impredecibilidad es sin duda una carta que The Strokes juega como pocas en lo que queda del indie rock, el problema llega cuando es la única carta del maso.
El impacto de Doja Cat. Ella construyó su mayor cantidad de fans gracias a un viral de Tik Tok, todo un signo de los tiempos. Pero tiene el carisma, la personalidad y el encanto de una estrella pop de cualquier época. Como salida de un número perdido de la Metal Hurlant, le puso cueros y rosa flúo a su R&B que también tiene trap, reggaetón, flow y, se pudo comprobar en su debut en Argentina, una puesta en escena a la altura de las grandes divas del pop.
Rescate emotivo. La edición local de Lollapalooza siempre tiene su momento para el rescate emotivo, una suerte de tributo a las leyendas de la música argentina (y latinoamericana). Litto Nebbia ocupó esta vez ese lugar, que en ediciones anteriores tuvieron León Giego, Pedro Aznar y hasta Caetano Veloso. Sobre las vayas, un grupo de jóvenes que esperaba por Khea no hizo más que escuchar con respeto y admiración.
Taichu: una promesa. Taichu tiene un algo que construye a partir de muchos algos que confluyen y guardan sentido entre sí. Twerking, referencias a Rihanna, estética trash y una música que se casa con los beats más duros y poperos del hip hop. A plena luz del día en el escenario Perry’s, se plantó como uno de los futuros más prometedores de la escena local.
¿Nicki falló? ¿El primer paso en falso de Nicki Nicole? La rosarina no ha hecho más que crecer (en popularidad y profesionalización de su propuesta) en poco más de dos años desde su show debut. Aparición con Jimmy Fallon, Gran Rex agotados y una transformación hacia la pluralidad pop. Pero su set en Lollapalooza fue inconsistente. Problemas de ecualizaciones, que atribuyó a la falta de una prueba de sonido, y un armado del repertorio poco consistente. Cumbia, rock y baladas en piano y voz se sucedieron demasiado pronto como para generar algún clima. Sí logró impacto la sorpresa de contar con No Te Va Gustar para hacer “Venganza”, el tema de la banda uruguaya en el que ella pone la voz.
Sonidos. No es la primera vez que en Lollapalooza un artista se queja porque se atraviesa el sonido de otro escenario. Esta vez fue el turno de Julian Casablancas, líder de The Strokes, que pasó factura cuando escuchó filtrarse los beats reggaetoneros de Justin Quiles entre las guitarras indie de su grupo. Otra constante el fin de semana ha sido la música que sale desde los stands de algunas marcas y no deja escuchar la de los escenarios que es, todavía, la música que importa.
Miley Cyrus, una Debbie Harry de estos tiempos. Vestida con un catsuit negro de película futurista (de los 80) y gafas negras, Miley impactó como una Debbie Harry de este tiempo, no solo por su interpretación de “Heart Of Glass”, de Blondie, sino también por su impronta rockera. Sólida, segura y bien plantada, entregó el mejor show de la franja de los headliners, al fin de cuentas los que más responsabilidades tienen de entretener a las 100.000 personas que por día ingresan a Lollapalooza.
Marina y sus diamantes. Enfundada en un vestido rojo papel glasé brillante, Marina sube al escenario alternativo para descargar su repertorio de canciones pop, ante un público de gritos agudos, que no le pierde la mirada ni un instante. Antes conocida como Marina and The Diamond, con los años la cantante fue puliendo su propuesta para llegar a un público masivo. Y la prueba está en días como el que se vivió en Lollapalooza, con fans que corearon buena parte de sus temas. “Buenas noches Buenos Aires, estoy feliz de estar aquí de nuevo. Mi hermana me ayudó con el español”, confesó la cantante y el gesto fue muy agradecido por el público. Tanto como sus canciones.
Atención, Dillom. A los 21 años, Dillom es un caníbal de toda la cultura que lo precede, capaz de meter a Ramones, Rolling Stones, Dalí, Charly García, Mario Pergolini y hasta Coca Sarli en sus letras, que se vuelven poesía visual cuando son reproducidas en las pantallas.
¿Una obra de arte? Un fan logró acercar hasta el frente del campo un cuadro con bastidor de medidas considerables en el que había pintado un retrato hiperrealista de su estrella de rock preferida, Dave Grohl. El cantante lo recibió, lo ubicó al pie de la batería de Hawkins, agradeció y luego invitó al novel artista a ver el resto del show desde el costado del escenario. Un gesto propio de un héroe del rock que lo entregó todo sobre el escenario, desde los hits que todos esperaban a las palabras que suele decir cada vez que nos visita. Y si alguien pensaba que lo había visto todo después de dos horas de show de Foo Fighters, se equivocó: Perry Farrell subió para hacer un tema de su banda, Jane’s Addiction, que a último momento se bajó del festival: el clásico “Been Caught Stealing”.
LP o el encanto de conmover con pequeñas grandes historias. “Me aburre sonar siempre igual”, declaró en una oportunidad esta destacada cantautora neoyorquina. Y si bien conserva su gusto por las baladas y los medios tiempos que la caracterizan, su presente musical abre el juego hacia el synth-pop, el country western y un espíritu más bailable, todos matices que enriquecen su propuesta. Luciendo sus clásicas gafas oscuras, un ambo de tonos plateados y dueña siempre de una andrógina y algo misteriosa figura, Laura Pergolizzi conmovió al público con sus pequeñas grandes historias que invitan a un viaje íntimo y personal por el amor y sus múltiples manifestaciones, la nostalgia y las inseguridades propias de las relaciones humanas. Secundada por una banda sólida, y ya sea desde la guitarra o el ukele, LP se metió al público en el bolsillo con su particular registro de corte blusero y un set más rockero de lo esperado.
La consagración de Wos. El “Eminem argentino” está consiguiendo la medalla que le faltaba, la de la consagración en un festival grande y ante una marea de gente. Compacto, combativo y reflexivo se mostró Valentín Oliva, que además de un setlist efectivo le dio lugar a la improvisación junto a Acru. Los raperos le dieron vuelta al tema de la popularidad, de estar en las radios, y en el Lollapalooza, con una prosa en la que aclararon que “la cultura es mucho más de lo que puede sonar en un compás”. Con miles de jóvenes arengando, el rapero y campeón de la Batalla de Gallos 2018 mostró todo su carisma con sus rimas realistas e infalibles que lo posicionan como el referente más consolidado del rap local. Sabe lo que hacer, sabe cuándo apurar una rima y cuándo bajar la velocidad.
El caos ordenado de Idles. En modo de electrificación constante, Joe Talbot ordenó las ruedas de pogo en el público desde el comienzo, el guitarrista Mark Bowen se zambulló entre la gente más de una vez, ya fuera para tocar su instrumento o para improvisar una suerte de karaoke hardcore durante “Love Song”, con fragmentos de temas de Prince y Sinead O’ Connor (“Nothing Compares 2 U”), Foo Fighters (“My Hero” y “Best of You”) y hasta Mariah Carey (“All I Want For Christmas Is You”). “El amor se parece a esto”, dijo Talbot, al agradecer la reacción de un público más que demostrativo, y tuvo razón.
Bizarrap cerró la grieta. Bizarrap fue el encargado de cerrar la primera noche de este festival de tres días y, con el lenguaje de la producción musical (el que mejor maneja), dejó un claro mensaje para todos los que critican a la nueva ola de artistas: ellos también admiran a sus antecesores. El joven detrás de las “Music Sessions” que recorren el mundo invitó al escenario a Gaspar Benegas, de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la banda del Indio Solari, y juntos generaron su propia misa ricotera. Uno desde las cuerdas, el otro desde la consola. Bizarrap disparó el clásico de Los Redondos, “Ji ji ji” y Benegas lo acompañó con su guitarra. “Quiero que hagamos el pogo más grande del Lolla”, arengó el productor. Y así fue: casi coreográficamente, el público dejó un agujero en el centro para llenarlo en cuestión de segundos. “Muchas gracias Indio por permitirnos esta locura. Aguante la música argentina. Esto fue con mucho respeto y cariño”.
La canción que cantó Tiago PZK juntó a su mamá. “Noches con sangre en la boca por la culpa de un idiota que su furia desemboca en su ser. Los moretones no los tapa el rímel”. Tiago PZK, desde el escenario, y su mamá, subida a los hombros de alguien, desde el público, cantaron “Sola”, la triste canción que escribió el rapero a partir de la historia de dolor que los atraviesa por la violencia que ejercía sobre ella el padre de Tiago, a quien define como “un maltratador que se camuflaba en las drogas para pedirle perdón”. Probablemente el momento más emotivo de esta edición de Lollapalooza.
Las mil interrupciones del show de Duki. El set de Duki dejó dos cosas en claro: es uno de los máximos exponentes de la escena local actual y la pinta de “chico malo” es solo apariencia. En plena consagración de su carrera, con un escenario colmado de gente, el trapero no dejó de cuidar a su gente y frenó el show una y otra vez al ver que alguno se descomponía. “Tranquilos cuando salten. Que no se lastime nadie, wacho, que esto sea una fiesta”, repetía. “Gracias por la excitación, gente. Me encanta la energía, pero no quiero que se lastime nadie. Dale que tenemos que ver a Miley y al Biza”. Sin embargo, no fue el único: Bizarrap, Tiago PZK y L-Gante también frenaron sus shows, aunque cada uno con su estilo. “Esa la conozco. La pálida. Te haces el desmayado para que te traigan acá (por el escenario). Tranqui, después nos fumamos uno”, bromeó el cantante tras revisar que todo estuviera bien.
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