Talentoso pianista para el folklore
Recitales de los martes , a las 20.30, a cargo del pianista santiagueño Marcelo Perea , junto al bombo y accesorios de Yamila Intilli. Composiciones propias. Invitada: la cantante cordobesa María Susana Escribano (voz y guitarra). Asistente de producción: Karina D´Olivo. En el Espacio Artístico Colette, Paseo La Plaza, Corrientes 1660.
Nuestra opinión: muy bueno.
Una reducida camada de pianistas jóvenes y talentosos ha irrumpido y se ha afianzado en la escena de Buenos Aires desde hace unos cinco años. En el tango aparecieron Sonia Posetti, Adrián Iaies y Hernán Ríos. Y en el folklore Lilian Saba, Nora Sarmoria y el paranaense Carlos Aguirre. A ellos se suma, desde hace tres años, el santiagueño Marcelo Perea. Hoy podemos disfrutar de su arte vernáculo en el ciclo que todos los martes se ofrece, a las 20.30, en el Espacio Artístico Colette, del Paseo La Plaza.
Allí es donde el pianista, que asumió el canto, desata los hilos de su inventiva desde un teclado Kurzweil con la sola compañía, en bombo y accesorios, de Yamila Intilli.
La sesión se inicia con un delicado preludio románticamente rachmaninoviano, que devendrá aire de chacarera "Palomas de sueño". El refinado touche de Marcelo Perea se corresponde con la poesía del texto. Le sigue "Lapachos en primavera", con la que Perea emergió de un casi anonimato gracias a las hermosas interpretaciones de Mercedes Sosa y Guillermina Beccar Varela. Luego de una preciosa y sutil introducción la zamba nostalgiosa cobra vuelo y fuerza, junto a un bombo que rubrica con precisión y buen gusto el ritmo.
De pronto -en "Termas-noche"- parece surgir el folklore imaginario del que habló Bartok, en torno de la chacarera, ritmo predominante como corresponde a todo santiagueño. Como sucede con la novísima (sin nombre) y tautológicamente "Chacarera".
En este momento ya se han hecho patentes las influencias musicales acogidas por Perea en ambos polos del espectro folklórico: el tradicionalismo de Adolfo Abalos y el vanguardismo del Cuchi Leguizamón, Eduardo Lagos y Manolo Juárez. Perea los conjuga a la perfección. En la mitad de cada composición, cuando el ritmo sienta sus reales, aparece Abalos. Y en los preludios y posludios su estilo vuela hacia la modernidad de Leguizamón-Lagos-Juárez. Por esto mismo sus recursos armónicos prefieren descansar en lo clásico, sin esgrimir los atrevimientos y atonalidades que suelen ser una tentación para los músicos inquietos.
Una zamba que parecería remitir a Carlos Guastavino, y una vidala austera en notas, son otros caminos por los que transita su pródiga inventiva.
Cuando canta, Marcelo Perea ensaya un modo sencillo y al mismo tiempo emotivo de entonar. Es una aproximación decorosa frente a las mejores voces, que no suelen ser, precisamente las santiagueñas, quizá por el mismo apremio de la chacarera. Precisamente temas propios como el aire santiagueño "Sacame chacarera" y "El grito", arrasan con su potencia rítmica y sus inflexiones modernas en el uso de la síncopa.
Perea se muestra generoso con sus colegas. Por eso invita a la cordobesa María Susana Escribano, que con voz firme y certera guitarra está en camino de convertirse en una nueva cantautora. Por ahora su repertorio es una búsqueda, aunque su personalidad parece segura de sí misma.
Hacia el final Perea y Escribano, junto al fiel y atento bombo de Yamila Intilli, se consagran al repertorio tradicional en el que emergen temas como las chacareras "La humilde" y "Del rancho", y la bellísima zamba "Agitando pañuelos".
El músico santiagueño ha dejado ya sus escarceos iniciales en sus pagos del Norte, para convertirse en uno de los más inspirados y talentosos pianistas folklóricos de la nueva generación. Sus búsquedas alcanzan estimulantes hallazgos por estar asentados en la autenticidad. Precisamente ese arte popular genuino que Juan Falú designó como "de la raíz a la copa" es el que avala su propuesta.
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