La hipnótica "casa de la perdición" a la que le cantaron Sandro, Palito y The Animals
Entre otras cosas, "The House of the Rising Sun" ("La casa del sol naciente") fue el souvenir de una luna de miel en el cráter. En febrero de 1937, Alan Lomax y Elizabeth Lyttleton Harold contrajeron matrimonio y se fueron de viaje hacia Middlesboro, en el este de Kentucky. No había mucho para ver. Era una pequeña ciudad minera construida sobre el gigantesco pozo de un meteorito. Había, eso sí, mucho para escuchar. Lomax instaló sus equipos de grabación en la casa de un cantante y activista llamado Tilman Cadle y, entre otros músicos amateurs, recibió la visita de Georgia Turner. La jovencita, que no superaba los 16 años y era la hija de un minero, cantó "Rising Sun Blues".
Hay una casa en New Orleans / se llama El Sol Naciente / ha sido la perdición de tantas pobres chicas / y yo, oh Dios, soy una de ellas. En su libro Our Singing Country, Lomax acreditó la letra a Georgia, aun cuando entonces ya sabía que su origen se perdía en la bruma europea del siglo XVI. The House of The Rising Sun era tanto el nombre de dos burdeles como de algunos pubs que aparecían en la cancionística británica del siglo XVI. En algún momento del siglo siguiente, sin embargo, las migraciones relocalizaron el nodo de la canción en el sur pantanoso de los Estados Unidos.
La prueba fáctica más remota de su existencia llegó con una impresión de su letra hallada en un ejemplar de la revista Adventure (1925), pero el músico apalache Clarence "Tom" Ashley (1895-1967) recordaba haberla aprendido de su abuelo. De modo que los mineros de principios del siglo XX ya estaban familiarizados con el lamento de esa chica que, sino una prostituta, era la célebre costurerita que dio el mal paso y se entregó a las luces de la noche y el juego.
La difusión de Lomax permitió que una generación de músicos americanos de izquierda, ávidos de true folk music descubriera la canción. En un puñado de años llegaron rendiciones de artistas perseguidos como Woody Guthrie, Leadbelly y Pete Seeger, que encontraron en esa pieza un retrato social de los bajos fondos americanos.
Mi mama era una costurera / Ella cosió mis nuevos blue jeans / Mi padre era un apostador / Allá abajo en New Orleans. Pero no fue sino hasta que llegó a la bohemia neoyorquina que la canción reveló todo su potencial musical y su cadencia como letanía. "Le di un giro diferente alterando los acordes y usando una línea de bajo descendente en semitonos –dijo Dave Van Ronk-. Una progresión común en jazz, pero bastante inusual entre los cantantes de folk".
Como sabían todos en el Greenwich Village, al corpulento Van Ronk lo durmieron. No solo Bob Dylan grabó su versión antes que él –como rezonga en No Direction Home-, sino también Joan Baez. Así, mezclada entre los discos de Sun Records y el catálogo del sello Chess, "The House of the Rising Sun" arribó a Gran Bretaña a través de las radios piratas y las valijas de los marinos. Unas semanas más tarde, un tecladista de Newcastle la escuchó en el disco debut de Dylan y decidió compartirla con los compañeros de su banda.
El 18 de mayo de 1964, los Animals ingresaron a los estudios de Columbia y, en menos de quince minutos, resolvieron el asunto. El arpegio en La menor, el colchón armónico del Vox Continental y, desde luego, la interpretación de Eric Burdon. Aunque tenía 23 años recién cumplidos y jamás había cruzado el Océano Atlántico, su propio background como paria de la posguerra le confería el physique du rol necesario para ponerle el cuerpo a esa canción ancestral.
Oh, madre, digale a sus hijos / Que no hagan lo que yo he hecho / Gastar tu vida en el pecado y la desgracia / En la Casa del Sol Naciente. Apoyado en su barítono y las inflexiones cerradas de su geordie –el acento de los nativos del noroeste inglés-, cantó "The House of the Rising Sun" como si la vida le fuera en ello. El único miembro de los Animals acreditado por el arreglo, sin embargo, fue el tecladista Alan Price. No era una cuestión menor, sobre todo teniendo en cuenta el éxito monstruoso que tendría la grabación: en el caso de un tema anónimo, el arreglador recibe las regalías correspondientes al autor. El conflicto desató una tormenta interna y destruyó la formación original del grupo, pero la canción ya había regresado a los Estados Unidos metida en el Caballo de Troya de la Invasión Británica.
A partir de allí, la canción consiguió pasaporte y cruzó fronteras inimaginadas. A solo tres meses de la edición de The Animals, Johnny Hallyday registró su versión y se catapultó como estrella pop en el firmamento de los franceses. Su arreglo respetaba la versión de Alan Price casi nota por nota pero, desde su propio título ("Le pénitencier"), la letra se tomaba todas las libertades posibles. Miles de kilómetros al sur, en un remoto país de América del Sur, un jovencito llamado Roberto Sánchez (más y mejor conocido como Sandro) grababa una versión en español adaptada por el inefable Ben Molar.
Thin Lizzy hizo una lectura instrumental y Geordie, la primera banda de Brian Johnson (el cantante de AC/DC), la arropó con una campera de cuero. Gregory Isaacs grabó una versión reggae, Sinead O’Connor una variante élfica y, más recientemente, alt-J la metió de prepo en el lecho abisal de la deep web. Poco a poco se transformó en un standard y, pese a quien le pese, sigue siendo un favorito para los aspirantes de The Voice o American Idol que buscan arañar la fama.
Algunas de sus lecturas definitivas, sin embargo, no llegaron precisamente desde la música. A mediados de los noventa, Martin Scorsese retrató el ascenso y la decadencia del mundo del juego en Casino y metió la versión de los Animals en el clímax de la historia. Dos décadas después, Luis Ortega acaba de ubicar la versión de su propio padre , grabada en el disco Cantando con amigos (2015), en el corazón de El ángel. Allí, en el espiral de violencia de Carlos Robledo Puch, "The House of the Rising Sun" revela su quintaesencia: es la canción de los que están jugados. De los que dieron el mal paso. De todos los que, con un pie en el estribo del tren, ya están de regreso a New Orleans. Allí no los espera nada. Ni el amor, ni un hogar, ni la redención.
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