Un cantante con una vida de novela
Hijo del torero Dominguín y ahijado de Luchino Visconti, trae al Luna Park los temas de su nuevo CD, Papito , donde participan Ricky Martin y Michael Stipe
"Como artista: Vanguardista, revolucionario, curioso, polifacético e inconformista. Como persona: tímido, educado, sensible, generoso e inquieto", así lo definió recientemente su biógrafo Javier Flores, autor del libro Miguel Bosé con tu nombre de beso . Y es que la vida del camaleónico artista, que por estos días está celebrando treinta años de carrera con su disco Papito , (donde participan entre otros Michael Stipe, de REM, Alejandro Sanz, Shakira, Juanes y Ricky Martin), es el mejor ejemplo de un artista renacentista y mass media , que pasó por el cine con Almodóvar, dirigió teatro, condujo el programa de televisión El 7° de Caballería y se puso a la vanguardia del pop español, desde que apareció en los años setenta escandalizando a la España franquista con su imagen andrógina, que despertaba el deseo sexual de chicas y chicos por igual.
"Siempre tuve interés por muchas cosas. Cuando miro mi vida para atrás veo capa sobre capa, sobre capa, sobre capa, envolviendo toda una historia, sorteando las modas, cambiando de estilos, pero siempre con mucha honestidad", dice el artista español en un alto de su gira Papitour , que lo traerá el próximo martes al Luna Park. El Miguel Bosé tímido, que se presenta por teléfono, se distancia del artista de las declaraciones provocadoras, que dijo en su momento que quería ser madre y aparecía en la tapa de la revista Colors con una panza de embarazada. Esa imagen ambigua, que construyó con el tiempo y los medios se encargaron de subrayar, le permitió reinventarse varias veces como artista y envolver su vida de un aire de misterioso magnetismo, que lo mantuvo en la cresta de la ola.
"En estos años cuando tuve que empezar a revisitar mi carrera me daba pánico ver en qué estado encontraría aquellos días en los que comencé en la música. Han pasado muchas cosas, porque treinta años te da tiempo de hacer y probar de todo (risas). Pude crecer en el arte y en el lenguaje de mis canciones. Y es interesante ver cómo convive ese chico que tenía 19 y contaba historias de esos años con más intensidad como Bandido , con aquel que aparece cuando uno pasa los 30. Es cierto que yo siempre estoy cambiando", cuenta Miguel Bosé, con esa misma voz susurrante, íntima y provocadora, con la que invitaba a las chicas y chicos de su generación a transitar por los siete pecados capitales.
Una infancia de novela no hizo más que alimentar el mito Bosé. Creció en un hogar donde Ernest Hemingway, Pablo Picasso y Luchino Visconti (su padrino de bautismo) se sentaban a comer a su mesa, privilegio que acarreaba por la fama de su padre el legendario torero Dominguín y de su madre Lucía Bosé, musa del neorealismo italiano que llegó a filmar a las órdenes de Fellini y Luis Buñuel. Su vida parecía predestinada para el pequeño primogénito, aunque su padre se opuso fervientemente a que cumpliera con su destino. Todavía recuerda aquel episodio transformado en mítico con los años, cuando Luchino Visconti lo convocó con 12 años para un papel en el film Muerte en Venecia .
"Es muy gracioso porque todos estos años estuve hablando de una situación que quedó en la nada. Mi padrino de bautismo era Luchino Visconti y cuando monta «Muerte en Venecia» pensó que tenía el físico ideal para su personaje porque no se sabía si era chico o chica, era una especie de ángel andrógino y etéreo. Pero el sueño se acabó rápidamente cuando mi padre le dijo: «Ni hablar, no quiero que el chico interrumpa su curso en la escuela. Y ahí se acabó la anécdota, pero se creó un mito de eso y sigue siendo como una estela de vida que me persigue desde los doce años»", dice y no puede evitar una sonrisa irónica.
Como único hijo varón, decepcionó rápidamente al torero capaz de enfrentarse a Franco (en España todavía se recuerda aquella vez que el dictador le preguntó al torero si es verdad que en su familia había un comunista y Dominguín, sin inmutarse, le dijo: "Está mal informado mi general, hay varios"). El inquieto Bosé primero estudió oceanografía y después se encaminó hacia las luces del espectáculo rompiendo los mandatos paternales. Cuando apareció a fines de los setenta con ese rostro andrógino, un vestuario pop, una estética que recordaba al Ziggy Stardust de David Bowie y el himno "Amante bandido", la burbujeante escena madrileña lo acogió como su nuevo héroe de rebelde inocencia.
"Era un momento en que estaba todo muy anquilosado y creo que aparecí como una bocanada de aire fresco que pegó muy bien. Mis letras despertaron cosas que estaban pendientes para nuestra generación, y ahí arrancamos toda una historia nueva en la música española contemporánea", rememora un Bosé que por esa época estaba fascinado con el rock progresivo inglés, Roxy Music y la nueva ola de cantautores españoles como Aute y Serrat.
Su último disco es un repaso por todas sus metamorfosis como artista y esos himnos provocadores que despertaron la libido e imaginación de su público en estos treinta años, acompañado por amigos como Alejandro Sanz, Shakira, Juanes, Ricky Martin, Michael Stipe, de REM, Alaska, Julieta Venegas y Paulina Rubio. "No creo que sea el padre del pop latino porque eso ya estaba inventado antes que yo llegara, pero creo que influencié mucho a esta generación. Este disco es una celebración de mi carrera y una puesta al día de todas esas canciones que me llevaron a ser conocido en la calle. A partir de ese momento «Soy Yo», me inventé un estilo y sigo cambiando. Es algo innato en mí".
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