Pablo Trapero: "Esto pasó porque hubo mucha gente indiferente"
El director de El clan, estreno del próximo jueves, cuenta cómo decidió asomarse al horror de la familia Puccio
El escalofriante raid delictivo de la familia Puccio sobrecoge cada vez que reaparece como espantoso recuerdo en la mente de quienes vivieron aquella época o se revela con toda su macabra crudeza a cada nueva generación. Que una familia reconocida de San Isidro, entre cuyos integrantes estaba una estrella del deporte (rugbier del CASI, con un paso fugaz por los Pumas) haya usado su casa como escondite del secuestro y la muerte de varias personas sometidas a ese calvario porque conocían desde antes a sus captores es algo todavía difícil de aceptar, pese a que ya pasaron 30 años del allanamiento dela tenebrosa vivienda, del rescate con vida de la última de sus víctimas (la empresaria Nélida Bollini de Prado) y de la dolorosa reconstrucción de todo ese horror.
Pablo Trapero se acerca a este mundo con una mezcla de búsquedas y estados de ánimo. Hace tiempo que quiere acercarse al infierno de los Puccio después de haber visitado otros infiernos: la cárcel, las guardias médicas del conurbano, la villa de Elefante blanco. Pero elige atravesar la nueva escala de este obsesivo viaje (El clan, la película que Fox estrena el jueves) con elementos novedosos y atípicos. "Es el primer caso real que abordo en el cine, mi primera película de época y también la primera en que juego con el imaginario de un villano. La historia también me obligó a repensar mi manera de escribir y de planificar. Sentí la necesidad de ir por otros caminos", confiesa el director, a solas con LA NACION en el subsuelo de un importante hotel porteño, transformado en un set de entrevistas.
Dice Trapero que el primer gran desafío de esta búsqueda consistió en transformar a Guillermo Francella, "un gran actor conocido en otro registro" en un villano "al que uno tiene que seguir y creerle como pasaba en las películas de miedo que veía cuando éramos chicos, tapándome la cara con las manos pero dejando un lugar entre los dedos porque la historia seguía fascinándome".
-Como le ocurría a Darín en Carancho y Elefante blanco, Francella desaparece tal como lo conocemos y se transforma ante nuestros ojos en Arquímedes Puccio.
-Había algo de esa familiaridad que tenemos con Guillermo que era muy adecuada para la película. Porque era la misma familiaridad que Arquímedes Puccio tenía en ese barrio. Esa sensación de comodidad que te genera como espectador una cara familiar juega a favor, como también lo hace la incredulidad de que este tipo pueda ser tan malo. El personaje tiene que ganarle a tu incredulidad. Era un desafío muy grande, sobre todo para Guillermo. La idea es que se pierda esa naturalidad para que el personaje de Arquímedes logre capturarte como espectador.
-Haber elegido a Peter Lanzani como Alejandro Puccio está en esa misma línea. Peter es un ídolo juvenil y adolescente.
-Fue un privilegio trabajar con Guillermo y con Peter. Los dos tuvieron un entusiasmo increíble. Peter, que se comportó como un gran profesional, también desbordaba de entusiasmo. Ésta es su primera película. Como Peter en su mundo, Alejandro Puccio tenía un gran magnetismo. Nosotros entrevistamos a gente que hasta hoy piensa que haberlo involucrado en los crímenes fue un error. Y al igual que Alejandro, Peter conoce el mundo del rugby y su padre llegó a jugar contra Alejandro. Se preparó a conciencia y en el proceso del casting descubrí que es un pibe muy querible. Eso también le jugaba a favor. Tiene la misma mirada que se percibía en Alejandro, la de un gran encantador. Quisimos jugar con esa cosa seductora y a la vez terrible que tiene el personaje.
-Te sentís muy cómodo en estos mundos infernales y laberínticos. Pero este caso es real, está en la memoria de la gente. ¿Cómo pensás que van a reaccionar los espectadores frente al regreso del caso Puccio?
-Antes de ser director yo fui espectador. Y lo sigo siendo. Lo más lindo que tiene el cine es verlo. Y siempre trato de ponerme en el lugar del otro. El clan no es uno de esos temas fáciles y agradables para ver, para producir una película, para financiarla y para que alguien la elija pagando la entrada. El cine lo primero que tiene que hacer es emocionarte. Detrás de eso quedan muchas otras cosas: ideas para procesar, historias que no conocías. Es la puerta de entrada a un mundo nuevo. Además de darle al espectador la posibilidad de pasar un buen rato hay que darle una buena experiencia estética y sensorial.
-¿Qué pasa cuando, como aquí, esa experiencia se produce en un tiempo y en un lugar tan familiar para los argentinos? Además, la película arranca con imágenes de archivo de Alfonsín y el Nunca Más.
-Para mucha gente esa imagen de Alfonsín tiene un significado concreto, pero otros quizás la estén viendo por primera vez. La vuelta de la democracia fue muy linda y festejada, pero también muy dura. En un momento de la película aparece Aníbal Gordon diciendo que iba a durar no más de dos años. Y la verdad es que nadie sabía muy bien cuánto podía durar. Empezar con lo que representa el Nunca Más es poner la película en contexto. Porque la locura de esta familia sólo era posible en un contexto que la apañaba. Era el síntoma de una sociedad un poco border, un poco enferma. A medida que investigábamos, encontramos como constante el tema de la hipocresía. Siempre la culpa, el problema o la responsabilidad es del otro. Lo malo está afuera y eso nos autoexonera. ¿Por qué llegaron los militares? ¿Quién permitió que eso pasara durante tantos años?
-¿Tiene respuestas la película a todas estas preguntas?
-Hay muchas lecturas posibles, y por supuesto no intentamos profundizar en todas ellas. Arquímedes Puccio murió sin contar realmente quiénes habían sido sus jefes, y es evidente que él tuvo hasta el último día un sistema que lo protegió. Me hubiese gustado preguntarle a quién cubrió. Eso es lo más inquietante que la película plantea más allá del infierno íntimo de esa familia. Y me permite jugar con un montón de reglas de género. Me gusta que El clan sea un poco thriller y un poco melodrama, un cruce entre Scorsese y Buñuel. Y también me da mucha curiosidad saber qué va a pasar con la gente cuando salga del cine. Cuando todos empiecen a preguntarse por qué pasó todo esto. Y digan que no sólo pasó porque este hombre era un loco sino porque había algo detrás. En el momento en que se descubrió toda la trama sólo se decía que los Puccio integraban una familia conocida de San Isidro que secuestraba gente con un sistema macabro.
-Una familia con una historia muy extraña.
-El pasado de Arquímedes es increíble. Tuvo un rol diplomático que no recuerdo exactamente, durante el cual le iniciaron un sumario por contrabando de armas. ¿Lo hacía a título personal o, de nuevo, como parte de un contexto más grande? Fue Triple A, su relación con Gordon es conocida. En un principio formó parte de Tacuara, y en los últimos videos que circularon cerca de su muerte se reivindicaba como Montonero. Fue SIDE. Pasó siempre por espacios que le daban margen de acción para secuestrar gente ¡con el auto familiar y a la luz del día! Pasaron años hasta que esto se descubriera. En este sentido debíamos ser fieles a los datos que obtuvimos. El clan es una ficción porque es una interpretación de esos datos. Pero partimos de lo que está en la causa, evidencias incontrovertibles.
-Dijiste que tenés ganas de seguir en este camino.
-Hay algo de eso. Tengo dos o tres proyectos en la línea de El clan, que maduró en mi cabeza durante varios años. En algunos casos ya estoy tomando notas, como ocurrió en este. Siempre a partir de casos reales. Estoy trabajando en silencio hasta que llegue el momento oportuno. Soy un fan de la ficción, pero a la vez me gusta que se me reconozca como alguien que reflexiona sobre cuestiones sociales o reales.
-Y a partir de estas cuestiones, ¿qué repercusión imaginás para esta película?
-Hay situaciones que se ponen tan al límite que nos obligan a reafirmar nuestro compromiso frente a ellas. La indiferencia por el prójimo, por lo que ocurre fuera de nosotros es lo que lleva a que ciertas cosas resulten muy dolorosas. La lectura final de la película, aunque cada espectador hará la suya,tiene que ver con la indiferencia. Esto pasó conlos Puccio y con la Argentina porque hubo mucha gente indiferente.
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