Agustín Monzón, el participante de Survivor que se “dejó ganar” en un desafío definitorio y bajó 13 kilos durante su estadía en la isla
Nacido en Santa Fe, es actor y hace cinco años se mudó a Buenos Aires en busca de una oportunidad; la encontró una en el reality de Telefe, pero decidió no pasar a la nueva etapa porque extrañaba mucho a su familia y a su novia
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Agustín Monzón es actor, doble de riesgo y el nieto de Carlos Monzón, a quien no conoció porque nació después del fallecimiento del boxeador. Fue el último eliminado de Survivor, Expedición Robinson antes de que comience la unificación, la nueva etapa del reality extremo que emite Telefe, de domingos a jueves.
“Fue una locura estar ahí porque es una experiencia transformadora”, le dice Agustín a LA NACIÓN. Cuenta que durante los 32 días que estuvo en la isla bajó 13 kilos y que le quedaron secuelas, como por ejemplo el temor a la lluvia y a quedarse sin comida, pero que la experiencia fue enriquecedora y positiva.
-¿Por qué entraste al reality?
-Vi la publicación de Telefe y pensé que podía estar muy bien porque me gustan los deportes, los juegos extremos y quería mostrar quién soy. Dicen que soy muy parecido a mi abuelo y, aunque no es una carga para mí, quería que sepan quién soy de verdad.
-Tras ser eliminado por tus compañeros, estuviste tres días sola en la Isla del Muerto antes de decidir irte, ¿cómo lo viviste?
-Estar en la Isla del Muerto fue una experiencia única y muy loca porque estaba solo, con tiempo para el ocio y la reflexión. Prueben quedarse sin celular y sin ninguna distracción, mirando el horizonte. Te cambia la cabeza. Lo único que tenía que hacer era sobrevivir, que no es poca cosa, pero después de un mes ya estaba afinado.
-Tomaste la decisión de salir del juego antes de la tan esperada la unificación, ¿por qué?
-Fueron días de pura reflexión en los que repasé todo lo vivido, pensé en la incertidumbre de lo que iba a pasar y me sentí realizado con la experiencia. Todas esas cosas fueron las que me llevaron a tomar la decisión de darle el lugar a Martín (Collante), que tiene un hijo; tuvimos conversaciones muy profundas esa noche. No me molestó darle el lugar.
-¿No te arrepentiste?
-Para nada. Hoy, con el tiempo, me pone orgulloso.
-¿Qué disfrutaste de Survivor?
-Creo que los juegos porque nunca más voy a volver a vivir algo así. Y jugar me divierte, por eso me dedicó a la actuación. Ser consciente de eso es increíble.
-¿Y qué padeciste?
-No quiero caer en lo clásico que es la lluvia y el hambre, pero de verdad se sufren un montón. En la isla bajé 13 kilos. Antes de entrar al reality subí de peso a propósito, para tener reservas; subí unos siete kilos. Entré pesando 93 kilos y salí con 80. Lo primero que hice fue pedirle a mi familia que me hiciera un asado bien completo (risas). Y otra cosa que me costó mucho también fue el desarraigo. Todos los días me alejaba un poco para llorar solo. Quizá estaba más sensible de lo normal por la desintoxicación de azúcar y harina. Te quedan secuelas, por ejemplo, pensás que la comida te puede faltar y tenés que enseñarle al cerebro otra vez a controlar el apetito. O la otra vez hubo tormenta y yo estaba en casa, pero el corazón empezó a latirme fuerte y me faltaba la respiración porque en la isla la lluvia era peligrosa, ya que no podés buscar comida ni hacer fuego y se acercan un montón de bichos. Es horrible. De todas maneras, fue una experiencia positiva.
-¿Qué extrañabas?
-Las comodidades y los afectos. Aunque estás metido 24/7 en un juego social, la confianza no es total y no es lo mismo. Y soy una persona muy afectiva.
-¿Qué hacías antes de entrar al reality?
-Nací en Santa Fe y a los 17 años, cuando terminé la escuela secundaria, me mudé a Buenos Aires para venir a estudiar actuación. En Santa Fe también estudié teatro y jugaba al rugby. Justo antes de entrar a Survivor estaba trabajando en una fundación, en un proyecto en el que hacía una obra de teatro para concientizar a los jóvenes sobre el consumo problemático de alcohol. Y a la par hacía castings y tomaba clases de canto.
-¿Cómo fueron esos primeros años en Buenos Aires?
-Muy difíciles sinceramente. Muchos pueden creer que las cosas son más fáciles o sencillas, por mi apellido. Pero no es así. Y, por otro lado, me vine distanciado de mi familia porque no querían que me viniera a Buenos Aires; soñaban otra vida para mi vida. Pero me planté, dije que quiero ser actor y me vine, empecé a trabajar para parar mis estudios, el alojamiento y mi comida. Para lo que estaba acostumbrado, fue un esfuerzo tremendo hacerme un lugar en una ciudad tan grande y con 17 años.
-¿Después te entendieron?
-Sí, se dieron cuenta de que no era un capricho, que no quería jugar a ser actor. Pudimos conversar largo y tendido, y me entendieron y apoyaron. Esos primeros años en Buenos Aires hice de todo: trabajé en una cervecería, recibía a la gente en un restaurante, fui recepcionista en un hotel, fui churrero. Fueron años muy sacrificados, pero miro hacia atrás y estoy orgulloso de ese proceso.
-Debutaste en ficción en la serie Monzón, ¿cómo fue la experiencia?
-Todavía vivía en Santa Fe, tenía 16 años e hice un papel muy chiquito que me sirvió para terminar de darme cuenta que esto es lo que quiero hacer. Ahí decidí venirme a Buenos Aires, cueste lo que cueste.
-¿Es verdad que pensaste que podías ser el protagonista, por tu parecido con tu abuelo?
-Sí, pero yo tenía 16 años y buscaban a un actor de, por lo menos, 25 años para tener un registro de edad amplio. Hoy agradezco que no me haya tocado ese papel porque sino no habría valorado todos los procesos que tuve que pasar para tener un lugar en el medio. Después hice Más respeto que soy tu madre, la serie Coppola el representante, y La voz ausente, que se estrenó ahora en Disney +. Y acabo de estrenar una obra que se llama Queloide, y estamos en gira. Hice algunas producciones como modelo y también trabajo con redes sociales. Creo que Survivor me ayuda a tener más visibilidad, y está buenísimo.
-¿Te pesa el apellido Monzón?
-Mis padres hicieron un gran trabajo inculcándome la figura de mi abuelo y siempre estuvo muy naturalizado, porque más allá de que sea alguien importante en el deporte argentino, no deja de ser el papá de mi mamá, Silvia. El apellido de mi papá es Gómez y siempre usé Gómez Monzón. Pero en la escuela los profesores me decían solamente Monzón, y hasta a mi papá le dicen Monzón. A cualquier lugar que voy me hablan de mi abuelo y siempre con mucho cariño, de la alegría que le dio a la gente, de sus logros deportivos. Todos me dicen que soy parecido.
-¿Practicaste boxeo alguna vez?
-En pandemia agarré los guantes por primera vez y se me da bien. Pero no me dedicaría porque ahí sí me van a comparar y la vara es muy alta.
-Sos doble de riesgo, ¿cómo se dio?
-En Más respeto que soy tu madre tenía una escena de pelea con Florencia Peña y ahí conocí a los chicos de la empresa de dobles de riesgo y les pregunté si formaban gente. Cuando abrieron las inscripciones me anoté y está buenísimo porque disparás armas, caés de cuatro metros de altura, volás con arnés. Es picante. Me encanta.
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