Brigitte Bardot: la mujer de todos los hombres y de ninguno
La mujer más sexy del cine sufrió por amor; tuvo cuatro maridos y un centenar de amantes, pero la soledad la atravesó; una diva que se retiró temprano y transformó su vida
Brigitte Bardot tenía tan solo 16 años cuando decidió que ya era hora de casarse. Deseaba a un hombre por primera vez. Un despertar erótico que ahuyentó a sus padres, quienes se negaron rotundamente a aprobar los deseos de su aún adolescente hija. Indomable, decidió meter su cabeza en el horno como señal de protesta. Significó su primer gran acto de rebeldía. No el último, desde ya. Y la primigenia manifestación de una notable sensualidad que la conduciría por los caminos del erotismo, tanto en su vida privada como en su carrera profesional.
Fue considerada la mujer más sexy del mundo por décadas y no se privó de tener a sus pies a cuanto hombre quiso seducir. Sin embargo, y a pesar de sus cuatro maridos y los innumerables novios formales y amantes eventuales que desfilaron por sus sábanas, la soledad marcó su vida. Más de una vez dudó de su felicidad y hasta se mostró desencantada con el ser humano. Ella, que hizo gala de amoríos intensos, se alejó de los placeres del cuerpo. Será por eso que, desde hace años, la defensa de los derechos de los animales es su motor fundamental para seguir de pie a cara lavada y sin cirugías. Otro acto de rebeldía. A los que esperaban una vejez emperifollada, ella les demuestra que se reconvirtió. Es otra.
La intelectual feminista Simone de Beauvoir dijo sobre ella que era “tanto depredadora como víctima de sus depredadores”. Quizás, la definición de la escritora dibuja el perfil más acabado de la mujer más deseada, del sex symbol del cine de los años ´50 y ´60, del ícono de la belleza francesa que trascendió a todo el universo. El fenómeno Bardot se articuló con un mundo efervescente.
A pesar de haber sido siempre una mujer pensante, la Bardot no dudaba en salir con poca ropa y apelar a esos recursos efectivos. Disfrutaba. Sin embargo, y aún cuando sus papeles en el cine marcaban lo contrario a partir de personajes más sobrios, su belleza era incontenible. Aquella famosa escena de Y Dios creó a la mujer, en donde bailaba descalza sobre una mesa quedó en los anales del cine de todos los tiempos. Sutil e intensa. Esta fue la fórmula que la definió y confirmó que el sexo y el erotismo se pueden llevar muy bien con el refinamiento. Jamás se mostró vulgar ni protagonizó relatos de mal gusto. Su filmografía dio cuenta de esto.
Un centenar de amantes
Algunas biografías, hay varias editadas sobre su vida, hablan de un centenar de nombres que podrían haber disfrutado de sus encantos. ¿Exageración? Lo cierto es que si la fantasía popular hizo lo suyo para acrecentar la cifra, la belleza arrolladora y el sex appeal de la Bardot lograron el resto. ¿Por qué no? Si hasta Warren Beatty o Serge Gainsbourg cayeron rendidos ante el aura de la protagonista de L´affaire d´une nuit.
¿Todos hombres? Jamás se le conoció un amor de su mismo género. Sin embargo, cuando en 1952 conoció a Marilyn Monroe, no se privó de hablar loas sobre la belleza irrefutable de la rubia de Hollywood. Las femmes fatales divididas por el océano midieron fuerzas al verse por primera vez. Brigitte no pudo más que alabar la figura y lozanía de la rubia. “Tan fresca como si estuviese recién levantada. Querías besarla de la mejor forma”, confesó. Y aunque en la época sonaron algo provocadores sus cumplidos hacia la protagonista de Los caballeros las prefieren rubias, lo cierto es que quedaron en eso, en cumplidos.
Dada la edad actual de la diva, los cálculos hablan de más de un idilio por año en promedio. Sin embargo, ella, que nunca se vio bonita, habría sido protagonista de varios intentos de suicidio. Y todos por una misma causa: los sinsabores en el amor. Una verdadera paradoja.
Mujer de cuatro nupcias
El director Roger Vadim fue su primer marido. Pero, a los 16 años, sus padres consideraron que Brigitte aún no estaba preparada para lidiar con esa responsabilidad. Ella insistió en que deseaba pasar por el altar. Cabeza en el horno mediante, no logró convencer a sus progenitores, así que el flechazo debió esperar a la mayoría de edad. El matrimonio, finalmente, se consumó. Pero, Cupido hizo trampa y ella dejó a Roger por Jean-Louis Trintignant, con quien compartía elenco en el film Y Dios creó a la mujer. ¿Quién dirigía la película? ¡Su marido!
Luego del sonado romance con el actor, la diva compartió lecho con algunos galanes pasajeros. Hasta que cayó rendida ante el carisma de otro artista: Jacques Charrier, su segundo marido, quien se convirtió en el padre de su único hijo. No fueron tiempos felices. La maternidad no era una vocación cimentada y, por ende, no figuraba en los planes de la actriz. A punto tal que la tenencia quedó en manos de Jacques. “No estaba preparada para ser madre. Eso no es lo mío”, dijo alguna vez. El embarazo no deseado no fue una página feliz en su historia y la relación con su niño, en medio de ese panorama, lógicamente no siempre fue fácil.
Como no hay dos sin tres, la diosa nacida el 28 de septiembre de 1934 en París, volvió a reincidir. Su vida la llevaba a conocer diferentes hombres. La noche la contaba como una protagonista ineludible. En ese ambiente de tragos y música (la Bardot también editó varios discos como cantante), conoció a un playboy que la sedujo. Se trataba del fotógrafo alemán Gunter Sachs. Las Vegas fue el lugar elegido para el casamiento, pero Saint Tropez el sitio de residencia del matrimonio. Eran tiempos donde la música colmaba las necesidades artísticas de la actriz. Tiempos en los que ya pensaba en un prematuro retiro del séptimo arte. Cuando Brigitte y Gunter llegaban a París, las madrugadas los solían encontrar caminando por los Campos Elíseos haciendo gala del anonimato y la soledad que solo permiten las noches junto al Sena.
La protagonista de Les Bijoutiers du clair de lune se mostraba apabullada por su propia vida, por los innumerables amantes, por los tres matrimonios frustrados. Sin embargo, a los 40 años decidió intentarlo de nuevo. La historia con el playboy había quedado atrás y, esta vez, fue la formalidad de un caballero la que la sedujo de manera definitiva. Bernard d´Ormale era distinto. Fue su último amor. ¿El definitivo? Asesor de Jean Marie Le Pen, este hombre supo encausar las veleidades de Brigitte, apaciguar sus ánimos y convertirla en una mujer de hogar.
Hoy
Desde hace más de cuatro décadas, la actriz está retirada y solo realiza apariciones esporádicas en eventos vinculados a la preservación de los derechos de los animales. Su mansión La Madrague de Saint Tropez no atesora grandes recuerdos. La nostalgia no es lo suyo. Vive el presente sin pensar en un pasado estelar que ella misma combatió con su retiro precoz.
No da entrevistas desde hace años, afirma que nada importante tiene para decir. Sin embargo, se mostró cercana a la derecha política y renegó de ciertas corrientes inmigratorias que llegaron a su país. A pesar del bajo perfil, algunas de sus declaraciones más recientes fueron algo reaccionarias y generaron polémica. Hace dos inviernos hizo una excepción y se mostró en un documental para la Cadena France 2.
Alguna vez se le consultó sobre cuál había sido su amor más trascendental. Y la respuesta no se hizo esperar: “No puedo mencionar a nadie”. Así fue y es la Bardot. Libre. Irreverente. Sin amarras a nada ni nadie. “Entregué mi juventud y mi belleza a los hombres. Entregaré mi madurez y mi experiencia a los animales”. Sus palabras no dejan dudas de quién fue. Y de quién es a los 82 años. Brigitte Bardot, la mujer de cien hombres. Y de ninguno.
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