En una extensa charla con LA NACION, la actriz habló sobre sus pasiones, sus nuevos proyectos laborales, la relación con su familia y lo que significa el peso de su apellido
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Se define como actriz y conductora, pero Manu Viale es ante todo, curiosa. Le gustan los desafíos y no vacila: se anima al teatro, a la radio y a la televisión. La agenda de Manuela no tiene huecos. Hoy, alterna sus días entre sus trabajos de actriz, modelo y conductora. Acaba de estrenar Wasabi: ¡Se puso picante!, una comedia dirigida por Diego Ramos que protagoniza junto con Luly Drozdek, Daniel Pacheco, Gastón Vietto, Dan Breitman, Nacho Di Marco y Mechi Bove. Además, actúa en Convivencia obligada en el Teatro Multiescena y conduce diariamente Red Flag en Luzu TV.
Pero el trabajo no es todo. Un año atrás, Manu Viale y su pareja, el futbolista Federico Freire, pasaron por el altar en una celebración soñada, rodeados de familiares y amigos y fue Juana Viale la elegida para oficiar la boda. Es que Juana y Manuela mantienen una conexión especial: las une el amor por la naturaleza y por los animales. “La admiro mucho”, detalla la hermana de Juana y Nacho por parte de su padre, Ignacio Viale del Carril, y de Matías, del segundo matrimonio de Viale con Mariana Virasoro. En entrevista con LA NACION reflexiona sobre su presente laboral, los prejuicios, el vínculo con su apellido y su particular hobby.
—¿Cómo fue el trabajo con Diego Ramos para construir tu personaje en Wasabi: ¡Se puso picante!?
—La dirección de Diego me sorprendió un montón, es excelente director, muy preciso. Nunca tuve un director así de meticuloso y me sirve porque yo soy de estar buscándole siempre el pelo al huevo a mi personaje. Por suerte, en esta obra encontré rápido el espíritu de mi rol. En la función de prensa tuve muy buenos comentarios y me fui empapada de amor, muy contenta. Al principio, los personajes parecen muy estereotipados, pero poco a poco se van sacando las capas, como una cebolla. En mi caso, tengo que interpretar a una contadora muy de manual, una persona muy plantada, que no se parece en nada a mí.
—¿Cómo sos vos? ¿En qué te diferenciás?
—Soy re tranquila y un despelote (risas). Soy desordenada, pero también mega puntual. Eso fue algo que fui adquiriendo por mi papá. Por fuera del tema de la puntualidad, en el resto, soy súper relajada. No soy de tener todo planeado, me dejo llevar y fluir. En Wasabi todo fluye, es un elenco que tiene ego nulo. El otro día hablábamos con Dan (Breitman) de eso, él es de otra generación, tiene 10 años más que nosotros y siente que los que estamos en nuestros treintitantos no manejamos el ego que se manejaba unos años atrás. Vamos a trabajar por placer y a reírnos, y sabemos ponernos felices por los logros de nuestros compañeros y colegas. Lo interesante de la obra es que retrata lo que pasa en todos los grupos de amigos y las microviolencias que pueden surgir, esas que uno deja pasar y en algún momento salen a la luz.
—¿A vos te pasó algo así en tu grupo de amigos?
—Yo creo que a veces pasa con los grupos de amigos del colegio que son los que te impusieron, los que te tocaron un poco por el azar de estar en el mismo curso. Cuando crecés, por ahí no compartís los mismos códigos o valores. Después, uno va eligiendo y decide qué compartir con qué clase de amigo. Cuando me junto con mis amigas del colegio es un griterío y cada una está a favor de una cosa distinta, pero ninguna es artista. El mundo del arte es un entorno distinto en el que también me muevo.
—¿Sentís que tenés una mezcla de dos mundos: uno más formal y otro más bohemio?
—Tengo una mezcla, me adapto. Soy bastante camaleónica. No soy blanco y negro, ni me gustan los extremos. Creo que en los grupos siempre existen los estereotipos y cosas que uno deja pasar para no pelear; siempre trato de adaptarme.
—¿Sentís que la gente te etiqueta o tiene prejuicios hacia vos?
—La gente que no me conoce sí, pero los que me conocen no porque yo soy muy transparente. Eso lo muestro mucho en Luzu TV, ahí soy malhablada. Por ahí alguien me ve y piensa que vengo de una familia elegante pero en realidad soy una mujer a la que le encanta andar en patas. Soy relajada, no me compro ropa, no consumo. También me encanta vestirme bien, ir a eventos, salir a comer. Me gustan las dos cosas.
—Hiciste mucho teatro independiente, proyectos de perfil bajo...
—Me gusta probar y pasarla bien. Mientras disfrute, no tengo problema en estar en una obra que se dé en una sala muy chiquita. Eso no me genera historia. Me encanta conocer gente nueva. Ahora si la paso mal, no tiene sentido. Creo que la vida está para disfrutar y, cuando crecemos, nos volvemos menos tolerantes. Por ejemplo, ya no viajo más de mochilera.
—Pero lo hiciste...
—Sí, he dormido en colchones horribles (risas). También viajé en carpa, pero primera y última vez. Me encanta vivir aventuras y experiencias, pero siempre acompañada. Me da pánico e inseguridad viajar sola.
Una ceremonia emocionante
—Estás por cumplir el primer aniversario de casada ¿Cómo viviste este primer año después de oficializar la relación?
—No siento que algo haya cambiado en nuestra relación. Nos casamos para compartir y disfrutar de nuestro amor con nuestra gente. Hice una ceremonia hermosa y muy significativa, nos casaron mi hermana Juana y el hermano de Fede. Yo no me quería casar por iglesia, pero quería hacer una ceremonia. Fue más emocionante de lo que creí, Juana pensó unas palabras y escribió para guiar la ceremonia. Habló nuestra gente más cercana y tuvimos a todos nuestros amigos de testigos. Cuando Juana habló estuvo maravillosa; fue muy emocionante. Quedó para siempre en mi memoria. Para mí, era claro que ella era la única que tenía cancha para llevar adelante la ceremonia, y lo hizo hermoso. Hubo cosas más tradicionales y otras no tanto: elegí que el vestido fuera champagne en vez de blanco, pero sí entre con mi papá en un auto. En vez de bailar el vals decidimos con mi papá bailar “Cachita”, porque es una canción que le gusta mucho. Fue muy lindo.
—¿Te gustaría participar en algún proyecto junto con tu hermana Juana?
—La verdad es que estaría buenísimo; me encantaría, pero todavía no se dio.
—¿Hay algún proyecto profesional que tenés pendiente y que te gustaría cumplir?
—Me gustaría trabajar en alguna serie de plataforma. Pero, para mí, la vivencia de hacer teatro es histórica: no tiene comparación con nada. Todas las noches vivís algo diferente. Hay una adrenalina en no saber qué va a pasar exactamente en escena; eso no tiene explicación.
—¿Cómo te sentís en el streaming?
—Hacer streaming todos los días es difícil. Hay programas mejores que otros. Trato de interactuar con la gente y explicarles que a nosotros también nos pasan cosas, que a veces llegamos al momento del programa con un millón de problemas en la cabeza. A veces recibo comentarios feos: “Ay, mirá Manuela, qué cara de culo (sic)”, “¿Qué hace sentada ahí?”, “No tiene nada para contar” o “Está re acomodada”. Tengo una vida. Me pasan cosas. Estoy angustiada. Me peleo con gente. Me levanto de mal humor. Soy una persona normal, no un robot. Pero como soy muy transparente todo se me nota y en el streaming hay mucho ida y vuelta.
—¿Te imaginás conduciendo algo más formal, al estilo de Almorzando con Juana?
—No, yo tengo otra onda más descontracturada. La admiro por la forma en que ella lo hace con su esencia, pero cada una tiene su estilo. El streaming es muy distinto, la gente nos busca para relajar y divertirse. Para escuchar cosas más serias están los noticieros. Creo que hoy los jóvenes buscan distracción; tanto en el streaming como en el teatro quieren reírse.
—¿Cómo llevás el apellido?
—La gente piensa que por el apellido estás acomodada, creen que nosotros no pasamos por un casting. Hasta que mostrás que realmente no estás acomodada, cuesta un poco. Cuando reemplacé a Darío Barassi en la conducción de 100 argentinos dicen, fue un casting súper difícil. Lo hice relajada porque estaba segura que no iba a quedar y es cuando mejor salen las cosas. Al final me convocaron y me agarró pánico ocupar su lugar, hablé con él y eso me tranquilizó. Él me dijo que yo lo haga con mi estilo y confíe en eso, pero igual, me criticaron (risas). Después entendí que esas críticas por ahí venían de personas que trabajan en algo que no les gusta, no los gratifica o no los hace felices. Entonces que uno esté haciendo lo que le gusta genera un poco de envidia. ¿Qué le puedo contestar si yo estoy haciendo lo que amo? Me gusta el teatro, la tele, la radio, el streaming y pruebo todo.
—Sos inquieta.
—Sí. Además de teatro y streaming le pongo mucha energía al cuidado del medioambiente y de los animales. Tengo mi huerta, hago compost y reciclo todo lo que puedo. Trato de poner mi granito de arena para concientizar a los otros. También crío mariposas. Arranqué en cuarentena, cuando vinieron a hacerme una huerta en casa y ahí sumé a mi jardín las plantas hospederas de las orugas de la mariposa monarca, que son las asclepias. Me obsesioné con las orugas y con las mariposas. Veo una mariposa y me vuelvo loca. Para mí son muy mágicas; hasta tengo un tatuaje de una mariposa. Me parece increíble que el jardín de mi casa pueda generar todo un ecosistema.
Dónde verla. Wasabi: ¡Se puso picante! se presenta los martes, a las 20, en Paseo La Plaza.
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