Es una suerte de pacto que ambas partes cumplen a rajatabla. De modo de disfrutar de unas vacaciones de invierno tranquilas, y sin sobresaltos, en uno de sus destinos preferidos, Lech, la familia real de Holanda se compromete a posar para la prensa en su primera mañana de esquí en la estación austríaca. Como toda tradición, es un gesto que repiten todos los años a fines de febrero y el lunes 25 pasado no fue la excepción.
En compañía de sus tres princesas, Amalia (15), Alexia (13) y Ariane (11), de la reina Beatriz (81) y del príncipe Constantino (49) –el hermano menor de Su Majestad– y su familia, los reyes Guillermo Alejandro (51) y Máxima (47) fueron protagonistas de un posado simpático y décontracté, en el que no faltaron las risas. Dueño de un temperamento muy afable, el soberano de los Países Bajos dio rienda suelta a su costado más payaso y, además de abrazar con cariño a sus hijas, se tiró a la nieve con su sobrino, el conde Nicolás de Amsberg (14), para las fotos.
Fanáticos del esquí y de este exclusivísimo centro invernal, la historia entre los Orange-Nassau y Lech se remonta al invierno de 1959, cuando el príncipe Bernardo, el marido de la reina Juliana, y padre de la reina Beatriz, se enamoró del lugar y de sus pistas. Como en la vida, que además de momentos dulces, tiene sus tragos amargos, este fue el lugar en el que el príncipe Friso, el otro hermano del Rey, tuvo un gravísimo accidente en 2012 que, tras un año y medio en coma, desencadenó en su muerte.
La reina aprendió el deporte de chica en Bariloche, adonde viajaba cada invierno con su familia. Su padre, Jorge "Coqui" Zorreguieta tenía allí una casa, llamada "Los Zorros".
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