Quién es Jonah Hill, el comediante que abraza la incorrección y se luce en No miren arriba
El comediante es el gran emblema de una generación que revolucionó Hollywood
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En una de las muchas entrevistas que Jonah Hill brindó por el estreno de No miren arriba, contó que tenía una máquina capaz de emitir sonidos de flatulencias a distancia (regalo de Julia Louis-Dreyfus). Como un chico que se ríe de una travesura anticipada, Hill no dudó en utilizarla en Leonardo DiCaprio en medio de una ronda de prensa.
En Netflix, la plataforma productora de ese largometraje, dicha humorada no cayó bien, y le exigieron que dejara de usar ese dispositivo. Ante eso, la respuesta de Hill fue contundente: “Netflix, te amo, amo trabajar ahí y soy un gran fan. Pero ninguna empresa va a silenciar mis pedos digitales”. Más que una provocación, esa fue la declaración de principios de un intérprete parido por una generación de actores que tomó a Hollywood por asalto hace poco más de diez años, y del que Jonah se reveló como su gran embajador.
La escritura como refugio
Jonah Hill nació el 20 de diciembre de 1983, en California. Su madre era diseñadora, y su padre tenía el atípico trabajo de ser el contador de los Guns N’ Roses. Desde chico, él encontró en la escritura un hobby inesperado, una actividad que lo apasionaba y en la que volcaba toda su energía. Y en una entrevista, así lo explicó: “Todo el tiempo escribía. Ya sea porque estuviera enojado, feliz o solitario, siempre me gustaba irme a mi cuarto y simplemente escribir. Le dedicaba mucho a eso, procuraba mejorar”. En su adolescencia, comenzó a preparar sus primeras obras estudiantiles que pudo presentar en el off de Broadway. Y actuar en esos pequeños proyectos, lo llevó a querer buscar un lugar en el mundo de la interpretación.
Mientras soñaba con una carrera como productor de hip hop, Hill tenía como hábito hacer bromas telefónicas. Como una suerte de clase de actuación, él perfeccionaba sus burlas en las que asumía distintos roles, ante las risas de sus amigos que presenciaban esas llamadas. Su truco favorito, era hacerse pasar por el asistente personal de Tobey Maguire, reservando habitaciones de hotel en su nombre y haciendo todo tipo de extravagantes requisitos. El destino quiso que uno de los observadores casuales de esas bromas, fuera Dustin Hoffman, cuyos hijos eran amigos de Jonah. El protagonista de Rain Man se divirtió mucho con el talento del joven, y cuando supo que él quería ser actor, le consiguió una audición para el film Extrañas coincidencias. De esa manera, Hill tuvo su debut en cine.
La importancia de Super cool
En 2004, el director Judd Apatow estrenó su gran ópera prima, Virgen a los 40, en donde Hill tuvo una muy pequeña participación. Pero lo importante de ese proyecto, fue que allí estableció sus primeros lazos con un grupo de comediantes que marcaron un quiebre en el Hollywood de esos años.
En ese título, el actor fortaleció vínculo con Apatow, Seth Rogen y Paul Rudd. Y con ellos volvió a colaborar poco tiempo después, cuando en 2007 llegó a los cines Ligeramente embarazada, segundo film de Apatow, en el que Hill tuvo una participación mayor. En esa pieza, la familia de comediantes alrededor de Jonah se agrandó, y aparecieron nombres como el de Jason Segel, Jay Baruchel, Martin Starr, Craig Robertson, Ken Jeong o Bill Hader. Si bien ninguno de ellos era un debutante, bajo el ala de Apatow se convirtieron en nombres recurrentes dentro de una serie de películas en las que, directa o indirectamente, ese realizador tuvo algún tipo de injerencia. Y dentro de esa burbuja de excepcionales humoristas, Hill tuvo su gran oportunidad en 2007.
Luego de tener participar en Accepted, 10 items or less o Rocket Science, Jonah llegó a su primer gran protagónico con el film Super cool. La película, escrita por Seth Rogen y Evan Goldberg, cuenta el vínculo entre dos mejores amigos, durante la última noche de fiesta antes de mudarse a sus respectivas universidades. Si bien su tono es decididamente cómico, la trama esconde la tristeza de unos amigos que no quieren reconocer la nostalgia que les provoca la distancia, y que deciden vivir esa última salida como el cierre de una etapa que los va a acompañar por el resto de sus vidas. Y Jonah Hill y Michael Cera logran una química inmejorable en la piel de esos protagonistas que le dicen adiós a la irresponsabilidad de la adolescencia.
Super cool fue un éxito de taquilla, y disparó la carrera de sus estrellas principales. Apatow como productor, y Rogen como guionista, le confiaron a Hill un personaje perfecto, que el actor interpretó en tono de risas, sugiriendo con sutileza la melancolía que lo atravesaba. A partir de ese momento, él comenzó a transitar por otras comedias imprescindibles, como fue el caso de ¿Cómo sobrevivir a mi ex?, Funny People o Get Him to the Greek. Esos eran títulos filosos, comedias dueñas de un poder de observación notable y con guiones de hierro. Pero por debajo de los chistes vinculados al consumo de marihuana, el sexo y los gags anclados en mundos masculinos, Seth Rogen, Paul Rudd, Bill Hader o Russel Brand lograban componer personajes riquísimos, incapaces de ser apreciados por el ojo prejuicioso que aún entiende el humor como “un género menor”. Y en ese mundo desbocado, Hill fue parte del núcleo duro y uno de sus mejores representantes. Pero atento a escapar de la etiqueta, el actor pronto quiso buscar otros caminos.
Hill todoterreno: amo del humor y el drama
En 2009, ¿Qué pasó ayer? se convirtió en una de las grandes sorpresas del año, pero lo que pocos saben es que Hill pudo ser parte del trío protagonista. Él prefirió rechazar esa oferta, con la intención de orientar su carrera hacia proyectos de corte independiente, que coquetearan con el drama. De ese modo, optó por trabajar en Cyrus, un drama dirigido por los hermanos Jay y Mark Duplass. Ese título marcaba el deseo de Jonah por salir de su zona de confort y alejarse momentáneamente del grupo liderado por Apatow para buscar otros caminos. Al año siguiente, se le presentó una gran oportunidad cuando trabajó junto a Brad Pitt y Philip Seymour Hoffman en El juego de la fortuna. En ese largometraje, su interpretación fue ampliamente elogiada, al punto de ser nominado como mejor actor de reparto en los premios Oscar, Globo de Oro y Bafta. Sin embargo, y fiel a sus raíces, Jonah no renegó de su talento para el humor, y volvió a ese género muy pronto.
En 2012 protagonizó junto a Channing Tatum, la comedia de acción Comando especial, basada en la serie de los ochenta. Al año siguiente, él formó parte de un título clave de la década pasada, una de las grandes joyas del humor actual y, quizá, la pieza crepuscular de ese grupo de actores asociados al mundo de Judd Apatow. Este es el fin fue una película en la que Hill, Rogen, Danny McBride, Craig Robinson y una decena de estrellas que se interpretaban a sí mismas, protagonizaban una historia salvaje en la que el infierno llegaba a la Tierra. Una vez más, ese film le servía para mostrarse como parte del corazón de una camada de comediantes que revolucionaba Hollywood a fuerza de incorrección política y de un ácido sentido del humor que no le tenía miedo al tabú. Con Este es el fin, se cerraba un episodio clave de la comedia en Hollywood, y la frecuencia en la que esos actores volverían a trabajar juntos sería mucho menor.
Luego de una breve aparición en Django desencadenado (trabajar, aunque fuera un poco, con Quentin Tarantino era uno de sus grandes deseos), Hill recibió la llamada de un verdadero peso pesado de la industria. En 2012, Martin Scorsese estaba preparando El lobo de Wall Street, y el nombre del actor surgió como una posibilidad para interpretar a uno de los protagonistas. Con tal de estar allí, el intérprete aceptó un sueldo de sesenta mil dólares, que representa el salario mínimo impuesto por el gremio, pero eso no le importó: “Esto no se trata de cuánto cobré. Nada de todo esto tiene que ver con el dinero. Con tal de trabajar con Scorsese, sería capaz de vender mi casa y darle todo el dinero. Sería capaz de hacer cualquier cosa en el mundo, y no lo dudaría”. Ese film no solo le valió una amistad con DiCaprio, sino también una segunda nominación al Oscar y un vínculo profesional con Scorsese (para el que volverá a trabajar en poco tiempo, interpretando al mítico Jerry Garcia).
Un eterno comediante
No miren arriba es uno de los títulos más importantes de este 2022 que apenas comienza. Estrenado a finales del año pasado, el largometraje dirigido por Adam McCkay es una sátira social sobre la llegada del fin del mundo y las miserias que salen a flote aún en un contexto de inminente tragedia. En esa película, protagonizada por nombres del calibre de DiCaprio, Jennifer Lawrence y Meryl Streep, Hill trabaja un tono que, como el del resto del film, explora el humor desde un marco de desesperación. Y no es una sorpresa que él sobresalga en No miren arriba, porque esa escuela en la que aprendió los mecanismos de la risa de maestros como Apatow o Rogen le enseñó cómo construir un personaje de enorme riqueza, aun cuando está rodeado de figuras que atraen toda la atención.
Jonah Hill no dejó de demostrar su versatilidad en piezas animadas como La película de Lego o La fiesta de las salchichas, pasando por atípicos títulos como Amigos de armas o The Beach Bum (o en su proyecto como director, la destacable En los 90). Cada vez que aparece, él puede tanto encabezar proyectos, como permitirse ocupar un lugar secundario si el film lo entusiasma lo suficiente. Se trata de alguien que no tiene aires de estrella, aunque pasa su tiempo rodeado de los nombres más taquilleros de la industria. Pero el secreto de su éxito, adentro y afuera de la pantalla, pareciera tener que ver con no abandonar ese humor salvaje, dentro de un Hollywood pacato en el que ya nadie se anima a usar “máquinas de tirar pedos”. Jonah Hill todavía sí se anima, y por eso es una criatura única en su especie.
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