Romina Gaetani: el film que le hizo revivir un momento difícil, cómo lidia con los mandatos y por qué prefiere no vender tickets con su música
La actriz, que protagoniza la obra Mamá en plena Calle Corrientes, es parte del elenco de la película Chocolate para tres, que llega esta semana a los cines; en diálogo con LA NACIÓN, reflexiona sobre su vínculo con los planteos hegemónicos del medio y cómo la música se convirtió en su espacio de independencia creativa
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Café por medio, Romina Gaetani es igual con o sin grabador prendido: transparente, espontánea, auténtica. La charla sobre el tránsito y dónde estacionar sirve para romper el hielo, y hablar con ella se parece a un encuentro con esa amiga que no se ve tan seguido pero con la que no se siente el paso del tiempo. La excusa para dialogar es el estreno de Chocolate para tres, el film de Tomás Sánchez que llega a salas este jueves y que cuenta la historia de Julia (Flor Torrente), una joven que sufre trastornos alimenticios y debe resolver varias cuestiones familiares. El elenco lo completan Arturo Puig, Beatriz Spelzini, Gastón Soffritti y Andrea Pietra.
“Mi personaje es el que un poco obliga a uno de los primeros giros, tiene contacto con la madre de Julia, que es interpretada por Andrea Pietra, y la pone en autos diciéndole: ‘Tu hija está pasando por esta situación’. Me gustó mucho hacer esta película porque concientizar siempre es bueno, es un tema que no se viene hablando mucho”, adelanta la actriz a LA NACIÓN sobre su rol en la película. “Lo de los trastornos alimenticios es algo que viví en carne propia al tener a una mejor amiga que sufría bulimia. También yo tuve en mi adolescencia desórdenes alimenticios, sin llegar a la bulimia ni la anorexia, pero me acuerdo que tuve la lucidez de decirle a mi madre que quería ir a terapia porque me estaba viendo comiendo de una manera que no era normal. De alguna manera, gran parte de lo que se cuenta en esta película lo tenía transitado, sabía lo que era”.
—Habrá sido fuerte volver tantos años hacia atrás, a tu adolescencia, pensar en tu amiga... ¿La seguís viendo?
—Es fuerte este trabajo. No la veo porque ella está viviendo afuera, pero tenemos contacto.
—¿Te ha pasado que te dijeran que tenías que “estar más flaca” cuando comenzabas tu carrera?
—Sí, es que estamos en un medio donde ya hay un planteo de cómo uno tiene que ser, hay un planteo hegemónico. También según la carrera que uno recorra, ¿no? Si arrancás en televisión, va a ser muy claro el planteo. Hice muchos personajes protagonistas de la novela hegemónica. O sea, claramente no podía engordar.
—¿Lo sentías como una presión esto de no poder engordar?
—No, pero la presión siempre está. Soy una persona que disfruta de comer, disfruto de la comida, y los primeros meses de una ficción estaba en un peso ideal y después siempre engordaba un poco. Entonces estaba esa lucha de cansancio y estrés por las 12 horas de grabación e ir al gimnasio. Siempre me fue un trabajo extra el tener que mantenerme en un peso para llevar ese personaje.
—Volviendo a tu personaje en Chocolate para tres, sus intervenciones son muy certeras... ¿Tenés algo de eso?
—Sí, soy de las amigas que no se quedan calladas. Más si la otra persona me da permiso, y ni hablar de si se trata de una amistad profunda.
—La película la filmaron en 2022, apenas terminada la pandemia. ¿Cómo fue el rodaje?
—Y fue como salir desbocada a abrazarte con tus compañeros y volver a trabajar. Mucho más en mi caso, que tengo poco cine hecho y muchas ganas de seguir haciendo, le dije que sí al proyecto sin dudarlo. Además, soy muy turista de nuestro país, y cuando me dijeron volver a filmar en Purmamarca, no había nada que dudar.
—Dos años desde que filmaron al estreno... ¿Sos ansiosa con tu trabajo?
—No, en el cine sé que hay un proceso. En la música sí me pasa un poco más, sobre todo porque lo hago de manera independiente y tomo todas las decisiones.
—¿Hacer música independiente fue una elección?
—Sí, porque hago una música que no es lo que se consume. Después no sé si tiene que ver con la edad, pero la industria en general apuesta a los más jovencitos. Eso también uno lo va comprendiendo con el tiempo, pero no me detiene con lo que me apasiona, que es producir, recrear mis propios videoclips, hacer la edición, escribir, estudiar. Yo puedo tirar cables, correr el telón, hacer utilería. Mientras que esté en el escenario voy a ser feliz. En la música hago todo, pongo la pedalera, acomodo los claves, voy con mi guitarra y armo y desarmo. No vendo tickets. En su momento, cuando tenía la banda La Rayada, vendía muy pocos tickets, 70 o 40 capaz, y a la vez estaba haciendo una novela en Polka.
—¿No te importa no vender tickets?
—No. El producto me importa porque me enorgullece, aunque no sea una cosa hitera. Es un lugar mío donde no transo. Y creo que el que me sigue, ahí conoce de verdad a Romina, porque muchos creen que una es lo que hizo el personaje. Nada más alejado de mí.
—Hablábamos de la presión del medio por estar “siempre divina”. ¿Qué pasa con el interés que genera tu vida privada?
—Me divierte por un lado el titular del nuevo novio, pero por otro me parece patético. Uno se va acostumbrando. “Nuevo novio” es genial, es genial de triste, por la pareja actual que le toca ver eso. Consumo poco las notas que hago por un tema de tiempo, o de perderme cuándo sale.
—¿Y tu familia o amigos?
—Mi mamá y mi papá siempre fueron de verlas. Ellos sí, porque no es que me da todo igual. “Che, ¿qué tal salió tal nota? ¿Se entendió tal cosa que quise decir?”, les preguntaba. Mi papá falleció hace 8 años, y mi madre vive. Ellos siempre me acompañaron. Me acuerdo que estaba en el colegio y de la nada dije que quería ser actriz. Mi papá era productor de seguros, pero daba conferencias de jazz y entrevistas, y mi mamá hacía radio y leía poesías; tiene una linda voz mi mamá.
—No eran actores, pero había algo artístico en ellos. Lo que se hereda no se roba.
—Sí, y mi hermano también. Si bien es arquitecto, trabaja como stage manager o director de arte en tele, en cine y en teatro y me hizo el arte en mis últimos clips; confío en él porque tiene mejor gusto que yo. Siempre destaco la sensibilidad que tuvieron mis padres en escuchar música, en ir al teatro. Recuerdo que tendría 10 o 12 años y mi papá, que era un laburante, pagó cuatro entradas y nos llevó al Gran Rex a ver a Paco de Lucía. ¡Gracias, papá! Mis papás lo único que me dijeron es que terminara el colegio y estudiara, y así fue. Al tercer año quedé en un casting de Pepe Cibrián, después de intentarlo muchas veces.
—¿Te frustraba?
—Sí, me iba triste, pero no bajaba los brazos nunca. Tenía cuatro castings por día y me iba con un bolso desde San Martín a tomar el bondi, el subte, toda maquillada y estaba cuatro horas esperando y veías el acomodo y el maltrato de muchos lugares. “Ponete, parate”, como si una fuera algo descartable. Hasta que quedé en un casting de Pepito Cibrián, entre 3.500 personas, para hacer Edipo Rey, mi primer protagónico, y fue increíble.
—¿Cambiaron las formas? ¿Sentís que hay menos maltrato?
—Hoy se cuidan más porque las denuncias están a la orden del día o las mujeres nos callamos menos. O si estamos con miedo de denunciar, ya hay una red de mujeres y 1.500 chats en los cuales participamos, donde sucede algo ya es comunicado, capaz no hacia afuera por temor, pero sí a la red.
—¿Viviste situaciones incómodas?
—Muchísimas. Sí. Las podía hablar con una pareja o con el entorno, pero nunca salía a denunciar. Y lo que pude haber denunciado también me lo callé por miedo, miedo a perder trabajo y porque preferí sanarlo en terapia y puertas adentro o encarando a la persona. Así y todo sigo aprendiendo qué es lo que una tiene que trabajar con una para que esas cosas no vuelvan a suceder. Es muy difícil. A mis 47 años todavía sé que me pueden seguir pasando cosas, pero hay varios libros que ya uno tiene leídos, hay varias marchas en las que salí a la calle a caminar y la red de escuchar y escuchar a mujeres y escucharse y re-escucharse a una misma, contando ese episodio, hace que uno esté más atenta.
—¿Y qué te pasa con los mandatos del tipo “hay que casarse, después tener hijos”?
—Los mandatos siempre nos van a tocar un poquito la espalda porque nos criaron con eso y lo tenemos en el oído, lo que nos salva a nosotras es seguir a mujeres que hablan de nuestro empoderamiento y de lo que significa salir adelante y pelear por nuestros derechos, además me fijo mucho en las nuevas generaciones, que tienen muy en claro que hacer con sus cuerpas (sic), sabiendo ya a los 14 si quieren o no ser madres. Yo no soy madre y me pasó que a muy temprana edad dije, sí, todo bien, la familia, el mandato, yo voy a por mi camino como profesional y eso lo tenía muy en claro antes y lo tengo claro hoy. Llegará cuando tenga que llegar.
—¿Pudiste trabajar siempre de esto?
—Siempre, hasta el día de hoy, incluso en la Argentina de hoy, y desde hace varios años... No me detengo solo en este Gobierno, porque todo lo que tiene que ver con la cultura, ya incluso antes de la pandemia, está en una cornisa.
—Además, estás haciendo Mamá en Calle Corrientes, con Betiana Blum, Paco Fernández de Rosa, Marcelo De Bellis, Magela Zanotta y Nacho Toselli...
—Si y es muy diferente, y es la primera vez que me toca una obra tan sobre los hombros y está bueno eso, es una experiencia importantísima. Por otro lado, no tengo muchas comedias en mi haber.
—El año pasado estuviste mal de salud, internada, ¿cómo estás hoy? En su momento se habló de una mala praxis...
—Y, la secuela es la que deja el excesivo uso de corticoide en ese momento, hace estragos. Después no más. Quise quedarme yo tranquila que no haya habido mala praxis en su momento. Me quedo con lo que viví ahí, con el maltrato que hubo de una doctora. Y después salir adelante, ya está, no fue a mayores.
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