La actriz repasa su vida y se detiene en su lucha interna por descubrir su verdadero camino; además habla de su hija, sus próximos proyectos y su mundo espiritual
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La pandemia por el Covid-19 la encontró haciendo radio y con algunos proyectos para teatro que pronto se diluyeron. Pero sobre todo estaba probando la convivencia con su pareja desde hace diez años, Federico (Di Pasquale, abogado y padre de dos hijos), en la casa de él; y parece que les fue bien porque van a seguir viviendo juntos, pero en la casa de ella, por una cuestión de logística. Silvia Pérez está muy entusiasmada con una obra de teatro que va a protagonizar y que la tiene en pleno proceso de investigación. “Es sobre la vida de Marie Bonaparte y hay muchas cosas que me hicieron reflexionar sobre mis propias experiencias”, dice la actriz. En diálogo con LA NACION, habló sobre su historia, sus luchas internas, la mirada del otro, lo que significó para ella la muerte de Alberto Olmedo, su camino espiritual y sus deseos.
-¿Cómo viviste el último año, en circunstancias tan extrañas para el mundo entero?
-Estaba haciendo radio en la UBA, pero con la pandemia el proyecto se diluyó porque no están transmitiendo nada. Lo que más me apasiona de hacer radio es que te escuchan y es lo que falta en esta vida. El año pasado me dediqué a hacer videos de yoga y a poner mis conocimientos en función de la gente porque pensaba que era una manera de servir y hacer algo. Me interesa compartir lo que aprendí, es el ABC de la vida: dar lo que recibimos, el talento que tengamos, la educación porque lo que se nos da hay que devolverlo. El yoga contribuye a la salud y al tiempo que la compartía en mis videos, me servía a mí. Creo que a todos empezamos a preguntarnos cómo vivíamos, qué estábamos haciendo. No nos quedaba otra opción. Venía de un año en el que me había ido muy bien, tenía dos programas de radio, uno en la TV Pública, hice teatro, una película y un corto. Fue muy estresante y era demasiado porque no tenía tiempo para mí. Recuerdo que pensé que tenía que replantearme algunas cosas y vaya si lo hice. Los meses de aislamiento estricto fueron una manera de terapia, de hacer introspección, meditación y eso me llevó a ponerme a estudiar de nuevo.
-¿Qué estudiaste?
-Hice un curso de Yoga Sutras de Patanjali, que es como un post grado en yoga y otro curso sobre un libro sagrado que es el Baghavad Gita. Soy muy autoexigente y pensé que tenía que perfeccionarme. Ahora estamos retomando un proyecto para teatro que me tiene muy entusiasmada y esperando el estreno de la película que filmamos antes del Covid.
-¿De qué se trata la obra y la película?
-Se llama El cuento del tío y es la ópera prima de Nacho Guggiari. Una comedia negra alucinante con Luis Ziembrowski, Alejandra Fletchner, Martín Slipak, Mónica Villa, Jorge D’Elia. En una noche de Navidad, en la cena familiar, algo sucede que cambia los planes y el futuro de todos. Fue una hermosa experiencia, con un elenco increíble.
-¿Y la obra de teatro que te tiene tan entusiasmada?
-Posiblemente se va a llamar La última Bonaparte, que es Marie Bonaparte la sobrina nieta de Napoleón. Es una propuesta de Walter Ghedin, que es psiquiatra y sexólogo. Ahora están replanteándola porque se sumó Denis Smith, que también la va a dirigir. Si Dios quiere, la estrenamos en enero. Es la historia de Marie Bonaparte, escritora, psicoanalista, una mujer muy disruptiva para la época, que se casó con un príncipe de Grecia pero dejó esa vida de lado y se dedicó a experimentar sobre el placer y la sexualidad porque tenía anorgasmia. Y en la obra se va a plantear una parte de la historia de mi vida, cruzada con la de Maire poniendo en foco el debate actual del rol de la mujer y la relevancia de la autodeterminación del propio goce, en un sentido amplio, no solo sexual y la importancia de tomar decisiones sobre la vida de uno y su propio cuerpo. Estamos en un proceso de investigación impresionante, de autodescubrimiento, de ver lo que está pasando hoy en día que quizá pasa desde siempre, pero ahora se puede contar.
-También sos una mujer disruptiva, ¿cuál es tu mirada sobre tu vida?
-El proceso de investigación me llevó a revisar mi vida. No soy una persona de girar y mirar hacia atrás, pero en este trabajo empecé a descubrirme, a concientizar lo que ha sido mi vida hasta hoy. Me encanta porque hoy puedo valorizar todo el trayecto de mi vida y poner en un nivel más consciente lo que vengo haciendo desde chiquita: cuando fui “Miss 7 días” a los 18 años, el icono sexual, lo que me rodeó y lo que había en mi mundo interno. Me parece fascinante y hoy atesoro mucho más mi vida porque la valoro.
-¿Qué recuerdos tenés de ese momento en el que fuiste icono sexual? Para el afuera eras una chica Olmedo, una reina de belleza, pero en tu cabeza y en tu corazón pasaban otras cosas...
-Pero también hay algo que me pasó siempre en mi vida y es que atravieso lo que tengo que atravesar y sigo de largo. Muchas veces me preguntan cómo era hacer fotos para Playboy y siempre digo que era un trabajo y realmente estaba dado de esa manera en mi vida. No me planteaba nada, era parte del trabajo de exposición que tenía que ver con el cuerpo, que estaba en primer plano en ese momento, más allá de que me pasé la vida luchando para mostrar que yo era mucho más. Que me vieran como actriz, como artista, no era una exigencia mía sino del afuera aunque en algún punto me hacía dudar porque tenía tanta información y presión de lo que debemos hacer y ser que es muy difícil discernir y estar contento con lo que uno quiere y saber hacia dónde va. Hoy lo tengo mucho más claro porque sigo transitando un camino espiritual, pero en ese entonces había una escisión con lo que venía de afuera y de adentro y no sé cómo lo pude licuar. Nada me detuvo y hoy puedo verlo y lo valoro.
-¿Qué te hizo profundizar en el camino espiritual?
-Puede ser que haya habido un punto de inflexión y esté relacionado con la muerte de Olmedo, pero siempre hubo una chispa espiritual en mí. Desde muy chiquita tuve esta conciencia de Dios, de un ser superior y lo sé por las preguntas que les hacía a mis padres. En un momento dado, algo sucedió en relación con esta vorágine de la popularidad, el éxito, el dinero, la muerte del Negro Olmedo, y eso me detuvo y me hizo pensar en quién era y qué estaba haciendo.
-Ese replanteo hizo que estuvieras 18 años sin trabajar en los medios, desde el 1988 hasta el 2006...
-No sabía que había sido tanto tiempo. Necesitaba ese impasse para buscarme, saber qué quería y para dónde iba porque me desconocía y eso es muy sufriente y entendí que soy una artista. Tuve una lucha muy grande cuando quise trabajar como actriz porque el medio me tenía asociada exclusivamente a Olmedo. Muchas veces pedí que me hicieran casting y me decían: “No, cómo te voy a hacer un casting a vos que sos Silvia Pérez”. Y a la vez no me daban trabajo. Fue muy sufriente y estaba enojada con el medio hasta que empecé a estudiar teatro con Alberto Ure, Augusto Fernándes, Roxana Rendón, Julio Chaves, Carlos Gandolfo, que fue mi último maestro y fue como el despertar, el renacer, el tomar conciencia de que tenía que ser por mí misma y elegir lo que quería. Recuerdo que me dijo que era la única actriz profesional que había durado muchos años yendo a sus clases. Ahí gestioné la obra El último pasaje, que estrené en el teatro Gandhi con Julieta Bal y Alejandro Hodara.
-Fue tu regreso… ¿Cómo lo viviste?
-Con alegría y entusiasmo. Pensé en algo que la gente podía esperar de mí después de tantos años sin trabajar, y fue una elección acertada, nos fue bien. La gente joven ahora tiene otra mirada para este personaje de Silvia Pérez. Me reciclé y descubrí un mundo en el que puedo construir un personaje aunque me vea fea, porque todo lo que hago no parte de verme linda. Ya no me preocupa esa lucha porque trato de generarme trabajo, aunque también me llaman. Trabajé con Francis Ford Coppola (Tetro), hice una película con Alessandro Gassman y Rocco Papaleo (Onda su onda); y la serie Encerrados con Benjamín Ávila. Me di cuenta de que habían empezado a mirarme de otra manera y quizá no me lo propuse tanto sino fue una necesidad de poder disfrutar lo que soy, una artista.
-¿Siempre pudiste ganarte la vida como artista?
-En algún momento tuve gimnasios en sociedades, pero en general viví mucho tiempo de lo que pude ahorrar cuando trabajaba con el Negro. No soy muy buena para hacer negocios.
-¿Cómo es tu relación con tu hija Julieta?
-Es una relación maravillosa y especial que tenemos desde siempre. Muchas veces ella me dice “no somos amigas, sos mi mamá” (risas), pero inevitablemente sucedió así mas allá de nuestros roles de madre e hija.
-Viajaste 13 veces a la India, ¿tenés pensado volver?
-Sí, hace mucho que no voy, por lo menos 11 años, porque la última vez que fui recién lo conocía a Fede (su pareja) y fui con una revista, y conocí la India desde el punto de vista turístico. Antes había ido al sur, al ashram de Sai Baba, pero sea donde sea que vayas y cómo vayas, la India te une a vos misma. Muchas personas, familia y amigos, me dijeron que quieren ir conmigo a la India cuando se pueda y tengo unas ganas terribles de volver.
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