Recuerdos de grandeza
El sobresalto fue enorme al enterarme de que Radio Nacional "recuperó" su orquesta. Porque lo cierto es que la desaparición de los conciertos de esa emisora en la Facultad de Derecho, con la consiguiente desintegración de su orquesta y coro, constituyó uno de los hechos más bochornosos que padeció la cultura argentina. Bastó que un funcionario de turno buscara hacer méritos achicando el presupuesto nacional, para que el esfuerzo de tantos años se hiciera añicos.
La orquesta y coro de Radio Nacional fueron protagonistas de una de las epopeyas más gloriosas de la vida artística del país. Grandes directores extranjeros se conocieron primero en estos conciertos, antes de ser luego invitados por otras entidades o por el Colón. Sólo basta citar a Metha, Fournet, Dorati, Del Mar, Van Oterloo, Markevitch, Wislocki, Skrowaczewski, Sevitzky, Maag... Pero, asimismo, pasaron los más destacados del país, como Juan José Castro o Bruno Bandini. Cada uno era invitado para cuatro conciertos, lo que posibilitaba un verdadero enriquecimiento para los músicos. Esos ciclos gratuitos, multitudinarios, en el Aula Magna de la Facultad de Derecho, que se hicieron del 5 de octubre de 1950 al 25 de agosto de 1966, alcanzaron un nivel de seriedad que les dio prestigio internacional.
Pero los bárbaros gobernantes los arrasaron sin piedad. Tampoco les preocupó el destino de los compositores argentinos. Porque en los conciertos de Radio Nacional no sólo se incluía una obra de un creador del país, sino que se encargaba anualmente una composición para ser estrenada. Y no se trataba de lo que, sarcásticamente, Ginastera llamaba obras "huevo duro" (no más de "tres minutos" como condición para ser ejecutadas). Composiciones sinfónico-corales de gran envergadura surgieron de esa formidable empresa.
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Después de la arremetida de aquel Atila, la tierra quedó infecunda. Ni agrupación sinfónica, ni coro, ni orquesta juvenil. ¡Nada! Hasta que ahora se nos anuncia que Radio Nacional ¡vuelve a tener una orquesta propia! Que se haya elegido un pequeño conjunto de instrumentos antiguos para ejecutar música barroca es una elección que ni añade ni quita méritos al intento. Eso sí, los compositores argentinos tendrán que seguir esperando. Pero entre aquello y esto hay una distancia igual a la que media con Venus. A veces hay que hacer -y ya que hablábamos de él- como Alberto Ginastera, que pensaba y actuaba como hombre del Primer Mundo. Y a él le daba resultado, con beneficios para la cultura del país. Las soluciones modestas, se quedan a menudo en eso mismo.
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