La serie de ocho episodios, que se convirtió en uno de los estrenos más atractivos del año, ya está disponible en Apple TV+
“Esto suena como uno de esos proyectos locos que intentas entre un tratamiento de rehabilitación y el siguiente”, le dice a Peggy su hermana menor, harta de solventar cada uno de sus planes fallidos. Y algo de esa locura inherente al personaje se derrama en toda High Desert, la nueva serie de Apple TV+ que existe en el punto de encuentro entre un relato de Hunter S. Thompson y una película de los hermanos Coen con una pizca de los films de Thomas Anderson. Eso si el famoso periodista hubiese estado interesado en contar la historia de una mujer de mediana edad acostumbrada a vivir en el abismo y Anderson o los hermanos Coen hubiesen tenido la genial idea de contratar a Patricia Arquette como una de sus protagonistas. Algo que por suerte se les ocurrió a los productores de esta comedia negra de ocho episodios ya disponible en la plataforma de streaming, un compendio de delirios, situaciones absurdas y algunas tragedias que Peggy atrae o genera, depende a quién se le pregunte, que la actriz encarna con un desparpajo fascinante.
Patricia Arquette. Hay un hilo conductor que une a la Alabama Whitman que la actriz ganadora del Oscar encarnó hace treinta años en Escape salvaje, el film dirigido por Tony Scott y escrito por un novel guionista llamado Quentin Tarantino, con la Peggy Newman a la que interpreta en High Desert. Ambas, la de antes y la de ahora, transitan en un mundo de su propia creación, un universo que se expande alimentado de drogas y fantasías que conspiran para alejarla de la realidad. En la primera escena de la temporada, Peggy oficia de anfitriona de la cena de acción de gracias en su amplia mansión de Palm Springs, un rincón del desierto californiano colonizado por los ricos y famosos afectos al calor, el clima seco y los festejos al borde de la pileta. Sobrevolando los grupos de invitados, alegremente preocupada por la marcha de la cena, orgullosa de su decoración y el dinero que parece tener de a montones, Peggy está rodea de sus afectos más cercanos. Su madre, sus hermanos y su marido Denny, un cuadro idílico que estalla en mil pedazos cuando la DEA llega a su puerta. Para derribarla, claro.
La historia. Después de esa fantástica primera secuencia, la acción se traslada una década hacia adelante. Peggy, ya en libertad y sin un peso a su nombre, cambió la opulencia de Palm Springs por la herrumbre de Yucca Valley donde trabaja como “artista” en un parque temático sobre el lejano oeste mientras intenta mantenerse sobria. La tarea no le resulta sencilla: su adorada mamá acaba de fallecer, sus hermanos decidieron dejar de pasarle plata y vender la casa en la que vive y su marido -todavía encarcelado- se niega a darle el divorcio. Claro que lo más complicado en la vida de Peggy es ella misma. Una eterna optimista y buscavidas que miente como modo de supervivencia y para conservar la burbuja de fantasía que se construyó, su sensibilidad a flor de piel la pone siempre en riesgo aunque ella no se de cuenta. Así, cuando intenta ayudar a una amiga a recuperar el dinero que le pagó a un detective privado que la estafó, Peggy termina candidateándose para ser su nueva socia, convencida de que la simpatía y viveza callejera que la caracterizan la harán brillar en la profesión. Y tan errada no está aunque, porque ella es ella, en medio de la búsqueda de pistas que la lleva a involucrarse con un esperpéntico gurú, se topa con más desvíos lisérgicos que líneas rectas.
Elenco. En el momento en que Peggy aparece colgada de un candelabro, vestida como una cantinera del Viejo Oeste, no quedan dudas de que la serie está diseñada para que su protagonista se divierta y se luzca con el personaje que le escribieron para ella. El rango de emociones que Arquette es capaz de desplegar cada vez que aparece en pantalla es tan notable como su capacidad de mantener siempre presente que High Desert es una comedia negra, sí, pero comedia al fin. Y para no perder el tono se apoya en un elenco que la acompaña en cada paso en falso que su personaje da con total y delirante confianza. Así, para interpretar a su marido delincuente marido aparece Matt Dillon al servicio del encantador sinvergüenza que la entiende como nadie. Por otro lado, el comediante Brad Garrett, conocido por su trabajo en la sitcom Everybody Loves Raymond, funciona como el deprimido contrapunto de Peggy, un cable a tierra que ella prefiere ignorar. La mayor sorpresa del elenco la da el actor británico Rupert Friend (Homeland), casi irreconocible como Bob, el gurú de la autoayuda que en sus -muchos- tiempos libres se dedica a vender obras de arte falsificadas. Para completar la lista de las interpretaciones más destacadas de la serie aparece la diva de Broadway Bernadette Peters en el papel de la querida mamá de Peggy, recientemente fallecida y sin embargo, sospechosamente, presente en su vida.
La producción. Creada por un trío de guionistas, Nancy Fichman, Katie Ford, and Jennifer Hoppe, con larga experiencia en escribir historias protagonizadas por mujeres que desafían las convenciones (como las protagonistas de sus anteriores trabajos, Grace & Frankie, Damages y Nurse Jackie, por nombrar a sus trabajos más destacados), la serie acumula géneros del mismo modo en que Peggy acumula pastillas. Aunque con mejores resultados, claro. De la comedia al misterio, pasando por el drama, la sátira y el suspenso, la ficción de ocho episodios es excesiva y está repleta hasta el borde de ideas e imágenes evocativas que el director Jay Roach (El escándalo, Austin Powers) despliega en el desarrollo narrativo siempre, como su heroína, al borde del caos.
El lugar. En estos tiempos de historias producidas frente a una pantalla verde o el equivalente moderno de las escenografías de cartón pintado que Hollywood utilizó desde sus inicios, cuando una historia incluye al paisaje natural como parte esencial de su relato, algo mágico ocurre en pantalla. A contramano de esos films y ciclos televisivos carentes de personalidad ni ubicación territorial, High Desert rebosa de ambas. Cada uno de los espacios que habitan sus personajes, incluso el falso pueblo de frontera dónde trabaja la protagonista, respira veracidad y despierta curiosidad. La oficina del detective repleta de chatarra, las autopistas franqueadas por cactus y hoteles de mala muerte que Peggy recorre en su coche destartalado y el horizonte del desierto que da calor de solo mirarlo, le aportan un grado de surrealismo al relato que completa el espíritu peculiar del programa.
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