
El regreso de la dama
La actriz reestrena la obra de Mario Vargas Llosa, un éxito que, en 1981, marcó su retorno del exilio. Ahora su hijo, Oscar Ferrigno, la dirigirá

"La señorita de Tacna" siempre va a estar ligada a Norma Aleandro. Fue quien hizo un éxito de la obra del novelista peruano Mario Vargas Llosa, como protagonista de su estreno mundial, en 1981. Luego de aquel estreno, en el teatro Blanca Podestá, de Buenos Aires, la representó en Perú, Uruguay, Venezuela, Israel, México, Puerto Rico, Costa Rica, Colombia y los Estados Unidos. Todo eso no es nada si se toma en cuenta que es la pieza con la que volvió a Buenos Aires, luego de su largo exilio. En 1976, a los tres meses de asumir la junta militar, una bomba de gases lacrimógenos estalló en plena función donde representaba "El amor y otros cuentos". Pocas horas después un artefacto explosivo estallaba en su casa, mientras una llamada telefónica la instaba a abandonar el país. Muchos factores afectivos la unieron a "La señorita de Tacna" para hacerla volver, antes de finalizada la dictadura: sus amigos del alma Marilina Ross, Emilio Alfaro y Luis Politti, el escritor Vargas Llosa, su carrera y el amor por su país.
El jueves, a pocos días de cumplirse 23 años de su estreno (el 23 de mayo de 1981), repondrá "La señorita de Tacna", en el teatro Maipo, dirigida por su hijo, Oscar Ferrigno, junto a Carlos Portaluppi, Carolina Pelleritti, Ernesto Claudio, Julio López, Marzenka Nowak, Beatriz Spelzini, Iván Espeche y Marcos Montes. La puesta es muy respetuosa de la original, realizada por Emilio Alfaro y está producida por Lino Patalano.
Un regalo de amigos
Sus ojitos se iluminan y se ponen muy redondos cuando comienza a hablar de la pieza. No es un trabajo "de taquito", ni una remake más. Significa mucho para ella y no puede ocultar su felicidad. Ya la abrazó y ahora no quiere soltarla en ningún instante.
-¿Esta obra es tan importante en lo profesional como en lo personal?
-Es importantísima en todo sentido: una de las más bellas obras contemporáneas en general, y latinoamericanas en particular. Cada vez que la he hecho, se renueva mi amor por ella. Además, fue mi retorno al país después de más de cinco años de exilio. Fue un regreso sin saber qué iba a pasar conmigo.
-¿Cómo llegó a tus manos?
-De la manera más bella. La gente que quiero me regala las buenas cosas de la vida. Las que busco por mí misma, por lo general, no me salen bien. Durante el exilio en España, la obra llega a manos de Marilina Ross, que es como mi hermana. La tenía que hacer en el Teatro Español, que dirigía José Luis Gómez. Se la leí y nos impresionó muchísimo. Terminé llorando y Marilina me dijo: "Vos tenés que hacerla". No la pude convencer y desistió del proyecto. Luego, la obra no pudo hacerse en España y le avisé a Vargas Llosa. Nos encontramos en Madrid e insistió en que la hiciera yo. Esas cosas raras que pasan en la vida. Cuando murió Luis Politti, Emilio (Alfaro) vino a acompañarnos porque estábamos todos destruidos, me propuso volver a la Argentina, le di la obra, tenía una producción y así fue como nos decidimos a estrenarla en Buenos Aires.
-¿Qué sentiste al volver?
-Pánico. Pero, al mismo tiempo, ganas de quedarme. Nadie sabía qué podía pasar. Mi marido tampoco quería que volviera, pero finalmente se dio cuenta de que moriría de tristeza fuera del país. No fue fácil. Al principio hubo algunas marchas atrás con el teatro porque yo había tenido una bomba y los empresarios tenían miedo de que pudiera suceder lo mismo. Finalmente, Tita Tamames y Rosita Zemborain la pusieron en el Blanca Podestá. Así fue que debutamos con las tres líneas telefónicas cortadas porque todo el día llamaban para decir que iban a poner bombas.
-¿Cómo pudiste trabajar así?
-Les pedí a mis compañeros que no se acercaran demasiado a mí en el saludo final por si me pegaban un tiro. No sé... esta obra es mágica. Nos sobrevoló un ángel todo el tiempo. Y nos pasa ahora también en otra situación que no es de peligro.
-¿Preguntarte si un actor se enamora del personaje o de la obra es comparable con preguntar si uno se enamora del marido o del matrimonio?
-No, porque en lo segundo una está enamorada de una persona. Acá, estoy enamorada del personaje, pero me gusta toda la obra. Es de esas obras donde todos tienen cosas difíciles que hacer, no solamente crear un personaje, sino uno con dificultades técnicas. Un buen trapecista no se conforma con dos saltos mortales, quiere hacer uno triple.
-¿No tuviste ganas de dirigirla?
-No, es una obra que siempre haría como actriz. Emilio la había montado y Oscar fue su asistente. Tiene un recuerdo muy bello de la obra porque, además, la hizo en las giras.
La obra habla de la relación entre el autor con sus fantasmas y, precisamente, tiene un paralelo con la historia personal de Vargas Llosa. Su personaje central, Mamaé, inspirado en la persona que lo crió, quema su vestido de novia en Tacna, cuando descubre que su prometido la engaña.
-Desde siempre se habló de la relación entre el autor y sus personajes. ¿Cuál es la diferencia entre esa relación y la del actor con las criaturas que debe encarnar?
-Eso es muy interesante. Es muy distinto. El autor va inventando seres, sucesos, un espacio, una época... El actor tiene que oír esa melodía y crear a alguien que sea absolutamente creíble como persona, pero que se pueda insertar en esa melodía. El autor, por momentos, tiene que usar una cierta objetividad, aunque a veces los personajes lo arrastran...
-En algún momento tiene que sentarlos a la mesa a todos juntos...
-Exacto. Dejar los papeles, enfriar la cabeza y volver a leer. El intelecto funciona de otra manera que el trabajo de creación cuando uno va a poner no sólo todo el cuerpo sino también el alma. Al actor le va la vida en el asunto. Es una relación muy íntima.
-¿Concebís al teatro sin una pizca de magia?
-Hasta el teatro más realista es mágico. Pero sí, a mí me interesan las obras con magia. Hasta "Escenas de la vida conyugal", de Bergman, tenía magia. El teatro es un lugar que no sirve para otra cosa que para hacer teatro. Es como una caja mágica. En la puerta se venden unas entradas de algo que no está hecho, que no existe, y la gente las compra.
-¿No será porque vos sos garantía?
-No. El teatro es así desde que existe.
-Ibas a hacer una obra de Helena Tritek... ¿Por qué cambiaste?
-Es verdad. Tuvimos la idea, pero la hemos dejado para otro momento porque teníamos que hacer una adaptación de esa obra y no llegábamos a estrenar. Pero la vamos a hacer.
-¿Aunque "La señorita de Tacna" sea un éxito?
-Está programado para que baje a fines de septiembre porque, los dos meses siguientes, tengo que volver a España con Sergio (Renán) para seguir haciendo "Mi querido mentiroso".
-¿Queda tiempo para el cine?
-Sí. Acabo de terminar una película muy buena: "Cama adentro", la opera prima de Jorge Gaggero, con una estupenda actriz debutante: Norma Argentina. Es una película binorma. Pronto se va a estrenar también "Seres queridos", que hice en España. A mediados de noviembre voy a filmar una película de Rodrigo Grande, con textos de Fontanarrosa, junto a Federico Luppi y Ulises Dumont.
-¿Seguís con ganas de dirigir cine?
-No sé si tengo ganas de darle 3 años de mi vida a filmar pudiendo actuar o dirigir teatro.
-¿Hollywood te olvidó?
-No. Me siguen ofreciendo cosas. Pero luché mucho por volver a mi país. Ahora me quedo.
En el debut fue transgresora
Cuando subió a escena, en 1981, la democracia todavía parecía lejana. La expectativa era fuerte: no sólo marcaba el retorno de Norma Aleandro de su obligado exilio, sino que también era el estreno mundial de una pieza teatral del renombrado Vargas Llosa. Pero el mayor revuelo era generado por el desnudo de Camila Perissé. "La señorita de Tacna" fue la obra que inició el "destape" ochentista en los espectáculos teatrales. Las tapas de revistas llenaban sus páginas de críticas y fotos de la actriz que se hizo famosa en el programa de Tato Bores. Al poco tiempo fue reemplazada por Katja Alemann, hecho estruendoso también por la relación familiar de la entonces joven actriz con el ministro de Economía.
Esta vez, el rol de Carlota, la joven por la que Mamaé es abandonada, será tarea de Carolina Peleritti.
En aquella oportunidad, el elenco estaba también integrado por Franklin Caicedo, Leal Rey, Adriana Aizenberg, Patricio Contreras, Tina Serrano, Jesús Berenguer y Rubén Stella. Luego, en la temporada marplatense del teatro Alberdi, fue renovado casi completamente: Ana María Casó, Patricia Echegoyen, Noemí Morelli, Silvia Baylé, Jorge Petraglia, Tony Lestingi, Eduardo Camacho, Emilio Alfaro y Oscar Ferrigno.
Su actuación le valió a Norma Aleandro el premio José María Vilches y es la actriz que más veces representó el rol de Mamaé.
La escenografía de Jorge Sarubiansky y el vestuario de María Julia Bertotto se reponen en esta nueva versión.