Música escénica que se cuestiona a sí misma
Los compositores en general tenemos un conflicto no resuelto con la ópera. No sabemos cómo enfrentar una forma con semejante carga histórica y al mismo tiempo crear una obra novedosa. Esto se da tanto en el tratamiento de la voz como en el instrumental. A partir de acá se abre toda una paleta de posibilidades entre dos extremos que significan, en definitiva, dos renunciamientos: por un lado tenemos un tratamiento vocal impostado, con resonadores corporales -hasta con vibrato incluido-; esta técnica es el reflejo histórico de una estética (ya de esto escribió Adorno hace décadas), con lo cual uno termina escuchando un bel canto atonal o un verismo atonal, o... En el otro extremo del renunciamiento, tenemos una ópera hablada con música, una especie de oxímoron que en definitiva sólo pospone el problema. La otra cuestión que nos planteamos es qué hacer con la música. ¿Debe acompañar al texto, arriesgando a caer en un énfasis expresivo romántico? ¿Debe responder a su propia lógica, arriesgando a desarrollar un doble discurso que diluya el mensaje? Nuevamente, dos extremos y sin solución a la vista.
Cada compositor busca encontrar la cuadratura del triángulo. O sea, encontrar el punto exacto donde escritura instrumental, vocal, sentido semántico del texto, movimiento escénico, escenografía y elementos multimediales sean a la vez continente y contenido. Que confluyan y se autojustifiquen en un glorioso discurso único. En cuanto a la temática hoy vemos un rechazo generalizado (estadísticamente hablando, claro) hacia temas históricos, mitológicos o clásicos. Nadie compone actualmente una ópera sobre un drama de Shakespeare, o sobre Zeus, o Cleopatra. Son muy raras las óperas cómicas, de una comicidad directa y sincera. Cuando existe esta comicidad suele ser brutal, como en el caso de la ópera de Copi, Cachafaz, t ragedia Bárbara, estrenada el año pasado en el Teatro General San Martín. En general, de una forma u otra, a través de una excusa argumental hay una tendencia a profundizar sobre el drama existencial del ser humano, absolutamente solo frente a una sociedad que lo excluye y lo aliena, como en los argumentos extraídos de Kafka ( Franciosi , mi propia ópera), La guerra (Maiguashca), La soledad del prócer (Prudencio) o La pobreza extrema (Lachenmann).
Juan Ortiz de Zárate