Puede caer el árbol, pero no la esperanza
En medio de los últimos acontecimientos, al año se le ocurrió terminar. ¿No será demasiado? Pero "las doce irreparables campanadas", como decía Borges, no saben de renuncias, de saqueos o de la alegría de ver a un pueblo que recupera su voz.
Quizá por eso, el análisis de esa relación tan conflictiva entre el Estado y la gente de teatro es inevitable. A los hechos: el presupuesto que legítimamente le correspondía al Instituto Nacional del Teatro no se respetó, según la indica la ley del teatro, que fue votada por amplia mayoría. Ergo, los subsidios para el fomento del teatro fueron víctimas de los recortes (una de las palabras claves de este año que termina en pocos días).
Sumado a eso, las salas de teatro alternativo debieron (como el resto de los mortales argentinos) bancarizarse, un proceso impensable para la cantidad de salitas que apenas subsisten y que, paradójicamente, volvieron a demostrar que en la Capital Federal no sólo se convirtieron en bolsones de la renovación escénica, sino que son las más dinámicas desde el punto de vista de producción. Será por eso que, acorde con los tiempos que vivimos, muchos teatristas abrieron sus casas para presentar sus espectáculos.
Hace pocos días, el ministro de Cultura, Turismo y Deporte, que dirigía Hernán Lombardi, anunció la puesta en marcha de unos bonos intentando emular el éxito obtenido por la campaña "Vamos al cine". El proyecto se anunció, pero en el estado de cosas en que está el país ya nadie habla, ni puede hablar, de los bonos (es más, ni se ven).
Tal es la situación política que, por primera vez en muchos años, ni el Teatro San Martín (desde el año pasado reconvertido y ampliado como Complejo Teatral de Buenos Aires), ni el Teatro Nacional Cervantes anunciaron sus programaciones para la temporada 2002.
En lo que hace al gobierno de Aníbal Ibarra, Jorge Telerman, encargado del área de Cultura, apuntó a este medio que el anuncio se hará la semana que comienza hoy y que, por otra parte, no habrá modificaciones presupuestarias de peso. Mientras tanto, en el Cervantes habrá que esperar las determinaciones que se tomen a nivel político, ahora en manos de los justicialistas.
El papel del artista
"El trabajo dignifica", decía Juan Domingo Perón. Queda esperar que los primeros que aprendan esa lección sean justamente los que decidan el futuro de un plan estratégico para el teatro de todo el país.
"Son tiempos muy difíciles y, para colmo, no tenemos líderes espirituales (...) que nos puedan ayudar. Creo que los artistas son los únicos que en este momento tienen alguna capacidad de liderazgo espiritual. El otro día, en la iglesia, escuchaba negro spirituals y me di cuenta de que en esos cantos no hay un solo mensaje negativo. Y hay que pensar que esas canciones pertenecieron a una raza esclavizada, pero que se levantaba a la mañana cantando y lo seguía haciendo durante todo el día. Sin embargo, se trata de una música esperanzada. Si me permiten, es una gran lección en estos tiempos", expresó Robert Wilson en su primer paso por Buenos Aires.
La esperanza parece ser la gran pulsión después de ver caerse tantos árboles a nuestro alrededor.
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