Judith y Holofernes: sobre la eterna lucha antagónica
Dramaturgia: Friedrich Hebbel / Versión y dirección: Nahuel Piccone / Elenco: Pedro Frías Yuber, Nahuel Picone y Ayelén Varela / Músico: Marcelo Macri / Vestuario: Soleil Acevedo y Jimena Gómez / Escenografía: Tatiana Mladineo y Luli Peralta Bo / Iluminación: Gabriel Ascorti / Sala: Cultural Freire / Funciones: martes, a las 21 / Nuestra opinión: buena
Judith es una de las heroínas que tiene la Biblia. Entre las historias en las que predominan los grandes patriarcas reluce esta breve épica de una mujer que se interna en el campamento rival y decapita al general enemigo, Holofernes. En el texto se ponen en juego, a partir de una tragedia de venganza, la eterna confrontación entre el bien y el mal, lo femenino y lo masculino, lo sagrado y lo profano. Antes de empezar la obra, los actores hacen un entrenamiento físico alrededor de un cuadrilátero que determina el espacio de representación. Hay detrás un andamio que guarda la utilería. Con pocos recursos, en los que la iluminación y la música de órgano juegan un papel importante, se consigue crear un clima onírico cercano a la pesadilla. La obra juega con retardar el momento fatídico del encuentro entre los protagonistas. Las largas reflexiones de un Holofernes al límite de su poder y el temor de Judith para ir hacia el enfrentamiento que puede acabar con ella delatan los años de la obra.
La obra tiene algo de thriller psicológico. Los dos personajes tienen un deseo intenso de gritar al mundo sus deseos, pero también parecen saber que quien se deje descifrar está llamado a ser vencido. Se juega aquí con cuerpos que están a menudo tensionados, cerca del grito. El rigor, que la pieza sugiere, se va perdiendo a medida que avanza la trama, y con eso decae algo de la profundidad ritual que se sugiere, si bien el fuerte compromiso del elenco se mantiene hasta el final.