Un seleccionado teatral nacional se reunió en Rosario
ROSARIO.- En esta ciudad santafesina tuvo lugar la 33° Fiesta Nacional del Teatro, a los 20 años de la sanción de la ley nacional del teatro que en su capítulo II plantea que para llevar a cabo los objetivos de la ley es necesaria la creación del Instituto Nacional de Teatro (INT). Hace 20 años, la fiesta se celebró en esta ciudad y el gesto de hacerlo ahí nuevamente tuvo algo de rescate. ¿Cómo dar cuenta de una fiesta con 32 producciones que representan las artes escénicas de todo el país sumado a una serie de actividades paralelas, incluida una entrega de premios?
Contar todo lo que acontece arriba y abajo de los escenarios, en las calles, en las salas, en las comidas compartidas, es, definitivamente, imposible. Pero además, aunque veamos las mismas puestas no se ve lo mismo, así que el recorte es ineludible. En términos generales, la Fiesta Nacional del Teatro es un lugar de encuentro invalorable y la diversidad es la marca registrada que se vive y que no responde a "lo mejor", sino a lo que los jurados en cada sitio eligen.
Es cierto que la observación del panorama permite dar cuenta de ciertas totalidades: qué es lo que se legitima en el campo de lo teatral y qué no. Y ahí sí aparecen algunas cuestiones que no hablan del teatro que se hace, sino del que se elige para participar. Gracias a que hubo obras invitadas, es decir, fuera de competencia previa, se incluyó al circo y a la murga de manera excepcional. Nuestras artes escénicas tienen una amplia diversidad: circo, danza, títeres, musical, teatro para niños. El modo en el que festejó el público la presentación de Vairoleto, pechito libertario, bellísima obra de Rafael Urretabizkaya, por el grupo La Pelela Títeres (Neuquén), permite confirmar que los espectadores no son prejuiciosos a priori y disfrutan con placer de las cosas que realmente están bien hechas; calidad en los títeres, en la manipulación y en la actuación del titiritero Daniel Aguirre, con unos músicos excelentes como Andrés Durán y Santiago Aguirre, con la dirección de un maestro como Carlos Piñero. Para colmo, títeres de guante. Una fiesta de la belleza y la poesía. Sí, también de lo popular y de la sensibilidad social.
En las antípodas de la cuestión estética, pero alineados en la calidad intachable, también se ovacionó a Yo, Encarnación Ezcurra, de Cristina Escofet (ciudad de Buenos Aires), dirigida por Andrés Bazzalo con la enorme Lorena Vega que lleva adelante un trabajo excepcional, junto con Sebastián Guevara, Malena Zuelgaray y Martín Miconi, que son una pieza fundamental de la puesta con la inscripción de lo musical. Tucumán se presentó Que pase algo (título en proceso), de Sergio Prina, una interesante propuesta de actuación, investigación del espacio e iluminación que conjuga una postura lúdica en relación con el relato, el humor y lo metateatral. Apenas algunas menciones para señalar la variedad de propuestas de lugares de producción diferente.
También tuvo lugar la entrega de premios que otorga el INT: Mauricio Kartun, Gerardo Antonio Dayub, María Cristina Devoto, Daniel Nassif, Marcelo Di Gennaro y Daniel Cazzapa, en el primer grupo, y El Baldío Teatro, El Cuenco, Sala 88, Grupo Jujeño de Teatro, Centro Pro Danza, Grupo Pos Danza, Trampolín, Néstor Zapata y Libertablas. Una fiesta del teatro que, fundamentalmente, es un lugar de cruce y de encuentro, un lugar para el diálogo productivo y, por qué no, también para la discusión política y estética de lo escénico.
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