Un mito que vive entre nosotros
Faust, de Charles Gounod / Buenos Aires Lírica / Dirección musical: Javier Logioia Orbe / Puesta en escena: Pablo Maritano / Diseño de vestuario: Ramiro Sorrequieta / Diseño de iluminación: Enrique Bordolini / Dirección del coro: Juan Casasbellas / Reparto: Darío Schmunck, Hernán Iturralde, Marina Silva, Ernesto Bauer, Cecilia Pastawski, Juan Font, Virginia Correa Dupuy / En el Teatro Avenida / Nuestra opinión: muy bueno
Cualquier versión de Faust corre el riego de acentuar aquella pérdida que ya de por sí existe entre el original de Goethe y la ópera de Charles Gounod; es decir, la ausencia de todo espesor metafísico y su reducción a drama puramente sentimental. Ese doble fondo es en todo caso el doble fondo de la modernidad, y si algo subraya la puesta de Pablo Maritano es ese matiz del personaje de Fausto como mito moderno por excelencia.
Sin desbordes injustificados, la excepcional puesta de Maritano no fuerza nada que no esté ya entrelíneas en el libreto de Michel Carré y Jules Barbier, pero tampoco trae nada desde afuera. Al mover la acción al siglo XX -un siglo XX estilizado y sin cargar ninguna tinta-, no se hace más que sacar ese fondo del mito que se funda en la avidez por el progreso (la pretensión fáustica de saber más, de querer más) y la crisis que deriva de su alianza con el mal. Ahí es donde Maritano acierta una vez más.
Pero el único mérito de este Faust con el que Buenos Aires Lírica abrió su temporada 2016 no fue la dirección de escena. El lado musical acompañó. En principio, desde ya, las voces. Los tres personajes principales (Faust, Méphistophélès y Marguerite) no son para nada sencillos, y esto no sólo por las exigencias técnicas de esos papeles, sino porque cada uno de ellos presenta ángulos y anfractuosidades.
De menor a mayor, Darío Schmunck es un Faust irreprochable, sólido vocalmente y que recorre el arco entero que lleva de la inescrupulosidad a la culpa. Marguerite es sobre todo una figura que se quiebra dramáticamente, y Marina Silva consigue cifrar esa ruptura ya en el aria Un bouquet!? O Dieu! que de bijoux! En cierto modo podría decirse que la tragedia entera precipita ya en ese punto. Una mención aparte merece Hernán Iturralde. Su Méphistophélès es verdaderamente antológico, con una ironía tremenda que corta el aire en dos y que provoca esa risa nerviosa que viene del terror y que vuelve verosímil el verso de Estanislao del Campo: "Sólo el pensarlo me espanta". No se lucen menos Ernesto Bauer con su Valentín de una sola pieza emocional y vocal; Cecilia Pastawski como Siebel y Virginia Correa Dupuy, con una Marthe Schwerlein casi de sainete criollo. Cumplió también el coro a cargo de Juan Casasbellas.
La dirección musical de Javier Logioia Orbe estuvo atenta a todos los detalles y, aparte de lograr un rendimiento consistente de cada sección de la orquesta, iluminó la condición un poco exterior, pero también la intimidad, de la invención de Gounod.
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