El dinero y el arte, en una historia de transformación
En Flora de perfil, la escritora Carolina Esses registra el pulso de la época en una narración en la que se forma un singular cuarteto amoroso
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Historia de aprendizaje, y de amor, dinero y transformación, la tercera novela de Carolina Esses (Buenos Aires, 1974), Flora de perfil, registra el pulso de la época en la ciudad de Buenos Aires, con cartoneros en las calles, circuitos de teatros y galerías en barrios, protestas por el desfinanciamiento estatal en cultura y los nuevos rumbos que toma la “bicicleta” financiera. El narrador, de hecho, es un operador bursátil que, al inicio de una fascinación amorosa y estética, muda su oficina a un café Havanna en Plaza Italia, donde es testigo de hechos cotidianos y surrealistas; ambos dan rienda suelta a una imaginación filosófica. “Me iba transformando en un experto de la observación al tiempo que rechazaba cada una de las llamadas que llegaban al celular”, refiere, atento a los movimientos de vendedores de paltas, dueños de supermercados, transeúntes, ceramistas chinos, clientes (suyos y del bar) e incluso una vaca con pestañas floridas.
"“Detrás de la especulación financiera está la pobreza y el estancamiento”, dice Esses"
“Para mí la ficción es una forma de salirme de mí misma –dice Esses–. Entonces, me metí en la piel de este personaje, un operador de Bolsa ya un poco aburrido de la timba; un tipo de persona que conozco porque alguna vez fui recepcionista en una mesa de dinero. Se estrellaban teléfonos contra el piso, había gritos, era de locos, fascinante. A la vez, soy hija de un comerciante del Once y de una ama de casa y secretaria. Mis padres ganaron plata, la perdieron con Martínez de Hoz, volvieron a ganarla, volvieron a perderla con Menem y así. Papá conocía todos los locales del Once donde podías conseguir dólares. La idea del comercio, del intercambio me parece de una vitalidad enorme”.
Un personaje de César Aira (que no es Aira, sino el mago Hans Chans) sirvió de modelo: el narrador tiene la capacidad de multiplicar el dinero ajeno. “¿Hay algo más mágico que eso? –se pregunta la autora–. Claro que no es magia: detrás de la especulación financiera está la pobreza, el estancamiento, el culto al individualismo que, entre otras cosas, nos condujo a Milei. Vivimos en un país donde, por momentos, lo más racional es salirse de la realidad”.
"En Plaza Italia, el narrador es testigo de hechos cotidianos y surrealistas"
En Flora de perfil también se perfila, más que un triángulo amoroso, un ménage à quatre entre el narrador y Laura, y Flora y Ardor Klein (cuyo nombre de entrecasa es Aníbal). La novela fue publicada por Emecé.
“En una fiesta, en los años 90, vi la performance de un transformista, algo que hoy debe ser demodé –recuerda la autora–. Un hombre alto, grandote, enfundado en un vestido rojo, maquillado, que aun así no perdía nada de su sensualidad masculina. Así imaginé a Ardor. Después empecé a indagar cómo sería vivir con un hombre que se viste como una mujer, los celos, el sexo, la vida cotidiana. Y apareció Flora. La trama no sigue los dictados de la época, y quizá por eso me pareció liberadora. Venía de escribir La melancolía de los perros, en la que había mucho trabajo de montaje, de ir y venir. En esta, me dieron ganas de disfrutar la escritura, seguir un poco el modelo de Aira e ir hacia adelante y descubrir a dónde podíamos llegar, el personaje principal y yo. Me interesó también salir del realismo, probar otra cosa, tomar más libertades”.
Como en varias ficciones y no ficciones publicadas recientemente, en especial después del éxito de El nervio óptico y La luz negra, de María Gainza, el arte también integra el repertorio novelesco de Flora de perfil. “Estudié Bellas Artes en la Pueyrredón, pinté durante toda la adolescencia –dice Esses–. Martín Pérez Agrippino, el artista que cedió la pintura de tapa, es un amigo de esa época. Quería escribir sobre arte. En la novela hay una tríada de cuadros que dialogan entre sí en los que pienso desde hace años y son los que conmueven al narrador: una obra de Roberto Aizenberg, una de Caspar Friedrich y una de Max Gómez Canle”. A través de la mirada (y las vivencias) de los personajes, el ámbito de la cultura porteña, con sus antros, gurúes y “activaciones”, se revela tan absurdo como apasionante.
Este año, Esses, que colabora en la nacion con reseñas literarias, ganó el XXXVII Premio Tiflos de Poesía por Un brote de pinos. “Para mí la poesía es todo –destaca–. El centro de la escritura. La plasticidad y el peso de la palabra, el vuelo, la música. La experiencia poética es indispensable para escribir; diría que para la vida”. Esa experiencia pincela su nueva novela.