Heinrich Böll, un inconformista cuya literatura no ha envejecido
Se conmemora el 40° aniversario de la muerte del autor de “Opiniones de un payaso”, Nobel de Literatura 1972
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El pasado 16 se conmemoró el 40° aniversario de la muerte del escritor alemán Heinrich Böll (1917-1985), Nobel de Literatura 1972, presidente de PEN Internacional y “conciencia moral” de la Alemania de posguerra. A modo de homenaje, la editorial Suhrkamp Verlag publicó un volumen con la correspondencia que durante dos décadas mantuvieron Böll y la escritora alemana Ingeborg Bachmann, con el título Was machen wir aus unserem Leben? (¿Qué vamos a hacer con nuestras vidas?). Böll debate con su colega sobre literatura y política, religión, viajes y las condiciones materiales que afrontaban como escritores.
Con Hans Richter, Alfred Andersch y Günter Grass (que ganaría el Nobel en 1999), entre otros, Böll y Bachmann integraron el Grupo 47, que renovó las letras germanas con textos de tono satírico, recursos documentales y un lenguaje austero, una reacción contra el maximalismo propiciado por la propaganda nazi. Fueron portavoces de una “literatura de los escombros”.
Humanista, pacifista “horrorizado” por las Juventudes Hitlerianas (pese a que en 1939 fue llamado a combatir en la Segunda Guerra Mundial), católico crítico del catolicismo alemán (en 1976, él y Annemarie, su esposa, abandonaron la Iglesia católica), antisoviético (cuando Alexander Solzhenitsyn fue deportado a la República Federal Alemana, encontró su primer refugio en la casa de Böll en Eifel) y ecologista, Böll fue un intelectual comprometido hasta su muerte, a los 67 años. La prensa de su país, con la que polemizó acerca del tratamiento sensacionalista que daba al terrorismo en la RFA, lo bautizó con ironía y justicia el “paladín de las buenas causas”.
Böll devolvió la gentileza con una novela, El honor perdido de Katharina Blum, de 1974, y en 1978, para la película episódica Alemania en otoño, escribió una escena en la que se ridiculiza a los medios de comunicación.
Desde que su voz tuvo peso público, alertó sobre el retorno de la ultraderecha. “No temo al peligro de actos criminales perpetrados por grupos antisemitas y neonazis, sino a la enorme masa de demócratas absolutamente indiferentes”, sostuvo en 1960.
Un año antes, Annemarie y Heinrich Böll, Ilse y Paul Schallück, Wilhelm Unger, Karl Keller, el editor Ernst Brücher y el concejal de Colonia, Kurt Hackenberg, fundaron la Biblioteca Germania Judaica, con el objetivo de preservar la historia del judaísmo en Alemania.
Parte del legado literario de Böll se condensa en sus grandes novelas: Billar a las nueve y media, Opiniones de un payaso (en la que, en la voz del protagonista, hace una filosa crítica a la hipocresía de cierto catolicismo), la provocativa Acto de servicio y Retrato de grupo con señora, sin mencionar las obras póstumas, y también en sus ensayos y libros de cuentos.
“Algunos textos de Heinrich Böll, como Retrato de grupo con señora, publicado en 1971, pero también ciertos cuentos y ensayos de la inmediata posguerra, volvieron a cobrar una actualidad notable –dice la profesora y traductora Martina Fernández Polcuch–. Hay un concepto de resistencia sutil que recorre parte de su obra y que toca una fibra íntima de lectores y lectoras de hoy. En tiempos en que se valora la productividad, tanto en el ámbito laboral como en lo que llamamos tiempo libre que, como sabemos por Adorno, está sometido a reglas comparables a las del mundo del trabajo, resistirse a integrar el engranaje social, a ser reducido a un número en una estadística, es un gesto que invita a una rápida identificación. Los personajes de estos textos no son seres que buscan cambiar el mundo a lo grande, pero con sus pequeños actos de rebeldía ilustran posibles vías de escape al mundo administrado; y el arte, la literatura, es, en los textos de Böll, uno de estos espacios en los que el ser humano recupera su dignidad”.
En su discurso de recepción del Premio Nobel, Böll se opuso a la división (que aún se hace) entre literatura pura y literatura comprometida. “La fuerza de la literatura indivisa no reside en la neutralización de direcciones, sino en la internacionalidad de la resistencia, y a esta resistencia pertenecen la poesía, la encarnación, la sensualidad, el poder imaginativo y la belleza –postuló–. La nueva iconoclasia maniquea que pretende arrebatárnoslos, que pretende arrebatarnos todo arte, no nos robaría solo a nosotros, sino también a aquellos por quienes hace lo que cree que debe hacer”.









