Lecturas: Las nuevas vueltas de César Aira
El escritor argentino, que ha sonado en la última entrega para el premio Nobel, publica dos novelas donde, como siempre, lo que importa es la invención
6 minutos de lectura'


En un libro de hace veinte años, un aparente César Aira deplora los lectores que se le acercan para decirle que “se rieron” con su último libro. “Puedo decir sin exagerar –se lee en la primera página de Cómo me reí–que esos comentarios han envenenado mi vida de escritor”. Puede que no sea más que otra boutade salida de su galera, pero se entiende a qué se refiere: su literatura no busca ser humorística; si produce tramos desopilantes que levantan el frenesí de una carcajada es directa consecuencia del mecanismo narrativo en juego, en el que no importa ninguna verosimilitud, sino el mero hecho de avanzar hacia lugares impredecibles.
Quizás ese malentendido sea una de las razones por las que Aira (Coronel Pringles, 1949), aunque figure últimamente en las listas de candidatos al Nobel, tenga menos chance de ganar el premio de lo que dicen los pronósticos. Los suecos no premian la risa –buscada o no–, pero menos todavía a los que hacen de la literatura un juego perpetuo y formidable. Su dedo nunca se hubiera posado en Lewis Carroll (si el autor de Alicia hubiera llegado al siglo XX), como en tiempos más recientes no señaló a Raymond Queneau o a Thomas Pynchon. Samuel Beckett o el flamante premiado Lászlo Krasznahorkai tienen humor, se dirá, pero es un humor negro, al que no le faltan notas existenciales. Basta echarle un vistazo al texto que explica por qué los eligieron para darse cuenta de que lo que se creyó ver en ellos es un vago humanismo.
Tal vez resulte indiferente o incluso beneficioso para la literatura de Aira, que sigue saliendo a velocidad crucero, como desde hace décadas, al ritmo de más de un título al año. A estas alturas, su obra es una galaxia mucho más que centenaria –en breves volúmenes publicados–, con una dinámica que produce libros siempre únicos, lo que justifica que, aunque Aira se parezca siempre a Aira y pueda agotar a más de uno, se lo pueda seguir leyendo como si recién estuviera empezando. La sala y El arqueólogo, los más recientes, pertenecen, curiosamente, a períodos distintos.
El escritor tiene la costumbre de cerrar sus libros con la fecha en que termina de componerlos, posta cronológica que no refleja necesariamente el orden de publicación. La sala. Una novela francesa (datada el 3 de junio de 1996) es una de esas novelitas demoradas (como lo había sido Lugones) que el escritor pringlense saca a destiempo de sus cajones.
¿Por qué el subtítulo? Por un lado, porque transcurre en una París de maqueta; por otro, porque –según la leyenda que el breve volumen vendría a confirmar– fue escrita originalmente en francés. Reflejo tal vez de alguna residencia en el exterior (como la inconseguible Nouvelles Impressions du Petit Maroc), La sala en todo caso cumple con los requisitos del Aira que solía citar como inspiración al idiosincrático vanguardista Raymond Roussel (en el reciente Ideas diversas, sin embargo, sostiene que, bien mirado, no se parecen mucho). Escribir en francés puede ser un desafío, un ejercicio de estilo o una jactancia. O tal vez el gesto sea otro: así como conquistó territorio literario libro tras libro, saltando de editorial en editorial, esta “novelita” permite extender su mancha voraz al espacio de otra lengua.
La sala es un ejemplo de su famosa “fuga hacia adelante”. Más que causas y efectos, como en la novela clásica, hay aquí efectos de efectos, acontecimientos o apariciones repentinas de personajes que todo lo desvían. El narrador, un electricista, deja los suburbios por el centro parisiense, con la idea de hacerse escritor. En las cercanías, hay una sala de cine donde solo se ve transitar coreanos y se dan raras películas sobre tumbas. Los hechos se suceden, con los bandazos de un cómic. Más de una vez el personaje cree ver a Marguerite Duras (como en El congreso de literatura figuraba otro escritor, Carlos Fuentes), aunque resulta siempre una confusión. Una suerte de mafiosos orientales lo llevan a acumular objetos en su cuarto, la “harpía” de su ex aparece a reclamar dinero para los dos gemelos de los que es padre, entra en amores con una tal Lin. El azar, a falta de psicología, va estructurando esa cadena de eventos. El intercambio del final donde, al cambiar los números de los pomos de las puertas de un edificio se arman nuevas configuraciones y parejas ficticias entre los personajes, es el último juego de dados.
Tal vez el centro focal –lo que le da su razón de ser parisiense a la narración– sea esa Torre Eiffel creada por el protagonista en su cuarto, hecha de circuitos que se iluminan: ícono por antonomasia convertido en juguete literario o ready-made.
Así como París en La sala no pretende convencernos de ser París, tampoco Moldavia es Moldavia en El arqueólogo, que está datada en fecha más reciente (20 de julio de 2022). En ella, el especialista del título, gran eminencia de su país, pero sufriendo los efectos de la jubilación, es el vehículo para la serie de elucubraciones que –de manera mucho más apegada al personaje que en el otro libro– van deslizándose por la narración. El científico se siente un sapo de otro pozo, la arqueología en aquel país de reminiscencias soviéticas ya no es lo que era, y sus reflexiones e interrogantes –siguiendo la lógica de Aira– cobran vuelo con implicancias disparatadas. No es difícil tomar al exhumador como un doble lejano del autor. Los colegas lo ponían en duda por su productividad: “Si los objetos y datos a recuperar habían esperado siglos y milenios”, pensaban, “su hallazgo no podía ser cosas de semanas”. Él, en cambio, con su prepotencia de trabajo, les había tapado la boca llenando “museos y colecciones con sus descubrimientos en buena ley”, aunque eso, a pesar de los muchos premios, nunca le valió “la estrella de la paz del Kremlin”, para la que era eterno candidato. Puede que a Aira no le guste hacer reír, pero el resultado de sus invenciones a veces lo vuelven inevitable.

La sala
Por César aira
Random House
92 páginas
$ 27.999

El arqueólogo
Por César Aira
Blatt&Ríos
104 páginas
$ 25.900






