No solo el diablo viste a la moda: el libro también
Cuando el libro se instala como objeto de culto en la vida de un lector todo puede convertirse en una especie de parque temático literario. Basta con entrar en la casa de un bibliómano para ver que no solo está llena de libros, como es de esperar, sino que los cuadros están pintados con personas leyendo, las tazas están ilustradas con textos, las esculturas están hechas con tapas y hojas de ediciones antiguas, los árboles de Navidad se arman con enciclopedias apiladas y hasta las sopas son de letras. En muchos casos, esta obsesión se traslada a la vestimenta: remeras con frases de obras famosas, bolsas de lona con caras de escritores también famosos y buzos con inscripciones capciosas y pícaras: “edición limitadísima”. ¿Será la del libro estampado o la de quien lo porta? De hecho, al ingresar en Instagram o en Pinterest abundan las imágenes de vestimentas hechas con hojas impresas. También la alta costura ha echado mano del libro en un exquisito video que muestra un desfile cuyas modelos lucen espectaculares vestidos confeccionados con ¡adivinen! libros: https://ar.pinterest.com/pin/68748555489/.
Si bien no es muy habitual que la gente ande por la vida ataviada con libros, lo cual es estéticamente muy atractivo pero muy incómodo a la hora de desplazarse, no hay que olvidarse de que el libro no solo nunca está desnudo, sino que tiene un atuendo exclusivo: las tapas, cuya finalidad principal es contener las páginas. En el pasado, las cubiertas podían ser de oro, plata, piel, marfil y demás materiales. Esto les confería a los textos una absoluta uniformidad, ya que no se sabía qué se tenía entre manos hasta que no se los abría y se veían en sus páginas el título y el nombre del autor. Con el tiempo, los libros se encuadernaron con tapas de cartón o papel en las que se imprimía el nombre del escritor y de la obra en cuestión. Ya no hacía falta más abrirlos para develar el misterio de qué texto nos había tocado en suerte. Como en el lomo también se agregaba esa información, hasta dejó de ser necesario extraer un ejemplar del estante de una biblioteca para saber de cuál se trataba. Llegaron los colores y las diferentes tipografías, pero se seguía manteniendo cierta uniformidad que permitía a simple vista saber a qué editorial o colección pertenecía cada obra.

Como exquisitamente relata la escritora y editora Jhumpa Lahiri en El atuendo de los libros, la moda no solo atañe a la ropa, sino a las tapas también. Y en ninguno de los dos casos se puede errar en las prendas que se van a lucir. Lahiri sostiene que una cubierta correcta es “como un abrigo hermoso, cálido y elegante”, mientras que una equivocada es “sofocante e incómoda”. Reconoce que esa uniformidad que a ella le sienta tan bien ha tenido que ceder paso a una diversidad cuyo principal objetivo es que el libro se vea, atraiga, llame la atención: es decir, se venda. Así, las cubiertas ya no solo tienen título de la obra más nombre del escritor y de la editorial, sino que vienen con un sinfín de agregados que ofrecen una enorme variedad de información. Algunos textos lucen fajas estridentes en las que se destacan la cantidad de ejemplares vendidos, las semanas en las listas de best sellers, los comentarios más sobresalientes de los principales suplementos literarios y hasta elogios de escritores de renombre. Como si esto fuera poco, todavía falta llegar a la contratapa, en la que prevalecen la síntesis del argumento, las virtudes de la obra y algunos datos sobre otras publicaciones del autor. Todo esto antes de siquiera haber abierto el libro.
Cálidos y elegantes o sofocantes e incómodos, según quién los evalúe y juzgue, estos atuendos más de una vez son decisivos a la hora de comprar un libro. Un título atrapante, una foto intrigante o una atractiva ilustración, más una faja llamativa, cautivan la mirada y, acto seguido, activan la mano, que toma el ejemplar y lo da vuelta para leer la contratapa. Luego, el potencial lector sopesa toda la información recibida hasta finalmente decidir si se deja seducir o no. Al fin y al cabo, para que se complete todo este proceso con éxito quizá sea imprescindible que el libro, a diferencia del rey, no solo nunca esté desnudo, sino que vista a la moda.