Reseñas: Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible, de John Berger
Un hombre, tendido sobre la hierba, bajo el sol, contempla un árbol cuyas ramas se mecen muy cerca de él. Entre el hombre y el árbol comienza a establecerse una conexión. “El cielo azul que ves a través y alrededor de esas hojas es como el papel blanco entre las letras y las palabras”. El vínculo entre ambos podrá ser el del escritor y su obra o el de un profesor y su objeto de estudio. Quien contempla el árbol no es un pintor. Pero, ¿podría llegar a serlo? ¿Cuál es el nexo especial que conecta al pintor con su mundo? Con la singular belleza con la que siempre ha sabido deleitar a sus lectores, John Berger (1926-2017) exploró estas cuestiones en los textos de Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible.
La tenaz lucha con los colores, que se resisten a desaparecer en la tela para engendrar auténticos cuerpos; el afán por pintar el espacio invisible que dota de unidad al cuadro; el anhelo de introducirse en las cosas para reordenarlas desde dentro y hacer de ellas objetos únicos, son sólo algunos de los rasgos que caracterizan el hacer del artista. Para Berger, ante todo, el pintor debe concebirse menos como creador que como hospedador. “Cuando la imagen pintada no es una copia, sino el resultado de un diálogo, la cosa pintada habla, si nos paramos a escuchar”.
De lo que se trata, en definitiva, es de establecer una colaboración con las cosas para que ellas mismas, ejerciendo su “voluntad de ser vistas”, reclamen ser pintadas. El libro concluye con un poema acerca del tiempo y lo visible que permite adivinar la sonrisa del artista ante la pincelada final de una obra bien lograda.
Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible
Por John Berger
Interzona
Trad.: P. Vázquez y N. F. Rocafort
80 págs./ $ 9900