Ariel Rot. Las rupturas tormentosas de Tequila y Los Rodríguez, la juventud “a tope” con su hermana Cecilia Roth y su amistad con Andrés Calamaro
Radicado en Madrid desde los 16 años, el músico emprende a los 62 una nueva gira, que comenzará en Barcelona
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![“Los Rodríguez es una banda que ya triunfó tocada, que llegó a esa instancia [de éxito] con problemas internos”, recuerda Rot](https://www.lanacion.com.ar/resizer/v2/los-rodriguez-es-una-banda-que-ya-triunfo-tocada-ILGRTVCNRBC4TCUIR3CZKO7DO4.jpg?auth=fe786b242ca5b453dad200a33d62f1619f36f06a0379e623fe7483e6337ab0dd&width=420&height=280&quality=70&smart=true)
Una simple conversación telefónica puede originar una gran idea. Vaya si lo sabe Ariel Rot, que en breve pondrá en marcha un tour por varias ciudades de España para celebrar el 25° aniversario de Hablando solo, un disco solista que grabó cuando la ruptura de Los Rodríguez todavía era una herida que no había cicatrizado del todo y con un apoyo de lujo, el de The Attractions, la banda que acompañó la época dorada del británico Elvis Costello.
¿Qué relación hay entre esta gira y los teléfonos? La historia es que Jacob Reguillón, uno de los músicos que acompañaba a Ariel en la época de la presentación en sociedad de aquel álbum, le recordó al pasar el número y ahí mismo Rot le contestó: “Listo, ya tenemos un proyecto para este 2023″.
Desde tiempos inmemoriales, los números redondos son usados para festejar o tomar decisiones, que no necesariamente tienen una relación directa con ese punto de partida un poco aleatorio. Esta boda de plata de Ariel Rot con Hablando solo responde a esa tradición arbitraria que esta vez ha operado como excelente excusa para juntarse con buenos amigos –el propio Reguillón (bajo), Tito Dávila (exintegrante de Los Enanitos Verdes, en teclados), Ricardo Marín (guitarra) y Pablo Serrano (batería)– y recordar buenos viejos tiempos.

La primera estación es Barcelona (20 de abril), y de ahí en más habrá conciertos en Zaragoza, Burgos, Toledo, Pamplona, Bilbao, Sevilla, La Coruña y Vigo. Rot ya viene de una temporada con mucho recorrido: en 2022 anduvo por toda España presentando un espectáculo muy elogiado con Kiko Veneno, figura clave de la música popular española contemporánea y socio ideal para la gira Un país para escucharlo, feliz derivado de un programa de la televisión pública de España que conducía Ariel.
“Viajamos por todo el país para descubrir sus sitios emblemáticos y mostrar sus escenas musicales. Y hubo de todo: desde lo más folk hasta lo más rockero, pasando por la vanguardia. Toqué con muchos artistas geniales. Fue una experiencia muy bonita y enriquecedora”, cuenta el músico argentino.
Hijo de la cantante, pianista y musicóloga argentina Dina Rot y del escritor y periodista Abrasha Rotenberg, cofundador de la revista Primera Plana y de los diarios Nueva Sion y La Opinión, Rot llegó a Madrid como resultado del clima irrespirable que se vivía en la Argentina de los meses previos al golpe militar de 1976.
“Cuando pisé Madrid tuve una increíble sensación de libertad –cuenta Ariel, que tiene hoy 62 años–. Y eso que Franco había muerto hacía muy poco… Pero Madrid ya era una fiesta, había un clima completamente distinto al de Buenos Aires, donde caminaba aterrado por la calle. Al poco tiempo estaba tocando con Tequila y grabando un disco con Moris. De repente, y sin planearlo, estaba en un lugar donde tenía todo lo que venía soñando en esos años y me parecía inalcanzable”.

La velocidad con la que Rot se acomodó en Madrid fue sorprendente: el documental de Movistar+ Tequila. Sexo, drogas y rock and roll, estrenado por ahora solo en España, da cuenta de la explosiva popularidad de la que gozó la banda en la segunda mitad de los 70 en ese país, un aval que les sirvió también a sus integrantes para que Moris los convocara a grabar en Fiebre de vivir (1978), el disco de rock clásico, directo y sudoroso con el que este músico que hoy tiene una merecida categoría de prócer respondía desde Madrid al barroquismo frío de la ola progresiva. Rot tenía entonces apenas 18 años, y el repentino e inesperado éxito masivo tuvo una contracara complicada: la carrera de Tequila fue tan ruidosa como fugaz, y en poco más de cinco años el proyecto naufragó en medio de una serie de problemas potenciados por el aterrizaje de la heroína en el grupo.
Hubo un regreso a la Argentina para distanciarse de la tentación peligrosa de una droga que dejó un tendal de muertos en la España efervescente del posfranquismo y, en los 90, un regreso a toda orquesta con Los Rodríguez, el proyecto que lo unió a Andrés Calamaro y un exsocio de Tequila, el guitarrista Julian Infante, fallecido cuando expiraba el año 2000.
Rot es el autor de grandes canciones del repertorio del grupo: “Tú me estás atrapando otra vez”, “Milonga del marinero y el capitán”, “Mucho mejor”... Cuando entró a grabar Hablando solo –un título que indicaba con elocuencia el inicio de una nueva etapa después de dos experiencias grupales caracterizadas por el suceso a gran escala y los finales conflictivos–, tenía 38 años y ya podía presumir de ser protagonista de una historia de película.
Con todo ese bagaje llegó al encuentro con The Attractions –Steve Nieve, Bruce Thomas y Pete Thomas, tres músicos con los que Elvis Costello grabó discos cruciales de la new wave como My Aim Is True (1977) y This Year’s Model (1978)– para darle forma al álbum que ahora será el centro de una gira en 2023, que además será reeditado con canciones que quedaron fuera del original, demos y algunas versiones en vivo tocadas oportunamente por los mismos compañeros de ruta que Rot tendrá en el tour español. “Quiero recuperar esa energía juvenil con la que hicimos esas primeras giras, una energía más tensa, menos relajada, propia de músicos jóvenes y con hambre”, explica Ariel.
-Cuando grabaste con The Attractions, ellos ya eran muy reconocidos por su trabajo con Costello. ¿Cómo se dio esa posibilidad?
-Tenía las canciones, pero no una banda estable. Entonces Warner me propuso grabar con ellos. Me pareció una locura, un sueño, porque yo era fan de los Attractions y de Costello. Grabamos en Francia, en una especie de casona muy antigua. Y verlos en acción a ellos fue una experiencia muy intensa y también un gran aprendizaje. Siempre buscaban salirse del molde, siempre intentaban una vuelta de tuerca nueva. Gente muy inspirada y muy inteligente a la hora de encarar una grabación, realmente. Contar con ellos fue muy importante, y no por una cuestión de virtuosismo o de equipamiento técnico. Lo que aportaron fue imaginación, ideas para buscar nuevos recursos y mezclar cosas. Les mostraba un tema y muy pronto aparecía un arreglo, una propuesta. Cada canción era como un viaje diferente para ellos. Y las ideas eran muy variadas: desde tocar de pie un kit mínimo de batería hasta grabar el sonido ambiente de un jardín donde estaba jugando un grupito de niñas, pasando por agregarle a un tema una introducción improvisada basada en los Nocturnos de Chopin.

-Venías de dos experiencias intensas, con Tequila y Los Rodríguez. ¿Cómo las ves hoy, con más perspectiva?
-Cuando se terminó Tequila yo tenía 24 años y no me preocupaba mucho por el futuro. Fue un momento duro para cada uno de nosotros, claro. Yo empecé a trabajar como productor, pero en lo emocional tuve que hacer un gran esfuerzo porque de algún modo Tequila había congelado nuestro crecimiento emocional. Si bien aprendimos un montón de cosas que no eran habituales para personas tan jóvenes –las responsabilidades, cómo lidiar con la exposición–, en el aspecto emocional había una gran distorsión. Y en lugar de hacer terapia, nos drogábamos. El documental cuenta bien esa historia. Yo siento que nos desnudamos en público, que conté muchas cosas a pesar de ser una persona muy pudorosa. No quisimos abundar en algunos detalles porque le escapamos al amarillismo, pero hay unas cuantas revelaciones que sirven para tener un buen panorama de lo que vivimos. Yo me conozco con Alejo Stivel –el cantante de Tequila, también argentino y también radicado hoy en Madrid– desde los 11 años. La película es la historia de una banda y la historia de una amistad. Cuando armamos Los Rodríguez ya éramos gente de 30 años y sentíamos que no podíamos permitirnos que el proyecto tardara mucho para funcionar. Pero tardó bastante: el éxito llegó con Sin documentos (1993), tres años después de la creación de la banda. Y esa demora generó cierto desgaste en el grupo. Los Rodríguez es una banda que ya triunfó tocada, que llegó a esa instancia con problemas internos. Era un proyecto que tenía los días contados. Igual lo disfrutamos mucho, fue una experiencia poderosa en términos personales y musicalmente extraordinaria.
-Las dos bandas se disolvieron cuando estaban en un gran momento, al menos en términos de popularidad. En el caso de Tequila eran muy jóvenes, pero con Los Rodríguez ya tenían más ruta encima. ¿Por qué no alcanzó para evitar la separación?
-Porque nos empezamos a distanciar, estábamos hartos de las cuestiones personales de cada integrante y todos teníamos temperamentos muy fuertes. Siempre hay motivos para que un grupo de rock se separe después de un tiempo determinado. Y siempre hay alguien que puede poner en la balanza los pros y los contras y tomar la decisión. En este caso, el que podía decidir era Andrés, y él vio clarísimo que prefería seguir su carrera en solitario, una decisión respetable y hasta diría que muy acertada teniendo en cuenta la cantidad de música increíble que también hizo a partir de ese momento.
-¿Cómo quedó la relación con Andrés?
-Somos amigos. Nos conocemos mucho, conocemos nuestras fobias y sabemos cuándo mantener las distancias. Hablo en términos puramente físicos, porque en el fondo estamos unidos por un lazo fraternal.

-Entre todas las cosas fuertes que te pasaron cuando recién habías llegado a España está sin dudas la grabación en el disco de Moris. ¿Cómo fue la relación con él?
-Nos hicimos muy amigos, era como un hermano para nosotros, estábamos todo el día juntos. Fue una época tremendamente mágica: yo tenía 18 años, tenía mi primera novia y estaba grabando con Tequila y con Moris. Me despertaba y decía: “¡Es mejor la realidad que mis sueños!”. Moris estaba tocando en clubes pequeños de Madrid, nos enteramos y fuimos a verlo. Como Vicente Romero (un español conocido como el Mariscal que trabajó en la Rock & Pop en los años 80) trabajaba con Tequila y también iba a ser el productor del disco de Moris, se le ocurrió que podíamos ser la banda de apoyo. Era un momento muy especial, porque si bien no teníamos mucha idea de lo que estaba pasando en Inglaterra y los Estados Unidos con la explosión del punk, estábamos un poco en sintonía. Para nosotros ese cambio quizá lo produjo It’s Only Rock ‘n’ Roll (1974), de los Stones. Habíamos escuchado demasiada música progresiva y teníamos ganas de hacer algo muy básico, muy directo, algo que pudiéramos tocar bien, sin sufrir. Yo nunca hubiera sido un buen guitarrista progresivo porque siempre hui del esfuerzo [risas]. Toco como toco porque le escapo a las exigencias. Y Moris estaba en esa misma frecuencia.
-Finalmente, sos el único integrante de la familia exiliada que se quedó en Madrid. Tus padres y tu hermana Cecilia se volvieron. ¿Pensás en el regreso todavía?
-Hace tiempo que ya no me lo planteo. Vivo con mi mujer [Mar, ejecutiva discográfica] y mis dos hijos [Valentina, de 17 años, y Mateo, de 20], que son españoles, y aunque ha cambiado mucho Madrid me sigue resultando un lugar ideal para vivir. Acabo de mudarme a Chamberí, que es un barrio hermoso, y estoy concentrado en armar este nuevo hogar. Buenos Aires me resulta una ciudad tensa, tiene un ritmo demasiado intenso para mí. Cuando voy me fascino probablemente por lo mismo, por esa intensidad, pero para vivir no sé si podría acostumbrarme. Igual tiene aspectos por los que uno siempre quiere volver: la escena musical, esa comunidad cultural tan vibrante y poderosa, la manera en que se vive la amistad… Me encanta ir a visitarla, pero la idea de volver ya me resulta muy lejana.
-Cuando llegaron a Madrid, tu hermana todavía no era la Cecilia Roth que se hizo famosa por su trabajo como actriz, por su relación profesional con Pedro Almodóvar y toda su gran carrera posterior. Pero imagino que los unía una gran complicidad.
-De chiquitos ella siempre fue muy protectora conmigo, pero cuando nos vinimos a España esa complicidad estuvo a tope. Además de hermanos éramos íntimos amigos, nos movíamos mucho juntos y nos fuimos juntos de la casa de nuestros padres. Alquilábamos un piso en la avenida Martínez Campos, que aparece en el documental de Tequila. Venían Almodóvar, otro cineasta de culto llamado Iván Zulueta (director de una película importante del cine español que acaba de reaparecer restaurada, Arrebato), Eusebio Poncela y todos mis amigos músicos. Gracias a esa casa pudimos desarrollar el proyecto de Los Rodríguez. Ese piso fue la base de operaciones del grupo durante un año. Era un palacete glamoroso y a la vez decadente que encontró Cecilia en 1979, y lo manteníamos como podíamos. Con Los Rodríguez ensayábamos y volvíamos al piso para cenar, casi siempre unos espaguetis que preparaba Andrés, porque no daba para mucho más. Después de comer seguíamos tocando y componiendo. Y después nos íbamos a hacer toda la ronda de clubs de Madrid y nos subíamos a los escenarios a tocar. Fue una época muy mágica, de mucha buena música, mucha fiesta, mucha nocturnidad y mucha amistad.