Arte porteño. Silvia Dotta tiene una larga lista de espera para filetear a Leo Messi en los mates
Es una de las fileteadoras porteñas más reconocidas de la ciudad. Intervino un container para una cancha de polo y un colectivo 60 que compró un cliente para viajar con amigos
Su destino estaba dibujado y tenía forma de filete. Pero Silvia Dotta no lo supo hasta los 40 años, cuando recibió un regalo de cumpleaños que puso en valor su origen italiano y torció su camino. Su bisabuelo, Ángelo Dotta, letrista de Bolonia, no hubiese imaginado jamás que su oficio ancestral cruzaría el océano. Y que el adn artístico pasaría de generación en generación hasta llegar a Silvia, que hoy es una de las fileteadoras porteñas más reconocidas de la ciudad. Ese lugar se lo debe al “cartelonista” de letreros y carruajes, que decoraba con la precisión de un cirujano. Y también a un mate fileteado que desenvolvió en su fiesta de 40. “Cuando nos mudamos a Florida nos hicimos amigos de una pareja de artistas que vivía en la misma cuadra. Un día los invitamos y ella, Susana de León, reconoció en la repisa el mate que había pintado con sus propias manos”, dice Silvia con la misma sorpresa que aquella noche. La cena funcionó como una bisagra en su vida. Y la vecina se transformó en maestra.
Como la casa antigua del barrio de Florida era amplia, Silvia armó su taller en el espacio que ocupaba la despensa de la construcción original, de 1927. Entre cuadros, antigüedades, instrumentos musicales, mesas de máquinas de coser tipo Singer y una legión de pinceles de pelo de oreja de vaca, la artista replica el trazo preciso que su bisabuelo le legó. Mezcla colores, define líneas, sombras, punteados y flores. “Abracé el filete con pasión, había postergado muchísimo el hacer con las manos”, señala la autora del diseño del gran mural fileteado que protagoniza una de las paredes del Corredor Agüero, una galería a cielo abierto donde Juana, su obra, comparte medianeras con otros murales realizados por mujeres. Para reflejar la identidad arrabalera de la zona del Abasto, Silvia retrató a la vendedora de especias y condimentos. “Juana es muy querida y reconocida, por eso su mural representa la figura femenina, Juana son todas las mujeres trabajadoras. Y el filete, cuya esencia celebra la prosperidad en el trabajo, nos pareció la mejor técnica para homenajearla en la obra que realizó Mabel Vicentef”, dice Dotta.
Además de arte urbano, la fileteadora trabaja en escalas más pequeñas: un músico le encargó una guitarra con paisajes locales. La lista de espera para filetear a Leo Messi en los mates se engrosa desde que Argentina salió campeón. Se los piden a diario por Instagram, donde la siguen más de 20 mil fans. “Voy a cumplir con todos los pedidos, pero cada obra lleva su tiempo. Y su técnica”, avisa. Entre las consultas, le envían fotos de mascotas, parejas o hijos para estampar en distintos objetos. También intervino un container para una cancha de polo en Open Door y un colectivo 60 que compró un cliente para viajar con amigos. Retrató a Maradona, el Papa Francisco y Sandro, ídolos que acompañaron la travesía.
El filete surgió como expresión artística a principios del siglo XX, en las fábricas de carros de Buenos Aires. Los primeros fileteadores desarrollaron la actividad en forma espontánea. Aprendían de los maestros y artesanos italianos, inmigrantes que reproducían pájaros, cabezas de caballos, flores, volutas, cintas argentinas, bolitas, líneas rectas y curvas de diferentes grosores que se van combinando con escenas campestres y personajes populares, como la Virgen María y Carlos Gardel impregnados en esmalte sintético, que resistía al tiempo y al clima.
Entre los ornamentos más pintados, sin embargo, se destacan las hojas de acanto. Las mismas que reconoció Silvia cuando viajó a Bolonia a visitar a los Dotta que viven allá. “Relevé casi todos los pórticos de la ciudad decorados con estas hojas típicas”, apunta.
Después de participar en muestras individuales y grupales, Silvia fue distinguida como Mujer Destacada de Vicente López. Corría 2012 y supo con certeza que lo suyo no era el teatro sino el filete. “Estudié muchos años con Agustín Alezzo y atesoro esa experiencia, me dio muchas herramientas. Pero los escenarios no eran lo mío”, revela la artista, casada con el actor Fito Gianelli , con quien tiene dos hijos, Lorenzo (24) y Valentino (20). “Armar la familia me demandó mucha dedicación y energía. Fue siempre mi centro, entonces no tuve la disponibilidad ni el deseo de seguir una carrera actoral”, dice la ex vice presidenta de la Asociación de Fileteadores, cargo que dejó después de 10 años. Su trabajo en la comisión consistió en gestionar actividades y proyectos culturales para difundir y preservar el filete porteño, “un sentimiento alegre que se pinta”, según reza la página web de la organización que en 2022 montó una muestra en Tecnópolis.
El oficio ancestral que llegó en barco desde Italia y fue casi olvidado hoy vive un tiempo de revancha. Al rescate de la expresión tan porteña como el tango, fue declarado como Patrimonio Cultural de la Ciudad de Buenos Aires en 2006. Y en el año 2015 la UNESCO lo distinguió como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. “Es parte de nuestra esencia, de la iconografía de la ciudad y de todo el país. Nos identifica. Su razón de ser sigue intacta, por eso cada vez más gente joven se interesa y toma la posta”, reflexiona Silvia Dotta.
Lejos de caer en el olvido, el filete se sobrepuso a contextos históricos desfavorables. Cuando se prohibió la tracción a sangre en la ciudad, por la ordenanza de 1966. El cierre de las fábricas de carros y vehículos que servían de plataforma para los fileteadores fue el primer cimbronazo. Y el segundo, en 1975, cuando se prohibió el fileteado en los colectivos. Del bondi propio, customizado y fileteado a gusto de cada dueño, a las flotas que unificaron colores y diseños, el filete también se vio golpeado. A esto se sumó la crisis económica que derivó en el cierre de la mayoría de las fábricas de carrocerías que mantenían a los fileteadores como empleados.
“Apareció el ploteado que reemplazó cualquier posibilidad de continuar con el filete. Muchos fileteadores se resistieron al cambio. Otros, en cambio, compraron plotters en cuotas. Se adaptaron a la tecnología”, define Silvia, que reconoce como maestros a Memo Caviglia, José Espinoza, Beto Palavecino y Marcelo Sainz, entre otras figuras con las que comparte la pasión.
El filete se reinventó y hoy forma parte de las postales urbanas que cruzan puentes culturales hacia todo el mundo. Además de perfeccionar el trazo y lograr efectos de claros y oscuros perfectos, a Silvia también le interesó conocer la historia. Por eso se sumergió en el libro Los Maestros Fileteadores de Buenos Aires, “la única biblia”, define al volumen de Nicolás Rubio y Esther Barugel que editó el Fondo Nacional de las Artes. “Fueron los primeros en darle otra mirada al filete, la mirada artística. Y además, los impulsores de la primera muestra que se realizó en la ciudad”, pondera la fileteadora. Se refiere a la galería Wildenstein, que el 14 de septiembre 1970 impulsó la movida. Desde entonces, cada 14 de setiembre se celebra el Día del Fileteado Porteño.
El retrato de su bisabuelo Ángelo es la pieza que atesora Silvia con más cariño. Recién compuso la pintura al óleo con marco fileteado cuando se sintió segura de la técnica. Paso a paso, dominó el manejo del espúlvero, un papel con el diseño calcado en espejo, que se transfiere con una “muñeca”, una bolsita de tela con tiza molida en su interior. Luego llegaran los trazos finos, las sombras y el volumen característico de la tipografía. Hoy el cuadro de Ángelo Dotta domina el taller, escudado por seis pinceles y la bandera italiana, referencias del legado familiar que Silvia retomó para homenajearlo.