Por su difícil acceso, falta de servicios o por encontrarse en zonas no tan turísticas, estos cinco parques registran pocos visitantes por año, pero son tan imperdibles como los más famosos.
1) PN San Guillermo (San Juan)
Sólo para aventureros
- Creación: 9 de diciembre de 1998
- Superficie: 166.000 hectáreas.
En ninguna otra parte se ven tantas vicuñas ni tantos colores de la tierra como en este parque aislado y solitario que abarca todo el norte sanjuanino y se encuentra bajo amenaza por la minería a cielo abierto.
Con una altitud promedio de 3.900 metros, sus temperaturas son extremas (en invierno llega a helarse) y sus cielos diáfanos, con algunas nubes lenticulares. El acceso es sólo en 4x4, en otoño y primavera, y cada vez son más las agencias sanjuaninas que ofrecen el destino. Rodeo, la localidad más próxima, se está convirtiendo en una pujante base de operaciones y deportes de aventura en esta región.
2) Parque Nacional Mburucuyá (Corrientes)
La reconversión
- Creación: 2001
- Superficie: 17.660 hectáreas.
El naturalista danés Trels Myndel Pedersen fue el artífice de esta porción de naturaleza protegida cuando donó en 1991 las estancias Santa Teresa y Santa María, al noroeste de Corrientes, para que fueran convertidas en parque nacional. Él no llegó a verlo, porque murió en 2000, pero dejó como legado un precioso retazo con porciones de Bosque Chaqueño, Selva Paranaense y rastros del Espinal, con las mismas palmeras yatay que se encuentran en El Palmar.
El nombre guaraní corresponde a una flor de enredadera muy litoraleña, endémica de las zonas tropicales y subtropicales de América. Hay camping agreste dotado de agua potable, fogones y sanitarios. En la pequeña localidad de Mburucuyá, es posible contar con más servicios, restaurantes y hospedaje.
3) Parque Nacional Lihué Calel (La Pampa)
El parque ignorado
- Creación: 1976
- Superficie: 32.514 hectáreas.
La mayoría de los autos que transitan a diario la monótona ruta 152 -nexo casi obligado entre Buenos Aires y la Patagonia- pasa de largo, sin reparar en la existencia de este parque. Sin servicios y casi desconocido por los propios pampeanos, resguarda una biodiversidad inusual para un región semiárida. El caldén y la margarita pampeana son sus especies emblemáticas.
A principios de 1943, Luis Gallardo –hijo de Ángel, el renombrado naturalista y canciller de Alvear– compró las tierras y plantó en medio una casona de grueso adobes. No pudo disfrutarla demasiado. En 1964, la provincia expropió la estancia Santa María con miras a aprovecharla turísticamente, y acabó cediéndola, doce años después, a la Administración de Parques Nacionales.
En 2003, el Congreso aumentó de 9.905 a 32.514 las hectáreas, agregando ambientes salinos aledaños al Monte de Llanuras y Mesetas que ya se protegían. También se destaca por las pinturas rupestres que dejaron en sus aleros los tehuelches. La colección más cautivante es la del Arroyo de las Pinturas.
4) Parque Nacional Monte León (Santa Cruz)
El primer parque costero
- Creación: 2004
- Superficie: 62.169 hectáreas.
Es un parque que reúne mucho simbolismo: el primero costero de la Argentina continental y el que dio el puntapié inicial en la etapa de admitir donaciones de privados para la creación de áreas protegidas. Fue Douglas Tompkins a través de la Fundación Vida Silvestre Argentina –que actuó como fiduciaria–, quien compró la estancia Monte León en mayo de 2001.
Escuda un frente oceánico de 40 km y 62.169 hectáreas de estepa patagónica. Tiene una de las cinco mayores colonias de pingüinos magallánicos del país y, gracias al fenómeno de mareas con el que cuenta, sus barrancas están cubiertas de fósiles que evocan secretos del mar de hace millones de años. Hay guardaparques, unas cabañas y comedor dentro del parque. Por lo precario de los caminos, no se puede ingresar en días de lluvia.
5) Parque Nacional Baritú (Salta)
Vía Bolivia
- Creación: 1974
- Superficie: 72.439 hectáreas.
Dominio de yungas, es uno de los menos visitados, porque puede accederse solamente en invierno y por territorio boliviano (saliendo por el paso fronterizo de Aguas Blancas y entrando nuevamente por La Mamora).
La base de servicios es el pueblo salteño de Los Toldos, a 26 km. Sus marcas distintivas son la chonta o palma de monte, el tamaño descomunal de los cedros, la asombrosa maroma –epífita que asfixia al árbol que la hospeda–, los helechos arbóreos y los casi extintos tapir y yaguareté.
También alberga dos comunidades campesinas con larga experiencia en el uso sustentable de la oferta natural, sobre los ríos Lipeo y Baritú. Hay aguas termales en el Cayotal y el Angosto del Lipeo. En 2006, se sumaron en las cercanías de Los Toldos las 3.240 hectáreas de la Reserva Nacional El Nogalar.