7 preguntas que las madres ya no queremos responder
Las exigencias de la crianza y la maternidad resultan mucho más extenuantes cuando se habilitan opiniones externas acerca de lo que debemos hacer para ser una "Buena Madre". Pero pareciera que nada alcanza, siempre algo anda mal, de algo nos tienen que alertar "por el bien de los niños" nuestros propios padres, tíos, suegros, amigos, conocidos, y hasta desconocidos. Que "por qué le hacés tanta upa, ¡lo vas a malcriar!", "¿Sigue durmiendo con ustedes? ¡Estás descuidando la pareja!", ¿Todavía no dejó la teta? No ves que la está usando de chupete", "¿Y el nene dónde está?", interfiere la mosca-pregunta cuando te encuentran en un bar tomando algo con amigas.
Otra categoría de pregunta típica es la que no deja escapatoria, ya que no importa la respuesta porque de cualquier forma está mal lo que estás haciendo: si decidís volver al trabajo al poco tiempo de parir sos tildada de "abandónica", pero si en cambio renunciás al trabajo para quedarte en casa, no faltan los que dicen "te achanchaste" o que tenés "poca iniciativa". Gracias a la evolución del pensamiento femenino , en el siglo XXI hay muchos patrones que se han logrado modificar, como el estandarte en que se ponía a la madre que renunciaba a todo por sus hijos. Sin embargo, muchas veces la carga social y ancestral no es tan fácil de identificar, por eso hoy nos tomamos el tiempo para responder(nos) preguntas frecuentes para, finalmente, dejarlas sin efecto.
¿Y el segundo para cuándo?
Una vez llegado el inicio de nuestra maternidad, aparecen los interrogantes que cada una deberá resolver, escuchar, atravesar. Como si se tratara de matemáticas, seguramente quien nos interpela no se detuvo a pensar que quizás no haya segundo, o que por el momento no nos interese ese planteo, y que, en todo caso, corresponde exclusivamente al núcleo familiar hacerse esa pregunta.
¿Y ya duerme en su cuarto? ¡Vas a terminar por descuidar a la pareja!
Ni una ni otra. Según la Teoría del Apego desarrollada por el psicólogo británico John Bowlby, el colecho (dormir juntos) forma parte de un estilo de crianza que apoya el establecimiento de vínculos seguros entre padres e hijos, respetando los ritmos del niño. Dormir juntos es, en este sentido, beneficioso para que los bebés y niños aprendan a regular sus emociones en calma y seguridad. Y más cómodo para todos, sabiendo que los despertares nocturnos son normales y esperables hasta los 7 años, que es cuando el cerebro infantil suele alcanzar un peso y una maduración adecuados, según lo explica el neurólogo Rubén Sabogal en diversos artículos. Desde esta teoría no hay una edad específica para que los niños duerman solos, y con esto no se está diciendo que haya que convivir en la cama, de a 5, y hasta los 7 años. Más bien, que cada familia pueda resolver cómo pasar sus noches de la manera que mejor se sienta, sin miedo a estar descuidándose como pareja o "malcriando" a sus hijos por eso.
¿Le seguís haciendo upa?
De los creadores de "¿Vas a dejar que te gane con un berrinche?", surge ¿le seguís haciendo tanta upa?, lo vas a mal acostumbrar. Teniendo en cuenta que los niños pequeños están aprendiendo a canalizar su dolor y su ira, si cuando lloran frustrados los ignoramos, les decimos mentiras o, peor, nos enojamos porque nos parece injustificado su berrinche, el mensaje que les estamos dando, según lo expresaba el pediatra español Carlos González (gran defensor de la Crianza con Apego), es semejante a que el dolor no es socialmente aceptable y que una persona bien educada no "se deja llevar" por sus sentimientos en público. Claro que agotan y angustian los berrinches, y que hacemos lo mejor que podemos, por eso y para no perder la paciencia ante comentarios externos, es válido recordar que a veces con un simple abrazo las cosas se calman. Y cuando no, valió el intento. ¿Consejos? Aceptar el enojo ajeno a pesar de creer que "hicimos todo", porque no siempre alcanza, y no pasa nada. Y luego, cuando calme la ira, preguntar qué le generaba angustia, dolor, o enojo. Estas son solo algunas ideas alineadas con la perspectiva de González.
¿Todavía usa chupete?
Más allá de que moleste la pregunta, puede ser una buena oportunidad para considerar lo expuesto por la Asociación Argentina de Pediatría (SAP), donde se recomienda que el uso del chupete, en el caso de que se ofrezca a un bebé en reemplazo del pecho, no supere los 36 meses. No así la succión natural a través de la lactancia materna, la cual está propuesta como mínimo hasta los 2 años y no existen evidencias de que pueda generar algún tipo de dificultad física ni emocional en niños mayores a esa edad. "El chupete aparece en la cultura como objeto alternativo de succión, buscando ejercitar la succión no nutritiva, aplacar la ansiedad e, indirectamente, producir el placer que tranquiliza al bebé. Esta etapa, llamada por el Psicoanálisis etapa oral, dura aproximadamente entre un año y un año y medio. Para recorrer una niñez feliz y poder consolidarse luego como un adulto sano, el bebé requiere que todas sus etapas evolutivas se vayan desarrollando normalmente", lo detallaba un documento de la SAP publicado en el año 2015.
¿Sigue tomando la teta?
Otra que molesta cuando no viene con algún consejo positivo o información de relevancia: ¿Todavía toma teta? Si la pregunta está dirigida a niños que no pisan los dos años, y como madre dudamos, aunque lo disfrutamos, está bueno recordar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda mantener la lactancia materna hasta (por lo menos) esa edad. Por su parte, desde FUNDALAM (Fundación para la Lactancia Materna) recomiendan dar el pecho hasta los dos o dos años y medio, "ya que incluso hasta esta edad se produce el proceso de mielinización de la columna vertebral y la leche materna es la que mejores nutrientes aporta para que este proceso sea óptimo", explica María Florencia Vizzo a través de un escrito. Desde la mirada de la Crianza con Apego, no hay una edad estricta para cortar la lactancia, y principalmente depende de las necesidades de ambos involucrados, de cuánto lo disfrutan, y si ocurre en términos de respeto.
¿No toma más leche?
De la misma índole, llega con frecuencia ¿no toma leche?, ¿no le faltará calcio? Es cierto que las madres y abuelas del Siglo XX se criaron creyendo que un vaso de leche todos los días aportaba salud y era fundamental para el desarrollo. Pero esa costumbre hoy es obsoleta, y quedó demostrado luego de ser publicado un estudio científico (con seguimiento de varios años) realizado por investigadores de la Universidad de Harvard, con la consecuencia radical de quitar los lácteos de la configuración de su pirámide como alimentos sanos. Por su parte, Walter Willett, nutricionista del departamento de Salud Pública de Harvard, señalaba con determinación que nuestros hábitos de consumo de leche, principalmente en adultos, son un riesgo para la salud. "Existe mucha información que apunta a que existe una correlación entre el cáncer de próstata y el alto consumo de leche. Y tenemos evidencia mixta que apunta a que tomar tres vasos de leche al día está asociado con el cáncer en los ovarios". Willett también agregaba que no hay evidencia que sostenga que el consumo de leche ayude a mejorar la salud de los huesos. Puede ser un buen tema de consulta para la próxima ida al pediatra o al nutricionista infantil, ya que existen diversas maneras de asimilar el calcio.
¿Por qué come trozos tan grandes? ¡Se puede atragantar!
No es tan así. Según el método Baby Led Weaning (BLW), que puede traducirse como alimentación complementaria autorregulada, eso no debería de ocurrir. Esta forma de incorporar alimentos en general es aconsejada recién a partir de los 6 meses, y busca promover que ellos mismos tomen los alimentos a su ritmo y de acuerdo a su propia demanda. Los alimentos que se ofrecen van cortados en trozos como puede ser la papa, la calabaza, la manzana, la banana, las peras, y las carnes, por dar algunos ejemplos. De cualquier forma, hay que probar lo que mejor resulta para cada familia.
Por suerte, cada vez somos más las mujeres y madres que nos cuestionamos todas estas "mochilas" sociales y ancestrales (lo que le pasó a mamá, y a la abuela, y a la bisa) cargadas de deberes, obligaciones y culpas que en realidad no son nuestras, sino heredadas. Y qué mejor que devolverlas, de a poco, y como podemos, a los lugares que corresponden. ¿Es fácil?, ¿es inmediato? Probablemente no, pero es necesario. Gracias a largas décadas de repensarnos como mujeres, hoy podemos reafirmar que la construcción de nuestra nueva identidad como madre depende principalmente de nosotras, y que todas aquellas opiniones que circulan alrededor serán medidas (y en todo caso, aceptadas) con una vara cada vez más alta y cuidadosa.