"Básicamente, todos somos morbosos"
La periodista Florencia Etcheves habla de su faceta como escritora de novelas policiales. Con su segundo libro, La hija del campeón (Planeta), la autora se suma a la tendencia global del femicrime, que impone a las mujeres en un género que solía ser patrimonio exclusivo de los hombres
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"Tengo más velatorios y entierros que Peculo", se compara Florencia Etcheves (43). Se refiere a Ricardo Péculo, el funebrero más famoso del país, y sin dejar de lado el humor negro afirma: "Me parás en cualquier cementerio y te hago de guía, los conozco a todos".
Con más de 20 años como periodista especializada en el género policial, Florencia Etcheves encontró la manera de que la ficción se alimente de su experiencia en el medio y la transformó en exitosas novelas: La virgen en tus ojos y La hija del campeón (ambas publicadas por Planeta). "Vampirizo todo y a todos los que conozco. Estoy atenta a lo que me puede servir, a lo que puedo tomar", dice la dama del policial, tal como la llaman sus colegas, quien al igual que otras escritoras consiguió instalarse en un género que por mucho tiempo fue patrimonio masculino. Hoy, la presencia de mujeres en la novela policial, ya sea como autoras o protagonistas, es la punta de un fenómeno global al que se ha bautizado femicrime y que bien se aleja del concepto que C. K. Chesterton sostenía: sólo los hombres pueden escribir este tipo de novelas. En la Argentina, al igual que en el resto del mundo, el canon de la novela negra siempre estuvo marcado por varones. Que el panorama esté cambiando no es una novedad, si se piensa en precursoras como Agatha Christie, Dorothy Sayers, Silvina Ocampo o María Ángela Bosco, pero el dato novedoso es que las mujeres nunca habían escrito tanta novela negra como hasta hoy.
Lo más interesante de esta tendencia no es sólo que en la actualidad son cada vez más las mujeres que se acercan a este tipo de literatura, sino que lo hacen desde una mirada diferente: suelen cubrir un universo más amplio y exploran el mecanismo que lleva a matar a una persona, se meten en el porqué e indagan el costado humano y psicológico de los personajes. Usan más la mirada que las armas.
En tu caso, tanto en La virgen en tus ojos como en La hija del campeón, exploraste las cicatrices de los personajes. Las heridas, la locura que empuja a cometer ciertos hechos.

Las cicatrices y la locura son dos pilares que evidentemente me interesaron siempre, pero no de manera consciente. Sin duda viene de cubrir tanta crónica policial, de esas preguntas que te hacés –qué se le pasó por la cabeza en el momento de hacer lo que hizo, por qué lo hizo– y, sobre todo, esa idea de lo que viene después. Qué pasa con la familia, con los hijos.
En La hija de campeón están presentes todos esos interrogantes, pero atravesados por la violencia de género y el femicidio. La protagonista es Ángela, la hija del campeón, testigo de la violencia familiar y del asesinato de su madre. "Esta idea, que hace foco en lo que pasa con Ángela, la chica que lo vio todo, apareció hace mucho. Lamentablemente en la televisión comenzamos a cubrir más hechos de este tipo, de femicidios, y, por lo general, los títulos dicen: Hombre mata a mujer delante de sus hijos. Siempre me quedé con esa segunda parte, delante de sus hijos de 3, 6, 7 años, y eso me llevaba a pensar qué iba a ser de la vida de estos pibes, porque lo que sucedió es una marca indeleble que lo va a condicionar el día de mañana. No es algo gratuito, por más tratamiento psicológico o psiquiátrico que reciban, si tienen la suerte de recibirlo. De alguna forma Ángela representa a todos esos niños con los que me encontré en el camino."
Dicen que la realidad supera la ficción. Etcheves lo sabe y por ello vampiriza las historias que a lo largo de su trabajo como periodista llegaron a impactarla. En muchos casos, las toma como punto de partida para traspasar la realidad y transformarla en ficción sin descuidar los detalles que la hagan verosímil. Su primera novela, La virgen en tus ojos, cuenta la historia de dos amigas que viven juntas, tienen una relación conflictiva, una aparece asesinada y la otra es acusada por el crimen. El relato remite inevitablemente al asesinato en 2007 de Solange Grabenheimer y a Lucila Frend, acusada y luego absuelta. En La hija del campeón la narración nos hace pensar en el caso de Carlos Monzón y el asesinato de Alicia Muñiz. "Invento situaciones posibles a partir de casos, son disparadores", explica.
¿La realidad sola te alimenta para crear ficción?
Totalmente. El periodismo me dio todos los elementos. Sé cómo son las investigaciones. De hecho, los diálogos, las frases que aparecen en las dos novelas las escuché, no tuve que salir a buscar anécdotas o inventarlas. Conozco los mecanismos de una investigación, la relación entre policías y fiscales, entre periodistas y policías. Conozco la cocina. Como no tengo el oficio de escritora incorporado, a la hora de narrar tomo escenas reales, robos frases, personajes. Los periodistas estamos acostumbrados a ese anclaje con la realidad. A mí me sirve mucho como mecánica construir personajes que tengan características reales, que de alguna manera yo los conozca, que existan. Mis libros en ese sentido son un horror, porque cuando lo leen familiares, amigos, colegas, comienzan a encontrarse o a descubrir anécdotas que me contaron. Soy un vampiro que devoro a los demás, lo digiero y lo convierto en algo diferente.
Como periodista buscás que tus libros sean creíbles y realistas. ¿Como escritora qué te mueve?
La literatura policial tiene que ser sumamente verosímil, sobre todo porque la ficción compite con una realidad que la supera permanentemente. Me gusta jugar con la idea de que nada de esto sucedió realmente, pero podría haber sucedido. Intento que los escenarios, las situaciones, sean lo más reales que se pueda, y eso me lo dio mi experiencia en la cobertura de policiales durante tantos años.
¿Por eso tus novelas están cargadas de detalles, de mecanismos y de frases que claramente tienen que ver con tus observaciones periodísticas, como el comentario el tiempo se mide en muertos?
[risas] Esa es una frase que me quedó de los juicios orales. Cuando se presenta a los peritos forenses se intenta demostrar que éstos son los tipos que más saben, que son expertos abridores de cadáveres. Entonces dicen que el señor José XX tiene 1300 autopsias hechas, su pines se miden en la cantidad de muertos. Recuerdo que se lo pregunté a Osvaldo Raffo, que es el que tiene más muertos en su currículum, y me confirmó que de alguna manera esto se compara con las horas de vuelo de un piloto. Todas estas cosas, estas frases, las anoto. Siempre lo hice porque soy una coleccionista de agenditas y de alguna manera soy como una especialista en juntar datos, soy como la reina del dato tonto. Tengo un montón de libretitas que ahora consulto. Me gusta incluir en las novelas esas miradas, esas curiosidades y frases que tienen que ver con la cocina de los policiales.
¿Qué cliché intentas evitar en tus novelas que sí se repite en los medios?
El que muere siempre es bueno, ése. Mi abuela siempre decía que con la muerte llegan los halagos. Está el prurito de que el muerto no se va a defender y uno es piadoso en ese sentido. Pero tenemos que tener en claro que no siempre la víctima es buena y el victimario malo. Si el que muere es malo, es una víctima igual y su culpable tiene que pagar. Nadie se muere de bueno. A uno lo matan de un balazo, de una puñalada.
Entre tantas enseñanzas que le dejó su maestro, el periodista Enrique Sdrech, Etcheves recuerda esa que dice que cuando uno trabaja con policiales debe ser consciente de que lo hace con el dolor ajeno.
Hablamos de un género que atraviesa todas las emociones humanas y que también sirve de reflejo de la sociedad. Hoy los policiales ocupan un lugar central en los medios y eso es blanco de discusión. ¿Hay límites?
Creo que lo permitido y lo no permitido no tiene que ver con lo periodístico, sino con lo humano. No tiene que ver con la profesión, sino con una manera de vivir. Obviamente, uno muchas veces en una cobertura se equivoca y cuenta más de lo que tiene que contar, pero eso sucede en todas las profesiones. Hay errores y malas praxis, y uno puede lastimar bastante a la gente que sufre, a los familiares de la víctima. Los límites claramente tienen que ver con lo humano.
¿Qué papel juega el morbo?
Para hacer policiales necesitás tener una relación idílica con el morbo. El problema es que el morbo tiene muy mala prensa, porque básicamente todos somos morbosos.
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