Bruno Stagnaro: “La época de la adolescencia dejó una huella en mí”
Cuando, el año pasado, Bruno Stagnaro estrenó Un gallo para Esculapio, el desafío –grande– era estar a la altura de lo que casi 20 años atrás había generado con Okupas y Pizza, birra, faso, dos ficciones –serie y película– que calaron hondo y dejaron escenas entrañables. "Creo que con Un gallo... cumplimos, ¿no? Que estuvo todo lo bien que podría haber estado", dice con moderada alegría quien hoy se encuentra abocado a la segunda temporada de la serie, luego de haber ganado el Martín Fierro de Oro y efectivamente vuelto a presentar una historia de esas que quedan en la memoria y hacen que el espectador se encariñe con sus personajes. "Estamos en la recta final", informa. "Ya terminamos de filmar y estamos cerrando la edición de cada capítulo. En octubre llega a las pantallas".
–¿Qué podés adelantar de la trama?
–Que retoma la historia de Nelson [N.deR.: un muchacho de Misiones encarnado por Peter Lanzani que termina envuelto en la mafia de la riña de gallos y una banda de piratas del asfalto] y un poco describe su retorno hacia el ámbito de Camino de Cintura, donde empezó todo. Va a concluir las cosas que quedaron pendientes.
–En tus historias suele ser un tópico importante la amistad. De hecho, hay quienes dicen que Okupas fue un poco el Cuenta conmigo de aquel momento. ¿Coincidís con esa mirada?
–Supongo que no es casual, porque me encanta Cuenta conmigo. La tuve como referencia en cuanto al esquema narrativo.
–¿Qué te gustaba de esa película?
–Me sentí identificado porque mi gran grupo de amigos, igual que se muestra ahí, lo tuve a los 15 años. Ese momento en que sentís que te lanzás con ojos cerrados al vacío y sabés que te van a agarrar. Éramos del Nacional de Buenos Aires y me resultó muy doloroso cuando se rompió el grupo, un duelo bastante importante de mi adolescencia.
–¿Dos años que te marcaron de manera especial?
–Sí. Fue la sensación de poder ser uno mismo, de poder mostrarse tal cual se es y no estar especulando ni siendo juzgado. Me quedó un mito fundacional de esa época. Algo que no pude recuperar. Dejó una huella en mí. Muchas películas que me gustan tienen que ver con eso: Cuenta conmigo, American Graffiti, historias de ritos iniciáticos. De hecho, tengo la cuenta pendiente de hacer algo en el Nacional de Buenos Aires. Es un buen lugar. Ediliciamente interesante.
–¿Cuántos eran en tu grupo de amigos?
–Cuatro. Como en la película.
–¿Y vos qué rol ocupabas?
–Un poco el del protagonista. Un intelectual en la búsqueda interior: tímido, conciliador. Aunque también un poco jodón. Era una mezcla en realidad.
–¿Qué cosas hacían?
–Principalmente, juntarnos en casas. Habíamos formado un grupo que se llamaba "los anarquistas". Hacíamos pintadas en el colegio. Cosas así. Esto fue del 89 al 91. En pleno quilombo de la híper.
–Uno de tus fuertes como realizador es la carnadura humana de los personajes. Incluso los secundarios. ¿Qué lugar ocupó la literatura para la adquisición de esa cualidad?
–Si bien no leo todo lo que me gustaría leer, me gustaría meterme en una carrera tipo Letras para leer más, me doy cuenta un poco tardíamente de que un tipo que me marcó mucho fue Dostoievski. Ese tipo de escritura. Esas novelas que no son tanto de trama, sino de describir más un paisaje interior. Eso creo que está presente en mi escritura.
–Tu papá, Juan Bautista Stagnaro, es un director de reconocida trayectoria dentro del cine nacional. ¿Qué visión tiene de tu trabajo?
–En general, es bastante complaciente [risas]. Aunque con Okupas recuerdo que el primero y el segundo capítulo mucho no lo convencieron. A partir del tercero le empezó a gustar más. Y cuando le di a leer el guion de Pizza, birra, faso me dijo, aunque ahora lo niega, que le faltaba un golpe de horno. Después, cuando salió y le gustó, fue un ardiente defensor.
–Y este tiempo que estuviste alejado de la tele, ¿te insistía en que volvieras?
–Sí. Pero viste que eso tiene que salir de adentro. No importa mucho lo que te digan de afuera.
–Muchos apostaban después de Okupas que te ibas a lanzar al cine y sin embargo todavía no lo hiciste, ¿es porque no querés?
– Sí. Aún no encontré algo de lo cual me sienta pleno. Pero no lo descarto. Veremos.
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