Cambios que asustan
Cuando la revolución de las hormonas se pone en marcha, el adolescente experimenta una metamorfosis a partir de transformaciones físicas y psíquicas que se asemejan a un segundo nacimiento. Qué sienten, cómo viven el proceso, qué hacer para entenderlos y cómo acompañarlos en esta etapa
Son cambios que asustan. La voz, la silueta, se modifican. Crecen pelos en el pubis, en las piernas y en los brazos, los órganos genitales aumentan de volumen, la piel y el pelo cambian de textura, aparece el detestado acné, la barba se insinúa en los varones...
Las transformaciones se suceden a lo largo de varios años, de manera progresiva, e incluyen los aspectos corporales mencionados, pero también cambios psíquicos y emocionales, que no responden a un patrón único ni se dan siempre de manera uniforme, lo que suele ser motivo de angustia para muchos chicos, que se ven de golpe adelantados o atrasados respecto de otros de su misma edad. Estos cambios originan sentimientos de desprotección y de pérdida.
Otro mundo
"Los cambios corporales de la pubertad, que son muchos y ocurren muy rápido, no sólo en el cuerpo, sino también en la forma de concebir el mundo y a las otras personas, suelen asustar a los chicos", dice Marichu Seitún de Chas, psicóloga del equipo de Adolescencia del grupo médico Domingo Savio, de San Isidro.
Según explica, estos miedos no son iguales en los varones que en las mujeres. "A las chicas, por ejemplo, les asusta ser las primeras, porque los cambios son muy visibles, desde el botón mamario y la suba de peso hasta las transformaciones en la silueta", ejemplifica.
"A veces intentan detenerlos, comiendo menos, por ejemplo, sin darse cuenta de que ese aumento de grasa corporal es necesario para que los procesos naturales sigan su curso. Del mismo modo, suele costarles ser las primeras en menstruar, antes que las amigas. ¡Aunque tampoco les gusta, y las asusta, cuando son las últimas!", dice Seitún de Chas.
La especialista destaca también que, en lo emocional, a las chicas las perturba sentir unas ganas de llorar que no entienden, les cuesta reconocerse a sí mismas en esta manera nueva de pensar, de relacionarse, de ver a sus padres y a sus pares.
A los varones, en cambio, les gusta ser de los primeros en tener cambios corporales, y se asustan cuando no llegan, porque piensan que nunca van a crecer.
"En ambos, varones y mujeres, complica lo nuevo, por desconocido. No se reconocen en el espejo, no entienden sus reacciones, ya no les sirve el manual de instrucciones de la infancia y les cuesta confiar en que van a saber escribir el nuevo", asegura.
Ante este panorama, la especialista cree que vale la pena que los padres se tomen un tiempo para contarles acerca de su propia pubertad y adolescencia, sobre los miedos, las dudas, los deseos, los sentimientos encontrados, las dificultades para encontrar ese nuevo lugar en el mundo. También, acerca del momento en que empezaron sus propios cambios físicos y cómo fueron, ya que es probable que sean parecidos a los de ellos.
"Les da enorme tranquilidad que nosotros hayamos pasado por ello y lo hayamos superado. Es bueno que les contemos los dos (padre y madre) nuestras vivencias, que seguramente fueron distintas, y las dos les van a servir para entender parte de lo que les pasa." Y aconseja no esperar a que los cambios se inicien, porque tal vez sea tarde: o ya hablaron con otra persona o lo resolvieron por su cuenta.
"Tampoco desperdiciemos oportunidades cuando ellos se acercan. Aunque estemos muy ocupados, paremos el mundo y escuchemos y contestemos. Si ellos no se acercan, entremos en su cuarto por la noche, cuando están en la cama y con la luz apagada: las defensas están bajas, la mirada no les pesa y están en la situación mejor para hablar y escuchar. Hagamos de esto un hábito, y ellos nos van a esperar con sus dudas y sus preguntas", concluye Seitún de Chas.
Anticipándose
¿Es importante una visita anual al médico para que les vaya anticipando a los chicos lo que les va a ocurrir y puedan vivir así los cambios lo más naturalmente posible?
Silvia Oizerovich, médica a cargo del consultorio de Ginecología Infanto-Juvenil del hospital Pirovano y presidenta de la Sociedad Argentina de Ginecología Infanto-Juvenil, cree que sí.
"Hay que ayudarlos a manejar sus temores y ansiedades. El cuerpo comienza a ser más difícil de manejar, el número de los zapatos cambia continuamente, la ropa les queda chica. A las nenas les crece un pecho y no saben si les crecerá el otro, ya que nadie les explicó que las dos mamas no crecen juntas..."
Para Oizerovich, todas estas preguntas angustian no sólo a las chicas, sino también a las madres.
"De allí la importancia de la ginecología infanto-juvenil, para poder anticipar y acompañar el crecimiento de la niña en su ingreso en la adolescencia, para que enfrente los cambios sin temores y con normalidad, pero también para evaluar que el crecimiento sea armónico, que la relación entre el desarrollo mamario y los demás caracteres sexuales sean acordes. Como sabemos, la primera menstruación, o menarca, no es sólo un hecho físico. También tiene un impacto emocional importante, con implicancias muy fuertes en el área psicológica. La aparición del sangrado menstrual cíclico revive mitos y despierta expectativas tanto individuales como familiares", dice Oizerovich.
"El adolescente tiene un cuerpo biológicamente maduro, pero el resto de sus áreas no lo está. De modo que conocer los factores de riesgo a los que está expuesto le permitirá, bien asesorado, adoptar conductas preventivas en lo social, en sus hábitos alimentarios y en el cuidado de su salud sexual y reproductiva", concluye la especialista.
De lo dicho se desprende la necesidad que tienen los adolescentes de estar informados y contenidos durante esta etapa del desarrollo, ya que son muchos los cambios que observan en sí mismos. Como decía la célebre psicoanalista francesa Françoise Dolto, es muy difícil continuar teniendo los mismos objetos a su alrededor, las mismas personas, los mismos amigos en apariencia, mientras uno cambia en su cuerpo y en sus sentimientos.
Dolto consideraba que pasar de la infancia a la adolescencia era una "mutación" comparable con el paso de la vida fetal a la vida de bebe.
"En esta gran mutación, todos, adolescentes, padres, sociedad, se las arreglan como pueden. No siempre es fácil porque en el fondo todo el mundo tiene un poco de miedo ante lo que sucederá. Más difícil aún es cuando los cambios involucran la sexualidad. Esta es importante para todo el mundo, pero no es fácil para nadie. Ni siquiera para los adultos", decía.
Ciertamente, el tema -tabús incluidos- es complejo y suele desbordar a muchos padres. Surge ahí la necesidad de consultar, pero, aparentemente, la búsqueda de información no siempre es pareja.
Cristina Catsicaris, médica pediatra y coordinadora del servicio de Adolescencia del Hospital Italiano de Buenos Aires, explica que las mujeres consultan más, en una proporción de dos a uno, en la etapa puberal, y de cuatro o cinco chicas por cada varón después de los 14 años.
Asimetrías
A su entender, los cambios físicos mas visibles en la mujer facilitan el diálogo. Esto, desde el punto de vista de la biología, pero también hay barreras culturales que hacen que parezca más normal y esperable que una mamá lleve a su hija al médico y no así al varón.
Catsicaris cree que lo que más les asusta a los chicos, varones y mujeres, en esta etapa de la vida, es no saber muy bien qué les va a pasar.
"Creen que todo ocurrirá de un día para otro, y eso los angustia porque no tienen tiempo de adaptarse mentalmente." De allí la necesidad de que los padres hablen con los hijos, pero sin abrumarlos con largas explicaciones que tal vez a los chicos ni les interesan.
"Hay que ver de a poquito qué es lo que quieren saber", aconseja.
Entre las preocupaciones que más se manifiestan en el consultorio, Catsicaris destaca el desarrollo puberal diferente para chicos de la misma edad. "A los varones los perturba ver que una hermana menor o la compañera de colegio que les gusta tiene signos de desarrollo mucho más visibles que ellos. También los complican las asimetrías dentro del mismo sexo: por ejemplo, que de dos amigas una se desarrolle a los 10 y la otra a los 16. Por eso, los médicos debemos tener explicaciones que los ayuden a entender este ritmo de variaciones dentro de la normalidad", admite.
En el caso de las chicas que se desarrollan tempranamente, la especialista recomienda no abrumarlas de responsabilidades.
"No decirles vos ya sos una mujercita cuando a lo mejor ellas se sienten muy niñas aún, y entender que aunque su cuerpo ya es de mujer, su desarrollo emocional no evolucionó de la misma manera. No hay que acelerarles el duelo precoz por la pérdida de la infancia", advierte.
Por el contrario, para aquellos chicos que ven retardado su desarrollo, Catsicaris aconseja no desmerecer lo que les pasa, acompañarlos en esa angustia, darse cuenta de que esta situación les está generando conflictos.
"Entendamos que ser adolescente ya implica una adaptación. Ser adolescente y sentirse diferente... es una exigencia mucho mayor", concluye la especialista.
Ilustraciones María Alcobre
Consultas médicas
- La consulta con el médico especialista en adolescencia incluye los controles básicos de salud: peso, talla, ritmo de crecimiento, vacunación, etc. Se realiza un cuidadoso examen físico para evaluar en qué momento de su desarrollo puberal se encuentra. No es necesario realizar ninguna práctica médica invasiva ni dolorosa.
- Se habla del cuidado del cuerpo, de la necesidad de un adecuado ejercicio físico y de una alimentación balanceada, así como de los hábitos de higiene en general. También se estimula la adopción de hábitos saludables respecto de horarios de comer, dormir, estudiar o mirar televisión.
- Existen instituciones públicas de salud destinadas a los jóvenes de entre 12 y 20 años. Son gratuitas. Brindan atención en medicina clínica, ginecología, psicología, dermatología, orientación vocacional. Algunos de estos centros ofrecen actividades grupales. Los horarios de atención y las especialidades varían en cada institución ( www.msal.gov.ar )
Qué me está pasando
- Hay cosas que no puedo entender, y cuando quiero hacerlo ya me pasan otras. Además, me da vergüenza preguntar y no sé a quién... Lucila, 10 años
- Me miro al espejo y veo que mi cuerpo está cambiando, mi cara se llenó de granitos, el pelo me lo lavé ayer y ya lo tengo regraso. Transpiro un montón y mi mamá me tuvo que prestar su desodorante. Las axilas se me llenaron también de pelos y ya cambié dos veces el número de zapatillas. Camino agachada y me da vergüenza usar remeras. Carolina S., 12 años
- Cuando llaman por teléfono a casa, a veces me confunden con mi hermanito más chico, y a veces con mi papá. En la cara tengo una pelusa medio fea, pero mi viejo me dice que todavía no me la tengo que afeitar. Este verano crecí un montón, pero me siento desproporcionado, ya no se dónde meter las manos y los pies, y mi nariz parece una beren-jena. ¡Me siento tan infeliz! Javier C. 14 años
Antes o después
- PRECOCES: cuando se desarrollan tempranamente, no hay que abrumarlos con responsabilidades de "grandes" ni decirles que ya deben sentirse como hombrecitos o mujercitas.
- MAS LENTOS: si el desarrollo se retarda, hay que acompañarlos, responder sus preguntas y consultar con un especialista.
Datos útiles
- Sociedad Argentina de Ginecología Infanto Juvenil: www.sagij.org.ar
- Sociedad Argentina de Pediatría: www.sap.org.ar
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