Carolina Peleritti: bagualas del alma
La ex modelo se sumerge en aguas profundas: el folclore, la vida lejos del bullicio, el deseo de ser madre y el recuerdo de Spinetta. "Con él aprendí mucho. Por ejemplo, me enseñó a escuchar música"
lanacionarQuizá porque supo vivir como un rayo, velozmente, brillando, provocando y provocándose sensaciones extremas. Carolina Peleritti –modelo ícono de los años noventa– tuvo todo y más de lo que tantas anhelan, hasta que un día dijo suficiente y se bajó de la pasarela. Eran otros tiempos y había otras cabezas, como ésta, que no se conformaba con el éxito en estado de purpurina sino que soñaba con cuestiones bastante más hondas: la música y el teatro. Y para eso empezó a prepararse, obsesiva y seriamente. Hizo teatro, cine y televisión. Pasó con elegancia las pruebas de los prejuicios y siguió estudiando, descubriéndose.
Pero el canto siempre estuvo. De chica cantaba. Su madre, enfermera y adoradora de Mercedes Sosa, le había enseñado que había voces que salían desde el alma. Siempre tuvo devoción por las cantoras y llevaba discretamente el secreto de su voz. Hasta que se animó. Hoy Carolina canta. Canta folclore. Le salen las bagualas desde el alma y se emociona. Canta en serio. Lo hizo en La Jaula Abierta, una tertulia de artistas que creó con sus amigas Rita Cortese, Lidia Borda y Dolores Solá, que se presentó con mucho éxito en el teatro Sha y en la que participaron artistas como Teresa Parodi, Peteco Carabajal y el Chango Farías Gómez. Y va por más.
–Si bien en algunos ambientes se sabe que Peleritti canta, para la mayoría de la gente es una novedad. Además, folclore. ¿Cómo se fue dando?
–Puede sonar raro si uno se remonta a las épocas en que era famosa de otro modo. Esa impronta y un apellido tan italiano… Pero la realidad es que siempre estudié canto. Crecí en una familia muy musical, con una mamá que tenía pilas de discos y una especial admiración por las cantoras. Y lo de la sangre es un misterio, a lo mejor se remonta a otra vida. ¡Ja! Además de la italianidad debe haber algo, sin duda. Siento el folclore con el corazón. Sobre eso, además de mi madre, puede dar fe Lala, la señora que trabajó en casa toda la vida. Ella es santiagueña. Crecí a su lado escuchando chacareras. Ella tenía, además de la habilidad de hacer las empanadas más ricas del mundo, una serenidad especial. Y eso me gustaba. Yo no era fácil. Me costaba mucho sacar las cosas hacia afuera.
–Timidez extrema.
–Mucho más que eso. Me costaba comunicarme y lo padecía. El canto me fue curando, aunque durante muchos años lo hice para mí; jamás dejaba que me oigan. Estudié mucho, tuve una enorme constancia y, poco a poco, empecé a soltar.
–En el fondo esperabas que llegue el momento.
–Quiero cantar, repetía una y mil veces, como un mantra. No sabía cómo y qué, pero ahí estaba puesto el deseo. Hasta que todo se fue dando mágicamente. Primero fue el encuentro casual en un hotel de Rosario con Rita Cortese. Ella me preguntó en qué andaba y yo le dije: cantando. Al rato, mientras tomábamos algo, me pidió que me animara con algo. Y le encantó. Muy a su estilo, empezó a retarme. ¡Dejate de hinchar con el estudio, nena. Empezá a cantar!, me dijo. Y empecé, despacio.
–Y de ahí al Tantanakuy, en Humahuaca, con el poncho puesto…
–Sí. Durante un año hicimos con Rita, Lidia y Dolores el ciclo La Jaula Abierta, esa tertulia maravillosa en la que participaron Teresa Parodi, Peteco, el Chango y Víctor Heredia. No había guión. Estábamos en una terraza divina, comiendo y tomando unos vinos. De pronto bajábamos y cantábamos. Al rato le tocaba al otro, mientras uno lo arengaba. Luego se incorporó el poeta Fernando Noy y un montón de artistas geniales. Hasta que sí, terminé en Humahuaca cantando a casi 3000 metros sobre el nivel del mar, bajo ese cielo y esas estrellas. Me invitó Mavi Díaz y fue un regalo. Terminé amiga, y lo más importante, bendecida por artistas como Jaime Torres que es el creador de Tantanakuy, este encuentro cultural de músicos.
–¿En algún momento surgió el fantasma de los prejuicios?
–No. Creo que tiene que ver con esa, no digo obsesión, pero sí decisión de no hacer cosas sin antes tener herramientas y conocimiento. Nunca hice nada sin haberme preparado. Empecé con el teatro off mientras trabajaba como modelo, pero hacía tiempo que estudiaba. A veces siento que tengo muchos más años de los reales, que ya son cuarenta. Es que dejé el modelaje a los veintitrés. Empecé desde muy chica y fueron ocho años a full. Fui un personaje y, de alguna forma, lo padecí. Yo sentía que quería salir de eso, pero para lograrlo hacía falta tiempo, distancia y hacer una transición. Fue entonces cuando decidí mudarme fuera de la ciudad.
–Hace una década y media que vivís lejos del centro, entre pinos y animales. Vas y venís del pueblo, hacés las compras y cuidás el jardín. Y tenés marido.
–Muchos detalles no doy, por eso a lo mejor no se sabe que estoy felizmente en pareja. El es actor, pero hace otro tipo de teatro. Mejor lo dejamos ahí. Sólo quiero decir que nos relacionamos desde el amor, la confianza y también desde el arte. Estoy plena y sí, está en mi proyecto tener hijos. Soy una típica canceriana que adora su casa y añora una familia.
–¿Por qué tanto cuidado?
–Hay un montón de cosas que decidí no contar. Y sí, es precisamente para cuidarlas. Puede ser que me guste que la gente no sepa qué onda mi vida. Ya estuve muy expuesta y lo sufrí porque siempre fui reservada. Hay temas que, por más que insistan, por una cuestión de respeto nunca los voy a tocar. Forman parte de mi intimidad y están guardados en mi corazón.
–Luis Alberto Spinetta. Fueron pareja y en su momento hubo una revolución mediática. El ya no está…, ¿a estas cosas te referís?
–Es muy difícil. Hay que tener mucho cuidado. Me cuesta. Sólo digo que todo es muy reciente, que me duele en el alma su partida. Y del pasado…, todo me lo guardo para mí. Pero sí, con él aprendí mucho. Entre otras tantas cosas, nada más y nada menos que a escuchar música que no conocía, como el jazz, la música negra, el funk y a las cantantes. Me enseñó Los Beatles. Y digo me enseñó porque una cosa es escuchar a Los Beatles, pero haberlos disfrutado con él fue algo absolutamente distinto, inolvidable.
–¿Y qué pasaba entonces con tu canto?
–Mi canto estaba guardado. Estoy convencida de que hay cosas que uno guarda para cuando llega el momento oportuno. Yo no cocino, por ejemplo. Pero me encanta comer rico. Y estoy convencida de que en algún momento voy a cocinar, y muy bien. Lo haré cuando tenga que alimentar a mis hijos.
LA FUERZA DEL NO
Sobre todo si se trata de autoprotegerse, a Carolina ya no le cuesta decir que no. Le dijo no a la televisión y también a la gimnasia tradicional. "Hago algo que se llama antigimnasia, creada en los años setenta por la francesa Thérèse Bertherat, que trabaja sobre bases anatómicas y fisiológicas muy concretas. Esta no gimnasia se realiza a través de la respiración y se opone a la palabra ejercicios por considerarlos automáticos y mecánicos. Son pequeños movimientos que activan cada uno de los músculos, desde el más grande al más chiquito. La verdad es que me resulta genial."
EL CINE TAMBIEN
El jueves se estrenó Fuera de juego, que rodó en Valencia junto con Fernando Tejero y Diego Peretti. Está por filmar una película (junto con Federico Luppi y Darío Grandinetti). Mientras, canta. Lo hizo hace unas semanas junto a su admirada Melania Pérez y ya no descarta su propia presentación hacia fin de año. "Lo estoy pensando, dándole forma. Mientras, acepto gustosa las invitaciones de todos estos artistas fabulosos. Estoy fascinada."
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